Dolor Privado, Comentarios Públicos

3 min de lectura

¿Por qué la gente cree que mi vida privada está abierta para la discusión pública?

A veces me pregunto si la gente se da cuenta de que un pequeño comentario puede causar mucho dolor.

¿Por qué si tu situación es conocida, la gente asume que puede preguntarte lo que sea sobre ella en público? Parejas que no tienen hijos, gente que está enferma o desfigurada, alguien que está teniendo un problema de negocios o que está atravesando un divorcio; y la lista continúa.

Estar en un mundo que pone su atención en el matrimonio es mi experiencia pública de dolor.

Me da vergüenza saber que tanta gente está al tanto de mi desafío (en la comunidad en la que vivo, el hecho de ser soltera es visto como un importante desafío en la vida). Me veo forzada a hablar sobre cosas muy privadas y a responder preguntas que nunca le preguntaría a otra persona. La desenvoltura con la que la gente me habla sobre las citas y sobre mi vida privada es muy dolorosa y me confunde.

Comencé a clasificar las palabras insensibles en una escala de 1 a 10; me hace sentir mejor y me ayuda a poner la idiotez de la gente en el marco de “¿Qué estaban pensando?”, para tomármelo con humor. Sí, todos tienen buenas intenciones, pero si escucho de nuevo alguna de estas expresiones…

  • “Cada cita te está acercando más a tu media naranja”.
  • “Este va a ser el año”.
  • “No conozco a nadie que sea lo suficientemente bueno para ti”.

En las comidas de Shabat, los niños pequeños me miran y me preguntan si tengo marido y luego me preguntan ¿por qué no?. La semana pasada en el almacén casher fui acorralada por una mujer que escuchó que había un muchacho dentro de mi rango de edad en la ciudad. Le iba a preguntar si era apropiado conocer al muchacho antes o si yo solamente debería saltar sobre él, porque en este mercado una chica no debería ser exigente.

“¿Qué debería decir?”. La respuesta casi siempre es: “Nada”.

Las palabras son poderosas. La gente no quiere tirarte piedras y causarte daño; puede que realmente estén preocupados y sean amables. La gente quiere saber: “¿Qué deberíamos decir?” y la respuesta casi siempre es: “Nada”. La clave es pensar antes de hablar. Evalúa si puedes llegar a causar algún daño. Si la respuesta es sí, entonces no lo digas.

Nos gusta estar al tanto de todas las cosas y estar involucrados, pero eso no debería ser a expensas de otras personas. Si surge un tema doloroso, el hecho de reconocer que no tienes nada para decir y admitirlo es una muestra de apoyo. No tienes que tener todas las respuestas.

Nadie quiere decir cosas que rompen tu corazón. Simplemente no se dan cuenta de que cuando termina la conversación quieres tirarte en la cama y llorar. Pasé mucho tiempo preguntándome por qué yo era el recipiente de tantos de estos “comentarios de preocupación”. Creo que Dios me está enseñando a ser más sensible. Cuando veo a alguien en una situación que no entiendo o con la que no me puedo relacionar, tengo que frenar antes de hablar. No sé cómo se sienten. No sé qué los hará acobardarse y querer esconderse. Quizás lo que estoy por decir los lastimará mucho.

Quizás Dios me ha hecho la receptora de tantos “palazos y pedradas” para que pueda ser más cuidadosa con los demás. Cuando quiero hacerle a alguien una pregunta inapropiada sin ningún motivo real, lo pienso dos veces. La sensibilidad parece ser un ejercicio real que requiere mucho entrenamiento. Dios me dio la oportunidad de tener mucho entrenamiento, y si eso significa que puedo evitar que alguien sufra, ¿acaso no es eso una bendición?

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