Las guerras de los judíos

6 min de lectura

La Torá introduce la ‘ética de la batalla’.

Lectura requerida: Deuteronomio – capítulos 20, 21, 23, 25:17-19

Introducción

Todo el mundo sabe que la palabra hebrea más popular es shalom, paz. Shalom es el pensamiento final del rezo de la Amidá y también del birkat hamazón (la bendición para después de las comidas). En toda la literatura de Torá hay un gran énfasis sobre el shalom y se dice que también es uno de los nombres de Dios.1

Sin embargo, la Torá no ignora el hecho de que la guerra es una parte fundamental de los eventos humanos. En la Torá vemos cuatro clases de discusiones relativas a la guerra:

  • Las leyes de la guerra, como son descritas principalmente en los capítulos 20, 21 y 23 de Deuteronomio.

  • Las guerras que se les ordena hacer a los judíos, como la guerra en contra de Amalek (Deuteronomio 25:17-19) y la guerra en contra de las naciones canaanitas (Deuteronomio 7:1-2).

  • Las descripciones históricas de guerras, tanto internas como externas. Estas guerras aparecen a partir de Abraham, y a lo largo de toda la Torá y los profetas, terminando con la descripción de la guerra contra Babilonia en la que fue destruido el Primer Templo.

  • Profecías sobre la guerra de la era mesiánica y el lugar de esa batalla.

Para entender mejor la perspectiva judía sobre las guerras, examinaremos cada una de estas cuatro categorías.

Las leyes de la guerra

Cuando la Torá presenta leyes relativas al comportamiento en el campo de batalla, su objetivo principal es ocuparse de los instintos que se liberan durante una guerra. Cuando las personas deben negar su instinto más básico —la preservación de la vida— y sumergirse en la repugnancia inherente del asesinato, pueden desaparecer fácilmente muchos de los aspectos que nos hacen humanos y nos asemejan a Dios. Por eso la Torá introduce en la consciencia humana el concepto de “ética de guerra para evitar que el ejército y sus soldados se hundan en un estado de depravación.

Una de las primeras leyes de esta clase es la prohibición de usar hierro en la construcción del altar del Templo. El versículo dice: “Y cuando hagan para Mí un altar de piedras, no las labren, no sea que esgrimas tu espada sobre él, y lo profanes”.2 En muchas sociedades antiguas e incluso medievales, había una unión entre los guerreros y la religión. Con esta ley, la Torá delinea claramente la diferencia entre el servicio a Dios, que es sagrado y misericordioso, y el derramamiento de sangre de una guerra, que debe mantenerse fuera del Templo.

La realidad es que la guerra vuelve a las personas insensibles y crueles. Pero dado que Dios Mismo les ordenó a los judíos eliminar el mal de la tierra, Él también les prometió a los soldados que conservarían su naturaleza compasiva. En las palabras de nuestra parashá: “Para que Dios se vuelva del furor de Su ira y te conceda misericordia y sea compasivo contigo”.3

El Libro de Deuteronomio trae leyes más complejas respecto a cómo y cuándo ir a la guerra, así como la forma en que se debe tratar al enemigo y al territorio capturado. Por ejemplo:

  • Deuteronomio 20:10 estipula la exigencia de intentar encontrar una solución pacífica a todo conflicto. El versículo dice: “Cuando te acerques a una ciudad para atacarla, ofrece primero la paz”. Sólo si la respuesta es negativa tienes permitido atacar, e incluso en ese caso el ejército debe dejar abierta una ruta de escape para el enemigo por si quiere dejar el campo de batalla.4

  • El capítulo 23 de Deuteronomio enfatiza la manera en que las leyes de pureza y santidad deben ser respetadas incluso en el campo de batalla. Como es bastante común que los soldados experimenten un descenso general de los buenos modales, se enseñan leyes detalladas incluso respecto a la construcción de letrinas.

En términos halájicos allí hay otro tema: está prohibido estudiar Torá en presencia de residuos humanos.5 Al ordenar la construcción de letrinas, la Torá está asegurando que incluso en el ejército continúen cumpliendo con la obligación de estudiar Torá. Al fin de cuentas, las guerras judías no se ganan gracias a los tanques y los aviones sino por los méritos espirituales.

  • Deuteronomio 20:19-20 enseña la prohibición de provocar destrucción y derroche innecesario en el contexto de la guerra. La batalla siempre es el máximo despilfarro de recursos: dinero, materiales e incluso seres humanos. Para que no nos desensibilicemos, la Torá nos enseña que cuando se usan los árboles que rodean el campo de batalla para construir fortificaciones, no se deben usar árboles frutales que pueden ser utilizados como fuente alimenticia.

Eglá arufá

El capítulo 21 de Deuteronomio presenta una ley inusual ley. La Torá dice que si se encuentra un cuerpo en el camino que une dos ciudades y no encuentran al asesino, los líderes de la comunidad deben realizar una ceremonia (donde se sacrifica una eglá- ternera) en la que asumen la responsabilidad por el delito y le piden perdón a Dios por la anarquía en su área. Esta ley es una fascinante enseñanza sobre el grado de responsabilidad que la Torá otorga a los líderes judíos.

