Sara

Los más vistos

14 min de lectura

¿Quién fue Sara, la primera mujer judía de la historia?

En las primeras palabras de la Amidá (plegaria silenciosa), mencionamos a Abraham, Itzjak y Yaakov. Invocamos su mérito y nos referimos a sus pruebas de fe y a los temas recurrentes en sus vidas y en la historia de la nación judía. Najmánides cita un dicho muy conocido: “Los eventos de los ancestros son una señal para sus descendientes”.

Asumiendo también que los eventos de las matriarcas judías son una señal para sus descendientes, nos gustaría estudiar la vida de aquellas grandiosas mujeres judías que fueron un complemento, una ayuda y un apoyo para sus maridos en su misión de crear una nación monoteísta que sería una luz para las demás. ¿Qué fortalezas y características grabaron en nuestro código genético para las generaciones venideras?

Sara

Comencemos con Sara, la primera matriarca que, junto a Abraham, se convirtió en la piedra angular del pueblo judío.

La primera vez que Sara aparece en la historia es cuando escuchamos que Abraham viajó desde Jarán, su país natal, “hacia la tierra que te mostraré”, después del mandamiento explícito de Dios de “Vete de tu país, de tu lugar de nacimiento y del hogar de tu padre” (Génesis 12:1).

Es importante notar la primera impresión que nos da la Torá sobre Sara. Su nombre, o mejor dicho nombres, también describen su esencia.

“Abram y Najor tomaron mujeres para ellos. El nombre de la esposa de Abram era Sarai y el nombre de la esposa de Najor era Milká, hija de Harán, padre de Milká y padre de Iskhá. Y Sarai era estéril, no tenía un hijo” (Génesis 11:29-30).

Rashi explica:

Iskhá se refiere a Sara, porque ella vislumbraba (sokhá) con espíritu Divino y porque todos observaban (sokhim) su belleza. Iskhá también significa nobleza (nesikhut), al igual que Sara implica aristocracia (srará).

Rashi nos dice que Sara aparece en nuestro versículo también con otro nombre, Iskhá, y que los tres significados de su nombre aluden a su altura espiritual (espíritu Divino), su belleza física y su cualidad de liderazgo-realeza y autoridad, a lo que también alude su nombre Sarai.

Posteriormente el nombre de Sarai es cambiado a Sara:

“Y Dios le dijo a Abraham: 'Sarai, tu esposa, no la llamarás Sarai, sino que Sara será su nombre'” (Génesis 17:15).

Rashi:

“El significado de Sarai es sólo 'reinará sobre mi’, y no para otros; Sara significa que 'reinará sobre todos'”.

Como esposa de Abraham, Sarai sólo aparece influenciándolo a él. Posteriormente, cuando se embarca en una misión mayor como la progenitora de la nación judía, el nombre de Abram pasa a ser Abraham y Sarai se convirtió en una princesa que impactaría a todos: Sara.

Infertilidad e independencia

“Y Sarai era estéril, no tenía un hijo” (Génesis 11:30).

En el versículo introductorio citado anteriormente, Sarai parece estar sola como un individuo, sin ninguna conexión con su familia, aunque luego nos enteramos que era la hija de la esposa de Najor, la hija de Harán. Sarai tenía una claridad de visión y un entendimiento que eran únicos, con belleza y dignidad a pesar de ser la hija de Harán.

De hecho, este nivel espiritual, el cual precedió a su sociedad con Abram, fue incluso superior al de Abram en algunos casos:

Todo lo que Sara te diga, escucha su voz” (Génesis 21:12).

Rashi:

“…en lo concerniente al espíritu de profecía, Abraham era secundario a Sara".

Sarai estaba sola, separada de sus padres y hermanos. No tenía descendencia que la atara a su hogar; era una candidata perfecta para la vida nómade, por lo que viviría con Abram, su marido, a quien se le acababa de ordenar:

“Vete para ti de tu tierra, de tu lugar de nacimiento y de la casa de tu padre a la tierra que Yo te mostraré” (Génesis 12:1).

Abandona todas esas influencias que tienes de tu familia, amigos y sociedad. Sé independiente. Vete solo y comienza de cero.

