Otro Rompimiento

4 min de lectura

Aquí estoy de nuevo, después de un rompimiento muy decepcionante, tratando de entender qué es lo que Dios quiere de mí.

Vivo en una comunidad que promueve un comprometido estilo de vida familiar. Es un hermoso lugar, pero puede ser muy doloroso para alguien soltero. Pareciera ser que uno no es una persona de verdad si no tiene un anillo en el dedo. La gente se sorprende de que yo sepa cómo cocinar. Se sorprenden de que invito a otras personas a quedarse en casa y que las agasajo, como si una vez que salieras de debajo de la jupá supieras mágicamente cómo cocinar, limpiar, hospedar, disfrutar de compañía y hacer otras miles de cosas.

Eso es parte del porqué romper es cada vez más difícil. Cada vez se torna más doloroso y decepcionante. No creí que sobreviviría a mi última relación fallida como una persona emocionalmente sana. Finalmente, después de haber salido con tanta gente, había llegado alguien con quien yo podía proyectarme a futuro.

Sentí que habría podido volver a casa al final del día a un lugar que no es sólo para uno, sino a un hogar que está lleno de amor, quizás niños y con una sensación de futuro, no sólo un costoso lugar de almacenamiento con camas. Alguien con quien compartir el día, y con quien realizar sueños y esperanzas. Construir un hogar judío. Poder presentarlo a los amigos y a la familia. Que te miren con absoluto placer y felicidad en lugar de la habitual sonrisa con un dejo de tristeza y lástima. Oh, ella todavía está sola.

Parecía ser que todos los sueños de todos esos años podrían realmente convertirse en realidad. Pero aquí estoy de nuevo, después de una de las rupturas más decepcionantes, preguntándome si alguna vez tendré esas cosas, tratando de entender qué es lo que Dios quiere de mí.

Antes de volverme completamente loca, entra en juego “la semana de los caprichos”.

Tengo mi propio programa de cinco pasos por el que atravieso cada vez. Los primeros días después de una ruptura estoy adormecida. No quiero hablar con nadie sobre “lo que pasó”. Sólo quiero arrastrarme hasta la cama y pensar en lo que salió mal esta vez.

Luego me pongo emocional. ¿Por qué de nuevo? ¿Por qué yo? ¿Qué es lo que Dios quiere de mí? Si quiere que sea una persona cuerda, ¿Por qué tengo que seguir atravesando esto? ¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué es tan importante estar con alguien? No fui puesta en la tierra para estar casada, sino para tener una relación con Dios, para ser productiva en Su mundo. Entonces, ¿¡por qué debo pasar por esto una y otra vez!?

Con la ira viene el “Nunca voy a salir de nuevo. ¿Por qué debería hacerlo? Es como mirar un programa malo de TV – sé cómo va a terminar, ¿entonces para qué seguir mirando?”.

Antes de volverme completamente loca, entra en juego la “semana de los caprichos”. Puedo comprar lo que sea o consentirme con lo que quiera durante una semana. ¿Helado en un martes cualquiera? Sí. ¿Manicura? Seguro. ¿Una cartera nueva o un par de zapatos extravagantes? Ningún problema. Sé que las cosas se están saliendo un poco de control cuando quiero salir y comprar un auto nuevo. “La semana de los caprichos” llega solamente hasta ahí.

Me di cuenta de que si quiero seguir siendo “normal” tengo que salir de esto, la vida tiene que continuar. Sé que tengo que crecer a partir del dolor y continuar con fuerzas renovadas. Todas las personas más increíbles que conozco han experimentado dificultades en sus vidas. Llega un momento en el que tengo que decidir: “¿Dejaré que esto me mate, o que me fortalezca?”. Mi peor miedo es convertirme en una vieja soltera y amargada. Las personas amargadas y egoístas ya no quieren dar. Después de esta última ruptura yo sólo quería comprarme un perro – al menos alguien que me ame. ¡Y yo detesto a los perros!

Tuve una caída dura, pero si no me levantaba, estaría varada en el mismo lugar para siempre.

Tuve una caída dura, pero si no me levantaba, estaría varada en el mismo lugar para siempre. Nadie más me podía levantar. Me obligué a comenzar a estudiar de nuevo. Escuchar una clase en mi auto, abrir un libro con historias inspiradoras. También observé a otras personas que están atravesando dificultades mucho peores. Mi amiga con tres hijos pequeños que está atravesando un tratamiento que la deja agotada durante meses cada vez, otra que ha estado tratando de tener hijos por años y no logra concebir. Conozco familias que son tan pobres que no pueden poner comida sobre la mesa. ¡Tanto dolor! Y yo me estoy quejando porque Dios ve en mí tanto potencial para crecer, que continúa enviándome estas malas relaciones para ponerme a prueba. ¡Debería estar feliz!

Ciertamente estoy lista para pasar esta prueba, y admito que varias veces le he pedido a Dios que me ponga un 1 en la prueba y que me deje continuar. A todos se les administra dolor en dosis que pueden soportar, de maneras que están hechas a medida para ellos, y yo no deseo cambiar mi dolor, pero ver a los otros sufrir hace que mi dolor parezca mucho menos importante.

Cuando Yaakov esperó siete años para casarse con Rajel, la Torá dice que esos años fueron “Keyamim ajadim”, traducido normalmente como “unos pocos días”. Una traducción más literal sería “días individuales”. Yaakov toleró su espera viviendo un solo día a la vez. Mi espera por mi esposo debe ser de un solo día a la vez, enfocándome en utilizar los días para crecer y no para sufrir.

Tengo que apreciar las cosas que hay en mi vida, a pesar de que siento que algo inmenso está faltando. Hay tanto que puedo hacer. No fui puesta en este planeta solamente para estar casada, sino para tener una relación con Dios. Y estoy trabajando en esa relación. Tratando de dejar que Él me ame y de que me muestre el camino. Quiero enfocarme en todo el bien que Él hace por mí cada minuto de cada día.

Una vez que estoy fuera del pozo, todo es más claro. Puedo verme saliendo de nuevo. Si el próximo no es el indicado para mí, puede que sea el indicado para alguien que conozco que está tratando de casarse.

EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.