Dar con dignidad

4 min de lectura

Behar (Levítico 25:1-26:2 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

En muchos lugares de la Torá se nos instruye dar caridad a los pobres. Uno de esos llamados es en la parashá Behar: “Si tu hermano empobrece y sus medios se estrechan en tu proximidad, lo fortalecerás, tanto si es un converso como un residente, para que pueda vivir contigo” (1).

Los comentaristas explican que este versículo en particular se enfoca en darle a quien ha comenzado a perder su independencia financiera, pero aún no está en la situación de ser realmente aní (pobre) (2). La Torá nos alienta específicamente a dar a ese tipo de persona, a tal punto que algunos de los comentaristas señalan que darle a quien está en camino hacia la pobreza es una mitzvá por sí misma (3). La lógica de esto es que cuando uno le da a alguien que aún no depende completamente de otros, esa persona tiene un menor sentimiento de vergüenza por ser receptor de dicha caridad.

El Rambam, en su descripción de las leyes de caridad, desarrolla esta idea. Escribe que hay ocho niveles diferentes de dar caridad, y que la forma más elevada es ayudar a la persona a lograr la autosuficiencia económica (4). Su fuente son las palabras en esta parashá, “y lo fortalecerás”. El Beit Yosef explica que esta es la forma más elevada de caridad porque con ella se le permite al receptor volverse independiente y no sentir la vergüenza inherente de recibir. Esto se debe principalmente a que no se ve a sí mismo como que está pidiendo una ayuda. Sabemos que es parte de la naturaleza humana querer ganarnos nuestro propio sustento, y que perdemos nuestro sentido de dignidad cuando nos vemos forzados a recibir regalos. Por lo tanto, dar haciendo que el receptor no se sienta indigno se considera una gran proeza, incluso por sobre al acto de dar en sí mismo.

Aprendemos de esto una importante enseñanza que aplica a todas las formas de bondad y caridad: es sumamente importante que el receptor sienta la mínima cantidad de vergüenza posible al recibir. De hecho, la forma más elevada sería intentar que el receptor no sintiera que está siendo ayudado en absoluto, ¡sino que sienta que es él quien está ayudando! Esta idea es traída en una novedosa interpretación de una difícil Guemará.

La Guemará comenta que si una persona dice: “Daré esta moneda a caridad para que mi hijo viva”, implicando específicamente que el mérito de esta mitzvá restaure la salud de su hijo enfermo, esa persona es un tzadik gamur, una persona sumamente recta (5). Muchos comentaristas preguntan por qué esta persona que realiza la mitzvá explícitamente con motivos ulteriores merece un halago tan grande. Rav Mordejai Banet explica, de manera homilética, que la Guemará se refiere a una persona que da caridad buscando asegurar que el receptor no sienta ninguna vergüenza al aceptar su donación. Por eso le dice al pobre que, por el contrario, él —el donante— es quien se beneficiará con la donación de caridad, porque tiene un niño enfermo que probablemente se curará por el mérito de esta mitzvá. La Guemará enseña que tal persona, que inventa una manera para dar caridad evitando la humillación en el receptor empobrecido, es un tzadik gamur, una persona excepcionalmente pía.

En esta misma línea, se cuenta la historia de un hombre que compró maderas y las apiló en el porche de la entada de su casa. Cuando encontraba a un pobre, lo contrataba para mover la madera desde la entrada hasta el fondo de la casa, y cuando encontraba otro pobre, lo contrataba para llevar las maderas de nuevo al porche. Así, ayudaba financieramente a quienes la necesitaban con desesperación, asegurando preservar su dignidad haciéndoles sentir que se habían ganado el dinero, en lugar de haber recibido una ayuda (6).

No siempre es posible hacer que el receptor sienta que es el dador, pero siempre es fundamental intentar mantener su dignidad tanto como sea posible. Uno de los grandes baalei jésed de los últimos años que sobresalió en esta área fue Rav Zalman Ashkenazi. Él creó la organización Mesamjei Lev, mediante la que miles de pobres recibían alimento y ropa. Era responsable de la distribución de 62.000 pares de zapatos, 15.000 kilos de matzá y 4.000 cajas de vino antes de Pésaj, 150.000 kilos de carne roja y pollo antes de las Altas Fiestas, cerca de 500 canastas de mishlóaj manot a viudos y viudas, conteniendo cada uno un sobre con dinero antes de Pésaj, y ayudó a financiar decenas de bodas para novias y novios huérfanos cada año. Sin embargo, no le bastó con sólo proveer tal cantidad de ayuda material. Siempre le preocupó mucho que los receptores conservaran su dignidad. A pesar de intentar siempre permanecer en el anonimato, cuando era identificado por los receptores lo único que preguntaba era: “¿Es lo suficientemente digno? ¿No es deshonroso?”.

Vimos que dar de forma tal que el receptor pueda mantener su honor es tan importante, que dar así es la forma más elevada de caridad. Que todos tengamos el mérito de darle a los necesitados, pero sin que ellos sientan que son receptores.


Notas:

(1) Vaikrá, 25:35.

(2) Rashi, Vaikrá, 25:35.

(3) Ver Óhel Moshé, Vaikrá, 25:35 para un comentario extenso sobre este tema.

(4) Rambam, Mishné Torá, Hiljot Matanot Aniim, 10:7-14. Por ejemplo, darle un préstamo o ayudarlo a encontrar un trabajo. El Beit Yosef agrega que incluso un regalo obvio no avergüenza a la persona que no está en una situación de absoluta necesidad, porque es normal que los amigos se den regalos unos a otros incluso si no están en una situación de gran necesidad.

(5) Pesajim, 8a-b.

(6) La explicación de Rav Banet, y la historia adjunta, fueron tomadas de un relato escrito de una clase de Rav Eli Mansour, shlita.

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