Fortaleza interna, confianza y fe

Imagina a Sarai, una mujer con espíritu Divino, que sabía que junto a su esposo sería parte de una misión única para esparcir el monoteísmo en el mundo y, eventualmente, comenzar una nueva nación que sería una luz para las demás, todo esto mientras luchaba en contra de la infertilidad.

Sarai era estéril, no tenía un hijo.

[¿Por qué la repetición de la idea? Si sabemos que era estéril, entonces obviamente no tenía un hijo] Para enseñarte que ni siquiera tenía “lugar” para una descendencia, es decir, un útero (Rashi citando al Talmud en Ievamot 64a).

Sarai no tenía útero; desde una perspectiva natural, era imposible que diese a luz. ¿Qué tenía en mente Dios cuando hizo que nuestra matriarca, la “madre por excelencia”, fuese infértil durante la mayor parte de su vida?

Quizás, de esa forma aseguró que Abram y Sarai tuvieran tiempo para esparcir su mensaje por el mundo y que fuesen socios en esa misión.

Las almas que habían hecho en Jarán: [es decir, las personas] que habían traído bajo las alas de la Presencia Divina (Shejiná). Abraham convertía a los hombres y Sara a las mujeres (Rashi, Génesis 12:5).

¿Cómo afectó esto a Sara?

¿Por qué las matriarcas eran estériles? Porque Dios desea sus plegarias y anhela sus pedidos… Dios dijo: Son hermosas, son ricas; si tienen hijos, ¿cuándo escucharé sobre ellas? (Midrash Bereshit Rabá 45:4).

Dios nos da carencias y necesidades para que nos dirijamos hacia Él, la Fuente de toda bendición, y desarrollemos una relación con Él mediante nuestras peticiones.

Si nuestras necesidades son satisfechas de manera directa e instantánea, veremos con claridad y gratitud cómo Dios dirige el mundo y sustenta a Sus criaturas. Por otro lado, si la satisfacción de esas necesidades se demora y una situación de carencia continúa por años, nuestro desafío es aceptar con fortaleza que nuestra situación es para nuestro bien, que Dios nos ama, y debemos continuar confiando y rezando para que algún día nuestros pedidos sean atendidos.

Sara debe haber desarrollado un sentido muy fuerte de creencia y confianza en Dios para aceptar embarcarse en un estilo de vida nómade y sin hijos con Abraham, teniendo al mismo tiempo la esperanza de que, de alguna forma, en el futuro tendría hijos, una nación, prosperidad y bendición.

A Abraham mismo le habían sido prometidas esas tres bendiciones cuando Dios le ordenó salir hacia lo desconocido:

“Y te convertiré en una gran nación” (Génesis 12:2).

Rashi:

Viajar provoca tres cosas: disminuye la capacidad de procreación, disminuye los bienes y disminuye el renombre. Por esta razón, Abram precisó estas tres bendiciones, por lo que Dios le prometió otorgarle hijos, dinero y renombre.

Sara nunca había recibido esas promesas; ella tenía que creerle a Abraham y confiar en que esas cosas se cumplirían.

La infertilidad de Sarai

“Y Sarai le dijo a Abram: 'He aquí que [hasta] ahora Dios me ha impedido dar a luz. Por favor allégate a mi sierva, quizás me construiré yo a través de ella'” (Génesis 16:2).

Después de diez años en la tierra de Canaán, esperando a que se cumplieran sus sueños y recibir el tan anhelado hijo propio, Sarai se dio cuenta que había otra opción; quizás esta solución no era la más placentera, ni tampoco era una solución que sería opción para una mujer promedio. Pero para una mujer como Sarai —quien poseía una gran fortaleza interior, aceptación de los decretos divinos y una clara determinación de hacer lo correcto sin importar cuán incómodo fuera— esta solución parecía una posibilidad factible. Quizás Abram debía casarse con otra mujer, con Hagar la egipcia, quien podía tener hijos. Esta mujer sería entrenada por Sarai para convertirse en la esposa de Abram y, si hubiera un niño, Sarai sería la madrina para que el niño tuviera el mérito de comenzar la nación que debía emanar de Abram.

