Desear la grandeza

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Vaietzé (Génesis 28:10-32:3 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

Y Dios recordó a Rajel, y Dios la escuchó, y abrió su útero. Ella quedó embarazada y tuvo un hijo, y dijo: ‘Dios ha quitado mi oprobio’. Y llamó su nombre Iosef, diciendo: ‘Que Hashem me agregue otro hijo’”1.

Después de muchos años de esterilidad, la matriarca Rajel tuvo finalmente el mérito de dar a luz a un hijo, y su reacción ante este alegre evento fue pedir otro. Esta reacción es un poco sorprendente… ¡es como si un niño le pidiera a sus padres otro regalo en lugar de agradecerles por el regalo que acaba de recibir2!

En realidad, el deseo de Rajel no era un deseo de tener más en el ámbito de la gashmiut (lo material), sino que era producto de su gran deseo de crecer en rujaniut (espiritualidad). Para Rajel, tener más hijos significaba tener un rol más fundamental en la construcción de la nación judía, y eso era precisamente lo que reflejaba su pedido. Por lo tanto, la petición de Rajel era en realidad similar a la petición de alguien que acaba de terminar de estudiar una sección de la Torá y que le pide a Dios que le permita completar otra. No es una señal de ingratitud, sino que es una expresión del deseo que tiene la persona de crecer espiritualmente.

Esta idea también nos ayuda a entender otro difícil versículo de esta parashá. Después de que Lea dio a luz a cuatro hijos en una rápida sucesión, la Torá nos dice que Rajel estaba celosa de su hermana mayor3. Rashi explica que Rajel estaba celosa de las buenas acciones de Lea porque sentía que había recibido muchos hijos gracias a su rectitud.

Basado en este razonamiento, lo lógico habría sido que Rajel luchara para mejorar sus acciones. Sin embargo, en lugar de hacerlo, le pidió a su esposo Yaakov que rezara por ella. ¿Por qué no luchó primero para mejorar su propio comportamiento en lugar de pedirle a Yaakov que rezara4?

Quizás podemos explicar que entre las “buenas acciones” que envidiaba Rajel estaba el intenso deseo de Lea de procrear para tener el mérito de construir la nación judía. Consecuentemente, Rajel se esforzó para emular el gran deseo de Lea, y una forma para hacer esto era pedirle a un hombre justo como Yaakov que rezara por ella; está acción era en sí misma una forma de mejorar sus acciones.

Hay otra sección de la Torá en la cual aprendemos una lección más poderosa aún sobre el poder del deseo de las matriarcas de construir la nación judía. La Torá nos cuenta que, después de que Lea tuvo cuatro hijos, dejó de dar a luz. Sin embargo, ella no interrumpió sus esfuerzos por tener más hijos5. Incluso estuvo dispuesta a darle los dudaim6 de su hijo a su hermana Rajel a cambio de otra oportunidad para tener más hijos. Después de estos intensos esfuerzos, la Torá escribe: “Y Dios oyó (vaishmá) a Lea, quedó embarazada y le dio un quinto hijo a Yaakov7”. Los comentaristas notan que no hay ninguna mención de que Lea haya rezado para tener más hijos. ¿Entonces por qué la Torá dice que Dios la oyó? ¡Lea no dijo nada! Rashi explica que, en este sentido, la palabra vaishmá se refiere a percibir: “Dios percibió que Lea deseaba y luchaba para crear más tribus y, como resultado de ese deseo, Él le concedió otro hijo8”. Aprendemos de aquí que Dios sí puede responder a un intenso deseo espiritual que es acompañado por un gran esfuerzo, incluso cuando una persona no reza por ello.

Estos ejemplos demuestran la importancia de desarrollar un intenso deseo por crecer en temas espirituales. Una persona no puede lograr nada importante en el ámbito espiritual sin este deseo.

La siguiente historia es un excelente ejemplo sobre la importancia del deseo y la voluntad para alcanzar grandes logros en el ámbito espiritual. Una vez hubo una reunión de muchos de los grandes rabinos de la generación y de los descendientes de los líderes de la generación anterior, incluyendo al Jafetz Jaim. Rav Iejézquel Sarna, el grandioso Rosh Yeshivá de Hebrón, se paró para hablar y sorprendió a todos al decir que había una persona que había logrado más por el pueblo judío que todos los que estaban allí presentes, incluyendo a sus ilustres antepasados. Es más, afirmó con seguridad que una vez que les dijera de quien se trataba, todos estarían de acuerdo. ¿Quién era esa grandiosa persona?

Era Sara Shenirer, la fundadora del movimiento Beit Yaakov. La Sra. Shenirer era una mujer normal que vivió en una época en la que no había educación formal para las jóvenes judías. Consecuentemente, las jóvenes judías de las familias observantes estaban alejándose de la Torá por montones. La dimensión de esta tragedia se vio acentuada por el hecho de que, dada la falta de mujeres idóneas, muchos eruditos de Torá no lograban encontrar una pareja adecuada. No es exagerado decir que el futuro del pueblo judío corría gran peligro.

Sara Shenirer reconoció la amenaza y fundó la primera red de escuelas de Torá para mujeres, conocidas hoy como Beit Yaakov. Con la guía de grandes rabinos como el Jafetz Jaím y el Rebe de Ger, tuvo un éxito que superó sus más descabelladas expectativas y logró asegurar el futuro de la observancia judía. Entonces, cuando Rav Sarna le reveló a la audiencia la identidad de esta salvadora del pueblo judío, todos concordaron unánimemente con su afirmación de que ella había hecho más por el pueblo judío que todos los presentes9.

¿Cómo tuvo el mérito de hacer algo tan grande? Rav Sarna explicó que fue porque ella estaba dispuesta a llorar por las jóvenes judías que estaban alejándose de la nación judía10. El dolor que sentía por la destrucción espiritual que estaba ocurriendo y su deseo por mejorar la situación fueron la clave de su ímpetu para salvarlas. Es más, pareciera obvio que Dios oyó su intenso deseo de mejorar la situación y le dio mucha siata dishmaia (ayuda Celestial) en todos sus esfuerzos.

Una persona puede vivir su vida hasta cierto punto en una especie de piloto automático; es decir, avanzar por la vida sin tener ningún deseo de lograr verdadera grandeza espiritual. Aprendemos de las matriarcas que la única forma de alcanzar la grandeza es desarrollar un fuerte deseo en el ámbito espiritual y actuar para materializarlo. Dios quiera que todos nosotros ameritemos emular a las matriarcas y alcanzar la verdadera grandeza.


1 Vaieitzé 30:22-24.

2 Es cierto que también le agradeció a Hashem por quitarle el oprobio, pero igualmente su pedido de más hijos debe ser entendido.

3 Vaietzé 30:1.

4 Esta pregunta la hace el Beer Yosef, Rav Yosef Salant, en Parashat Vaietzé.

5 Vaietzé 29:35.

6 Son un tipo de hierba a la que se le atribuye la capacidad de aumentar la fertilidad.

7 Vaietzé 30:17.

8 Rashi, ibíd. Cf. Sforno y Or HaJáim que escriben que Lea sí rezó para tener más hijos.

9 Lo escuché de Rav Nóaj Weinberg, de bendita memoria.

10 “Seis milenios de grandes líderes”, p. 217-218.

 
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