Lejaim, ¿por la vida?

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Tzav (Levítico 6-8 )

Ideas de la parashá inspiradas en las enseñanzas de Rav Yaakov Weinberg zt''l.

La vida es buena. Sin ninguna duda eso es lo que sentimos la mayoría de las personas. Por eso el brindis judío más común es lejaim, por la vida. Es cierto, hay dificultades. Pero en definitiva vale la pena sufrir un poco con tal de poder experimentar los placeres de la vida.

La parashá de esta semana confirma nuestra observación al describir la ofrenda de gratitud, el korbán todá. Rashi (Levítico 7:12) declara (parafraseado):

Una persona que se salva de un peligro potencial, lleva una ofrenda de gratitud (al Templo). Hay cuatro clases (de personas que llevan esta ofrenda): quien viajó por el mar, quien cruzó el desierto, quien es liberado de la prisión y un paciente muy enfermo que se recuperó. Como dice el versículo en Salmos (107:22): "Deberían agradecerle a Dios por Su bondad, y por Sus maravillas con la humanidad".

Interesante y providencialmente, las iniciales de las palabras que designan a estos cuatro grupos forman la palabra jaim, que significa "vida": javush (prisionero), isurim (enfermedad), iam (mar) y midbar (desierto) (Shulján Aruj 219:1). En nuestra época, cumplimos con esto recitando una bendición llamada Hagomel (“Quien otorga favores”).

Con certeza, le agradecemos a Dios por salvarnos de un posible desastre porque deseamos estar vivos. Sabemos que es bueno estar vivos.

Esto es lo que expresamos con la plegaria modé aní cada mañana al despertarnos:

"Te agradezco, Rey Vivo y Eterno, que me hayas devuelto mi alma con misericordia. Tu confianza es grandiosa".

La vida es buena.

Por esta razón, resulta extremadamente confuso el siguiente pasaje del Talmud en Eruvín 13b:

Durante dos años y medio, las academias de Hilel y Shamai mantuvieron un debate. Una escuela sostenía que hubiera sido mejor no haber sido creados, mientras que la otra opinaba que era mejor haber sido creados. Finalmente concluyeron que hubiese sido mejor no ser creados, pero que una vez que ya fuimos creados, debemos examinar y refinar nuestras acciones.

Si hay un pasaje del Talmud que necesita explicación, es este. No es posible que el Talmud diga lo que parece decir. Dios es la Fuente suprema de bondad. Él decidió crear el mundo. ¿Cómo podemos sentarnos a debatir si Su decisión fue correcta? ¿Acaso hay otra alternativa fuera de concluir que al crearnos Dios realizó un acto de absoluta generosidad y bondad? ¿Qué clase de discusión mantuvieron Hilel y Shamai?

De la misma forma que sería imposible entender literalmente un pasaje del Talmud que dijera que 2 + 2=77, lo mismo ocurre con este pasaje. Debe haber una explicación distinta al entendimiento superficial de las palabras. ¿Cuál es el significado más profundo?

Podemos caer en la tentación de sugerir (como puede parecer a partir de una lectura simple de Tosafot, aunque esto tampoco debería entenderse superficialmente), que si bien para los rectos es beneficioso ser creados, la mayoría de las personas no cumple la voluntad de Dios y por lo tanto serán castigadas. Por lo tanto para ellas hubiera sido mejor no ser creadas.

Incluso si tratáramos de encajar esta explicación en el lenguaje del Talmud, que no indica en ningún momento que hable sólo de los malvados, sería muy difícil tolerarla. ¿Es posible que Dios creara un mundo en el que sólo una persona de cada 100 logra justificar la creación, mientras que para el resto la creación es perjudicial? Si es así, imitando a Dios, podríamos concluir que está permitido hacer sufrir a cien personas siempre que una se beneficie. ¿Esto puede considerarse como que Dios es la fuente suprema de bondad?

La explicación más bien es la siguiente. Dios creó a la humanidad y es obvio que para todos es beneficioso haber sido creados. Hilel y Shamai no cuestionan la decisión de Dios de crear. La pregunta es si, desde nuestra perspectiva, deberíamos sentir que es bueno haber sido creados.

Toda persona puede llegar a pecar aunque sea una vez, tal como dice el versículo de Kohélet 7:20: No hay persona tan recta sobre la tierra que siempre haga el bien y nunca peque. Por lo tanto, Hilel y Shamai se preguntaron si todos los beneficios de ser creados se justifican desde nuestra perspectiva humana, si esto implica que inevitablemente desilusionaremos a Dios y le causaremos dolor con nuestro pecado.

Si un bebé supiera que al nacer le causará a su madre un intenso dolor, debería creer que todos los beneficios de nacer no justifican tener que causarle ese dolor. Incluso si la madre dice que vale la pena atravesarlo, el niño debe pensar que jamás querría poner a su madre en tal sufrimiento, incluso si después él se beneficiará del mismo.

Así también deberíamos sentirnos en nuestra relación con Dios. Sabemos que la creación de Dios es una increíble bondad. Pero el Talmud dice que no sabemos si deberíamos estar arrepentidos de haber sido creados, ya que esa realidad implica causarle a Dios algún dolor como resultado del pecado. Concluimos en el Talmud que, desde nuestra perspectiva humana, no deberíamos haber elegido la existencia, porque en cierta medida incluye la posibilidad de pecar y decepcionar a Dios. Pero una vez que Dios ya nos creó, debemos examinar y refinar nuestras acciones. Debemos hacer nuestro mejor esfuerzo para evitar angustiar y decepcionar a Dios lo menos posible.

Dios no es sólo un creador distante sino que Él es un padre amoroso. Siempre debemos tener esto presente.

Los niños tienen el deseo natural de satisfacer a sus padres. Deberíamos hacer que nuestra meta sea desear brindarle placer a nuestro Padre Celestial.

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