¡Cuánto coraje, humildad, aceptación y fortaleza interior hacen falta para hacer una sugerencia como esa! Imagina los años de lucha y desafío, de unión con Abram, de trabajar a su lado intentando educar a las masas y esparcir el monoteísmo por todo Canaán, sin el apoyo de familia ni amigos, para renunciar a su posición como la matriarca biológica de la nación judía y darle el privilegio a una sierva. Sarai adoptó esta idea sólo porque era lo que había que hacer en ese momento. El ego no importaba, el ‘yo’ no importaba. Lo único que importaba era hacer lo correcto. Esta es la esencia del rasgo judío de guevurá: introspección, fortaleza y conciencia.

Sarai, Hagar e Ishmael

Por más bienintencionada que haya sido Sarai, las cosas no resultaron tan bien como había planeado. Hagar concibió apenas se casó con Abraham, y como resultado, ella comenzó a denigrar a Sara:

[Hagar] decía [sobre Sara]: "Esta mujer... parece recta pero probablemente no lo es. Cuántos años lleva casada con Abraham y no ha concebido. Yo concebí en una sola noche" (Midrash, Bereshit Rabá 45:4).

En este punto, la paciente y humilde Sara, que había sufrido por tanto tiempo, explotó:

Sarai le dijo a Abram: “¡Esta afrenta contra mí es por tu culpa! Yo te entregué a mi sirvienta, y ahora que ella ve que ha concebido, me menosprecia. ¡Que Hashem juzgue entre tú y yo!” (Génesis 16:5).

¿Qué le pasó a su aceptación, fortaleza y capacidad para permanecer en calma frente a la adversidad? Además, ¿por qué Sara culpó a Abraham? Era su plan; ella fue quien lo sugirió. Está bien, quizás había cometido un error. Hagar obviamente no era una buena mujer, no merecía ser la matriarca del pueblo judío. Pero, ¿por qué culpó a Abraham de forma tan extraña, casi infantil, por el sufrimiento que le causaba Hagar? ¿Cuál es la razón del estallido de resentimiento por ser menospreciada por Hagar?

Esta es la otra cara de la ecuanimidad de Sara. Todo el tiempo que sabía que estaba haciendo la voluntad de Dios, nada le resultaba intolerable. Pero en este caso, parecía que había cometido un error, lo cual fue confirmado por las burlas de Hagar. Si esa era la verdadera valía de Hagar, entonces efectivamente la elección de tomarla como una madre sustituta para el pueblo judío se había basado en un análisis erróneo. Esto hizo que Sara reevaluara la situación y se diera cuenta de que la solución a su dificultad era otra.

…La justicia que yo recibo debería estar sobre ti… si le hubieras pedido a Dios (con las palabras) “Y nosotros no tenemos hijos”, entonces tal como te dio un hijo a ti, también me hubiera dado un hijo a mí. Pero ahora que dijiste: “Yo no tengo hijos”, Dios te dio un hijo a ti y no a mí (Bereshit Rabá 45:5).

Cuando Sara se dio cuenta que era imposible que Hagar hubiera concebido por sus propios méritos, comenzó a preguntarle a Abraham si había algún detalle que ella no supiera, es decir, alguna información que Dios le hubiera dado a Abraham y que Sara ignorase. Sara descubrió que Abraham había tenido un intercambio con Dios en Génesis 15:1-14:

Después de esos eventos la palabra de Dios fue traída a Abraham en una visión y dijo: “No temas, Abram, tu recompensa es muy grande”.

Entonces Abram dijo: “¿Qué puedes darme, la persona que cuida mi casa es Eliézer… A no me has dado descendencia y mi casero me heredará”.

Y Dios dijo: “Este no te heredará, sino que quien sale de tus entrañas te heredará”.

¡Eso era! Sara, con su clara visión y sabiduría, se dio cuenta que la razón por la que Hagar había concebido de inmediato era la rectitud de Abraham y sus plegarias para tener un niño. Obviamente Abraham asumió que sería con Sara, ¡pero había olvidado incluir específicamente a su esposa! Si Sara hubiese sabido de esta omisión, le hubiera dado a Abraham una lección sobre el poder del rezo y lo hubiera mandado a rezar nuevamente, evitándose todo el angustiante episodio con Hagar. Sara profetizó que este error tendría horrendas consecuencias a largo plazo para el pueblo judío, ya que Ishmael se convertiría en el patriarca de la nación árabe que en el futuro competiría violentamente por la Tierra de Israel. No es ninguna sorpresa que Sara haya estado furiosa.

