Reflexiones incómodas para judíos cómodos

5 min de lectura

Metzorá (Levítico 14-15 )

Ideas de la parashá inspiradas en las enseñanzas de Rav Yaakov Weinberg zt''l.

Hay algo raro. El orden de las parashiot Tazría y Metzorá es inusual.

Estas parashiot describen las leyes de tzaráat, una enfermedad similar a la lepra que aflige a la persona principalmente a causa de los chismes y las calumnias, de hablar lashón hará. Esta lepra podía aparecer en tres lugares: en el cuerpo de la persona, en su ropa o en los muros de su hogar. La Torá enseña primero las leyes referentes a lepra y su impureza en el cuerpo y luego nos instruye sobre la ropa. En este punto termina la parashá Tazría.

La parashá Metzorá comienza con una descripción del procedimiento mediante el cual el cuerpo de una persona que padece tzaráat vuelve a la pureza, a través de un servicio de ofrendas. Recién después de analizar este largo servicio, aprendemos cuáles son las leyes de la lepra en los muros del hogar.

¿No hubiera sido más lógico analizar primero las leyes del cuerpo, la ropa y el hogar, y solamente después hablar sobre la forma en que un leproso vuelve a la pureza? Otra opción hubiese sido explicar las leyes para purificar el cuerpo junto con la descripción de cómo una persona se vuelve leprosa. ¿Por qué la Torá interrumpe el flujo lógico y sólo menciona las leyes del hogar al final, aislando las leyes de la lepra en la casa de las otras formas? Aparentemente, las leyes de la lepra en la casa constituyen una categoría aparte. ¿Pero por qué?

Una segunda pregunta, que responderemos primero, es la siguiente: la ley es que la lepra en las casas sólo puede ocurrir en Israel y no fuera de Israel, en el exilio (Tratado de Negaim 12:4). Esto se debe al lenguaje en este versículo: Pondré una aflicción sobre una casa en la tierra de tu posesión (Levítico 14:34). Pero no ocurre lo mismo respecto a las leyes de la ropa y del cuerpo, en donde la lepra puede aparecer tanto dentro como fuera de Israel. ¿A qué se debe la diferencia? Si las leyes de la lepra en la casa existen como disuasivo y como proceso de purificación por transgresiones de difamación y habla malvada, ¿por qué no aparecen fuera de Israel, tal como ocurre con la lepra en la ropa y el cuerpo?

La diferencia es que fuera de Israel no tenemos habitaciones ni hogares reales. No nos pertenecen. Poseemos nuestra ropa y nuestros cuerpos adonde sea que estemos, pero nuestros hogares fuera de Israel no nos pertenecen. Siempre anhelamos y planeamos volver a Israel y vivimos en nuestros hogares en el exilio de forma temporaria.

Sólo aquello que nos pertenece para siempre se ve afectado por la lepra.

Debemos entender que Dios no diseñó al azar las leyes de la lepra como castigo por lashón hará. Tampoco fue arbitraria la aplicación de la lepra sólo a los cuerpos, las ropas y los hogares. Estas leyes también podrían haber afectado utensilios, animales y libros, pero no lo hacen. Obviamente, existe una fuerte relación entre chismear y difamar a alguien y sufrir lepra en general y en particular en el cuerpo, la ropa y la casa. Es medida por medida.

La lepra es la consecuencia adecuada por lashón hará, porque invade tu intimidad y te fuerza a ser humillado en público, que es lo que el comentario original le causó a su víctima. La ropa dignifica a la persona y el lashón hará invadió la dignidad de su víctima. Por esa razón al chismoso se le quita su ropa.

De la misma forma, cuando hablamos lashón hará debemos salir de nuestros hogares porque mediante nuestro lashón hará privamos a nuestra víctima de la comodidad y la privacidad en su hogar. En algunos casos, puede llegar a sentir que tiene que irse a vivir a otro lado debido a la vergüenza que le provocó nuestro lashón hará. Por lo menos ya no se siente tan cómodo y relajado en su hogar como antes del lashón hará. Puede sentirse un poco paranoico ahora que todos hablan sobre él.

Por lo tanto, si nuestro lashón hará le quitó a la víctima la dignidad y la privacidad, dos cosas que realmente le pertenecen, la aflicción de lepra sólo puede aparecer de la misma forma. No aparecerá fuera de Israel, en un hogar que no es realmente nuestro, porque las consecuencias no son acordes al crimen. Incluso en un caso donde la víctima del lashón hará también vive fuera de Israel, la lepra no llegará a la casa del chismoso. Porque la víctima no perdió la comodidad en su hogar real. En cierto sentido, no tiene derechos reales sobre su hogar fuera de Israel, por lo que no se hizo mucho daño en lo referente a la casa. Pero el daño hecho a su dignidad y a su privacidad en general sí amerita la aparición de lepra en las ropas y el cuerpo, porque sus ropas y su cuerpo sí le pertenecen, más allá de la tierra en que viva.

Derivamos de todo esto que el único lugar al que los judíos realmente pertenecen y la única tierra que en verdad es nuestra, es Israel. Sin embargo, por desgracia, la mayoría de los judíos que viven en la diáspora no consideran que su hogar es temporal y es muy raro que consideren la posibilidad de abandonar las comodidades del exilio para cumplir el mandamiento de vivir en Israel.

Por lo menos, deberíamos anhelar y esperar ansiosamente nuestro retorno a Israel cuando venga el Mashíaj (Mesías). Esto lo aprendemos de Maimónides (Leyes de los Reyes 11:1): Todo el que no cree que el Mashíaj vendrá o no espera su llegada, niega la Torá. Debemos saber que sin el Mashíaj nos falta algo importante en la vida. No hay mayor destrucción para el alma judía que no ser consciente de la amargura del exilio y la diáspora.

Hay una historia sobre un rabino que apreciaba esta idea y estaba construyendo una ieshivá en los Estados Unidos. El constructor le ofreció utilizar madera finlandesa, que dura 150 años antes de comenzar a podrirse, en lugar de madera común, que dura 90 años. El rabino le dijo: "Use madera común. No queremos hacer que nuestra estancia fuera de Israel sea demasiado permanente".

Una de las preguntas que nos harán después de estar 120 años en este mundo es: "¿Anhelaste la salvación (de Dios e Israel)?" (Shabat 31a). ¿Qué significa anhelar? Es cuando le hacen una biopsia a un paciente y este tiene que esperar tres días para recibir los resultados y saber si el crecimiento es benigno o no. ¡Cómo espera! ¡Esos tres días son eternos! Y, el tercer día, cada vez que suena el teléfono hay mucha ansiedad. ¿Será finalmente esa la llamada que estuvo esperando?

¿Esperamos que venga el Mashíaj? ¿Nos preguntamos a menudo por qué necesitamos un Mashíaj? ¿Qué nos falta? Este es un síntoma de nuestro padecimiento espiritual. Ya no reconocemos la necesidad de relacionarnos con Dios en el lugar más sagrado y con la mayor cercanía, que es lo que traerá el Mashíaj al mundo.

Utilizamos nuestras comodidades y la libertad del exilio para servirle mejor a Dios, pero nunca debemos sentirnos demasiado apegados a nuestra cultura ni a la tierra.

Deberíamos anhelar la era en que abandonaremos para siempre el exilio y nos uniremos nuevamente con nuestra tierra, con nuestra nación y con Dios. Algún día estaremos todos juntos en Jerusalem. Que sea pronto.

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