Esta ley es aún más extraña si consideramos que es enseñada en el contexto de las leyes de la guerra (con las que no parece tener conexión alguna). Podríamos pensar que cuando un país está en guerra y el pillaje y la destrucción abundan, un cadáver más pasaría inadvertido. Por eso la Torá intenta elevar nuestra sensibilidad: puede ser que estemos obligados a ir a la guerra y matar, pero no podemos insensibilizarnos ante el valor de la vida humana. Como dijo Golda Meir: “Podemos perdonar a nuestros enemigos por asesinar a nuestros hijos, pero no por convertir a nuestros hijos en asesinos”.

Este es el enfoque judío. La guerra puede ser necesaria, pero sólo como último recurso y sin perder de vista el daño que esta puede ocasionarle al alma del soldado.

Guerras mitzvá

La segunda sección se refiere a las dos veces en que se le ordenó al pueblo judío salir a la guerra. La primera vez fue en contra de Amalek y la segunda fue para conquistar la Tierra de Israel. Estas dos guerras tuvieron razones absolutamente diferentes, y por lo tanto también tienen otras leyes.

La guerra contra Amalek fue una reacción a un ataque injustificado al pueblo judío. Cuando el pueblo judío viajaba por el desierto, inmediatamente después del Éxodo de Egipto, Amalek lo emboscó. Amalek no temía ser atacado por los judíos y tampoco le interesaba conquistar la tierra judía, éramos nómadas en el desierto. Ellos nos atacaron para mostrarle al mundo que los judíos eran iguales al resto de las naciones y que no había necesidad de tomar en serio los eventos milagrosos del Éxodo y la partición del mar. Este ataque sin sentido y descarado provocó la enemistad eterna entre Amalek y Dios.

Sin embargo, más allá de amenazar la existencia física del pueblo judío, Amalek estaba principalmente atacando los elevados ideales que los judíos habían introducido al mundo. El pueblo judío demostró el principio de la libertad de la esclavitud humana y la servidumbre a Dios. Los déspotas del mundo no podían permitir algo así, por lo que Amalek atacó esta idea y a quienes la representaban. En consecuencia, se les ordenó a los judíos erradicar por completo esta oposición. Un ser humano no podría tomar una decisión como esta, pero así es la sabiduría de Dios: al mostrar semejante desprecio por la libertad y el valor de la vida, Amalek renunció a su lugar en el mundo.

La segunda orden fue la guerra para conquistar la Tierra de Canaán. En este caso, los judíos primero debían intentar adquirir la tierra de manera pacífica y la guerra era el último recurso. Bajo el liderazgo de Moshé y luego de Iehoshúa, los judíos enviaron cartas advirtiendo a los canaanitas que podían abandonar la tierra pacíficamente o permanecer allí bajo el dominio judío.6

Este mandamiento debe ser entendido bajo la perspectiva de la propiedad de la Tierra de Israel. Dios había prometido la tierra a Abraham y a sus descendientes para que fuera una posesión eterna.7 Abraham, Itzjak, Iaakov y las doce tribus vivieron en la tierra, pero la dejaron temporariamente durante el exilio egipcio. Cuando el pueblo judío regresó, lo primero que hizo no fue atacar, sino sugerir a los cananeos (que habían usurpado la tierra) que volvieran a sus hogares tradicionales. Sólo peleamos contra quienes eligen atacarnos.

Guerras históricas

El tercer aspecto de la guerra que encontramos en la Torá consiste de relatos históricos sobre batallas que ocurrieron. Hay muchas, pero es interesante hablar de una batalla específica que no ocurrió. Al comienzo del Libro de Reyes, se habla de una rebelión en contra de la casa de David. El Rey Rejabam se estaba preparando para pelear contra los rebeldes (ver Reyes 1, desde 12:23 en adelante), cuando el profeta fue a hablarle y detuvo la guerra. “No tienes derecho a luchar contra otros judíos. No es un enemigo, sino un hermano”. Rejabam escuchó al profeta, replegó a su ejército y volvió a casa. La Torá está enfatizando que la guerra civil sólo puede tener lugar bajo las circunstancias más extremas.

El último aspecto de la guerra que es discutido en la Torá se refiere a la era mesiánica, ejemplificada por el inmortal versículo que es repetido dos veces en los profetas: “Convertirán sus espadas en arados”.8 No hay mayor testimonio respecto a que la paz es el objetivo supremo del judaísmo.

Por un lado, la Torá es realista y sabe que en un mundo con enemigos puede ser necesario ir a la batalla. Pero la guerra no es noble. Puede ser tolerada en caso de necesidad. Debe ser dirigida para que no se nos vaya de las manos, y contenida dentro de las directivas Divinas. Debemos mantener firmes los objetivos y sueños del pueblo judío respecto a la generación de un mundo pacífico, civilizado y consciente de la realidad Divina.


1 Talmud – Shabat 10b

2 Éxodo 20:22

3 Deuteronomio 13:18

4 Maimónides (Reyes 6:4,5,7) con Késef Mishne

5 Oraj Jaim 83:1 con Mishná Brurá 5

6 Maimónides (Reyes 6:5)

7 Génesis 15:18

8 Isaías 2:4; Mijá 4:3

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