De cualquier forma, ya era demasiado tarde. Lo hecho, hecho estaba. Ishmael ya había nacido, era el hijo de Abraham, y sería educado y amado por su padre.

Años después, Abraham y Sara tuvieron su propio hijo, Itzjak. Itzjak creció en el mismo entorno que Ishmael, quien en ese entonces ya tenía un comportamiento peligroso e inmoral. Sara volvió a reprochar a Abraham:

Entonces [Sara] le dijo a Abraham: “Expulsa a esta sierva y a su hijo, pues el hijo de esta sierva no heredará junto con mi hijo, con Itzjak”. Y esto afligió mucho a Abraham, a causa de su hijo. Entonces le dijo Dios a Abraham: “No te aflijas por el muchacho y por tu sierva; en todo lo que Sara te diga, escucha su voz, ya que en Itzjak tu descendencia será llamada tuya” (Génesis 21:10-12).

Para despejar la duda de que Sara haya estado buscando una venganza personal, Dios validó su decisión de eliminar de su hogar la influencia de Ishmael. Nuestros Sabios nos permiten apreciar las diferencias de opinión que surgieron en la conversación:

Ishmael estaba construyendo altares y ofreciendo sacrificios para idolatría. Sara dijo: “¿Y si Itzjak, nuestro hijo, aprende de él? ¡Habrá una gran profanación del nombre de Dios!”.

Abraham dijo: “Ahora que he traído a Hagar y la convertí en una dama, ¿cómo podemos echarla? ¿Qué dirá la gente de nosotros? ¡Habrá una profanación del nombre de Dios!”.

Sara dijo: “En ese caso, si ambos estamos hablando sobre una profanación del nombre de Dios, Él debe decidir entre tus palabras y las mías”.

Y Dios dijo: “Todo lo que Sara te diga, escucha su voz” (Tosefta, Sotá 5:7).

La disputa entre Abraham y Sara radicaba en las ramificaciones de expulsar a Hagar e Ishmael. Abraham, el pilar de bondad, apertura y aceptación, notó la consecuencia inmediata que esta expulsión tendría entre los vecinos y seguidores a quienes había influenciado.

Sara pudo ver más allá de lo inmediato y enfocarse en los efectos a largo plazo que tendría la presencia de Ishmael en el hogar del patriarca del pueblo judío. Si Itzjak era influenciado por esta persona, la genética de la nación judía peligraría, lo cual a su vez generaría una profanación mucho mayor del nombre de Dios a largo plazo. Sara, con una visión clara y una gran capacidad para analizar y priorizar, pudo establecer los cimientos de su hogar y nación con determinación y fortaleza.

La noticia sobre Itzjak: Risa

En el capítulo 17 de Génesis, Dios le ordenó a Abram que cambiara su nombre y el de Sarai y que, con eso, habría un cambio en su suerte y esencia. Al mismo tiempo, Dios le prometió a Abraham que tendría un hijo con Sara:

Tu nombre no será llamado Abram, sino Abraham… Sarai tu mujer, no llamarás su nombre Sarai, pues Sara es su nombre. Yo la bendeciré y también te daré un hijo de ella… Y Abraham cayó sobre su rostro y rió, y dijo en su corazón: “¿A un hombre de cien años le nacerá un hijo? Y Sara, de noventa años, ¿dará a luz?” (Génesis 17:5, 15-17).

La respuesta de Abraham ante la noticia de que tendría un hijo con Sara fue la risa, y Rashi interpreta esto como una reacción de alegría y felicidad. Sara también se rió cuando escuchó la noticia por parte de los tres ángeles/mensajeros que fueron a visitar a Abraham, pero su risa fue criticada.

Las palabras del ángel encontraron una respuesta de Sara:

"Volveré a ti el año entrante en esta época y Sara, tu mujer, tendrá un hijo”.

Sara se rió en su interior, diciendo: “¿Después de haber envejecido tendré lozanía? ¡Y mi señor (Abraham) es anciano!” (Génesis 18:10, 12).

Rashi interpreta:

Esta risa es de burla. Aprendemos que Abraham creyó y estuvo feliz, y que Sara no creyó y se burló. Por lo tanto, Dios criticó a Sara y no criticó a Abraham.

Y Dios le dijo a Abraham: “¿Por qué Sara se rio, diciendo: '¿De vedad daré a luz, si ya he envejecido?'. ¿Hay algo inalcanzable para Dios? En el plazo fijado volveré a ti, en esta misma época, y Sara tendrá un hijo”. Y Sara se negó diciendo: “No reí”, porque tuvo miedo. Y él [Abraham] dijo: “No es cierto, pues sí te reíste” (Génesis 18:12-16).

Ellos recibieron la noticia del nacimiento de un hijo que sería llamado Itzjak (literalmente: reirá), con dos tipos de risa. La risa de Abraham fue de alegría. La de Sara fue de burla, quizás de cinismo. ¿Cómo podría ser esto verdad para Sara, quien asumió la voluntad de Dios con fe y aceptó toda situación con ecuanimidad? ¿Por qué no creyó que este milagro ocurriría? ¿Y por qué negó haberse reído?

Sara escuchó a un ángel, pero erróneamente creyó que era un forastero que pasaba por su tienda quien le había dado una bendición a Abraham. Nunca pensó que se tratara de un anuncio profético, y tampoco había sido advertida y bendecida sobre ello como lo había sido Abraham por parte Dios. Pero, sin embargo, en su nivel de rectitud y confianza en Dios, se le considera culpable de no haber tomado aquella bendición como una señal alentadora de esperanza y por haberse burlado de ella.

Al ser confrontada por Abraham sobre su risa se dio cuenta que había sido un mensaje de Dios, y su primera reacción fue la negación. Quizás no se dio cuenta que Dios le había contado a Abraham sobre su risa (y asumió que la reacción de su marido se debía a la cara que puso ella), y negó la risa porque también incluía un insulto a Abraham, “Y mi marido es anciano”. Pero cuando él insistió diciendo: “No es cierto, pues sí te reíste”, ella sólo pudo callar y aceptar la crítica.

¿Es posible que Sara, la experta en fortaleza interior, justicia y aceptación de la Voluntad de Dios, tuviese una imagen de Dios como un Ser justo pero estricto y, como tal, le resultase difícil aceptar que también hiciera bondades maravillosas y milagrosas? Abraham tenía una mayor inclinación natural a aceptar la bondad de Dios tal cual es y reaccionar con alegría y gratitud. La crítica de Dios a Sara y la incomodidad de “ser descubierta mintiendo” tenían como objetivo enseñarle a Sara que para conocer completamente a Dios y relacionarse con Él de manera afín era necesario aceptar la bondad y el amor con la misma facilidad que las luchas y los desafíos.

Eventualmente, Sara aprendió y experimentó esta bondad y amor de Dios cuando, a pesar de las probabilidades, dio a luz a un hijo:

Y Sara dijo: “Una risa (broma) hizo Dios para mí, todo el que lo escuche se reirá de mí”. Y dijo: “¿Quién creería… que Sara amamanta hijos? ¡Di a luz a un hijo en mi vejez!” (Génesis 21:6-7).

Hay un tipo de arrepentimiento y gratitud en esas palabras de Sara. “Eso es lo que recibo por reír, ahora todos se reirán de mí, por dudar que pudiera pasar algo como eso”. Su risa era finalmente una fuente de alegría y gran bendición:

“Cuando Sara dio a luz, muchas mujeres estériles concibieron, muchas personas sordas comenzaron a oír, muchas personas ciegas comenzaron a ver, muchas personas locas se volvieron cuerdas” (Midrash Bereshit Rabá 53:8).

La Atadura de Itzjak, la muerte de Sara

El final de la vida de Sara está rodeado por misterio. Del texto sólo nos enteramos que Abraham vino de algún lugar para hacer duelo por la muerte de Sara:

“Y los años de vida de Sara fueron cien años y veinte años y siete años, los años de vida de Sara… y Abraham vino para hacer duelo por Sara y llorarla” (Génesis 23:1).

¿En dónde estaba Abraham cuando murió Sara? ¿Por qué tuvo que “venir” para hacer duelo por ella?

La muerte es mencionada inmediatamente después de la ‘Atadura de Itzjak’, Akedat Itzjak, el evento culminante de la vida de Abraham y de Itzjak, el cual tuvo repercusiones eternas.

Hay varias versiones en el Midrash sobre qué causó la muerte de Sara. La mayoría de ellas vinculan la causa de su muerte con la Atadura de Itzjak y con el Satán, la fastidiosa voz de duda y confusión cuyo objetivo es frustrar las intenciones rectas.

En una versión, el Satán se le aparece a Sara disfrazado de un extraño y le dice que Abraham tomó a Itzjak y lo sacrificó en el Monte Moriá. Sara murió por el shock y la tristeza.

En otra versión, el Satán se le acerca a Sara y le dice que Abraham quería sacrificar a Itzjak como Dios le había ordenado. Ella se conmovió y lloró, pero dijo: “Dios es justo; ellos deben hacer lo que se les dice”. Sara fue a buscarlos, llegó a Hebrón y el Satán se le volvió a aparecer, para decirle que Abraham había sido detenido por un ángel y que no había matado a Itzjak. Sara se vio tan abrumada por el pensamiento de que Itzjak casi había muerto, que ella misma murió.

Quizás podamos concluir que la misión de Sara en este mundo fue cumplida, ya que Itzjak había llegado al nivel máximo al estar dispuesto a ser sacrificado. Una forma consagratoria de terminar una vida bien vivida.

Aviva Zornberg, en su libro Génesis: El comienzo del deseo, considera que la muerte de Sara es una consecuencia trágica de los rasgos conflictivos de su personalidad:

La fuerte y decidida matriarca, que tenía la sabiduría y entendimiento para dirigir e influenciar a su familia, proactiva y decisiva cuando era requerido, pero acogedora, crédula y fiel al ser desafiada, puede que haya encontrado este último truco del Satán demasiado difícil de tolerar; después de tantos años de buscar la perfección y una relación verdadera con Dios, de buscar justicia, significado y la verdad absoluta, de ver que su misión sublime se hizo realidad a los 90 años con el nacimiento de un hijo, se enfrentó con la idea de que el objetivo de su vida, el propósito de todo por lo que había vivido y lo que había logrado, podría ser en vano. Para ella, ni siquiera la reposición de Itzjak podía neutralizar ese terror.

La misma Sara que le dijo a Abraham con semejante firmeza analítica “expulsa a esa mujer esclava y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no tendrá parte de la herencia de mi hijo, Itzjak”, que obviamente tenía una visión de la realidad y un juicio más claro que Abraham (quien era más multifacético), era mucho más vulnerable cuando las estructuras y las certezas se desmoronaban.

La claridad de visión y pureza analítica que le permitió desenredar las complejidades y llegar a lo más profundo, hizo que Sara fuese incapaz de lidiar con paradojas y contingencias. No pudo enfrentar las posibilidades alternativas y responder las complejas preguntas que le vinieron a la mente en ese último momento de su vida, por lo que no pudo superar la experiencia, no pudo ver la luz al final del túnel.

De todas formas, cuando Abraham e Itzjak volvieron a casa después de la intensa experiencia y prueba que habían atravesado, fueron recibidos con este doloroso aspecto de la Akedá: descubrieron que Sara había fallecido. No estaba destinada a ser parte de la familia post-Akedá.

[Sara] gritó seis veces, correspondientes a las seis notas de tekiá del shofar. No había terminado de hacerlo cuando murió (Midrash Vaikrá Rabá 20:2).

En su muerte, Sara comenzó un proceso de tekiot, lamentos que se asocian a los que emanan del shofar que tocamos cada año en Rosh HaShaná.

Esas tekiot nos recuerdan no sólo la Atadura de Itzjak, que terminó con el sacrificio de un carnero en su lugar, y no sólo el llanto de Sara al escuchar la noticia de la Akedá, sino también el Monte Sinaí, donde los sonidos del shofar emanaron en la revelación nacional de Dios y la recepción de la Torá.

Todos los años, cuando escuchamos el shofar, la memoria de Sara, nuestra matriarca de vista aguda, se nos viene a la mente mientras continuamos el proceso de introspección y búsqueda de claridad en medio de la confusión y la desesperanza, arribando finalmente a la confirmación de la certeza y significado que se encuentran en Dios y en la Torá.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.