Entendiendo el Omer

5 min de lectura

Emor (Levítico 21-24 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

La parashá de esta semana resume las mitzvot relacionadas con la ofrenda del Omer. Dios nos ordena llevar una ofrenda de cebada al Templo en el segundo día de Pesaj y contar cuarenta y nueve días desde entonces hasta el día previo a Shavuot.

Rav Yosef Salant formula varias preguntas en su obra Beer Yosef sobre el Omer (1). Entre ellas, él nota que la ofrenda del Omer tenía el mismo volumen que otras ofrendas similares: un décimo de efá (2). Sin embargo, esta es la única ofrenda cuyo volumen es descrito con el nombre de Omer en lugar de decir simplemente “un décimo de efá”. ¿A qué se debe el cambio de nombre?

Segundo, Rav Salant cita al Séfer Hajinuj que dice que el propósito de Sefirat HaOmer (la Cuenta del Omer) es contar hacia el día de Matán Torá (la Entrega de la Torá), que es Shavuot. Contamos para mostrar nuestra excitación por llegar a este sagrado día (3). Rav Salant señala que, a partir de la explicación del Séfer Hajinuj, es difícil ver una conexión directa entre el Omer y Matán Torá, ya que pareciera que simplemente hay 49 días entre un evento y otro y que nosotros contamos los días que hay entre ambos. ¿Hay alguna conexión entre la ofrenda del Omer y Shavuot o efectivamente son dos instancias desconectadas?

Rav Salant responde la primera pregunta diciendo que la otra ocasión en que la Torá usa la palabra omer es cuando habla del Maná que recibieron los judíos en el desierto. La Torá declara en parashat Beshalaj que Dios le ordenó al pueblo que recogiera del Maná “un omer por persona” (4). El Midrash también conecta la ofrenda del Omer con el Maná, diciendo que la ofrenda era una forma de agradecimiento del pueblo judío a Dios por el Maná que recibieron en el desierto.

Luego continúa explicando que durante su estadía en el desierto, el pueblo no tuvo que realizar ningún esfuerzo para conseguir su sustento. El Maná caía directamente del cielo sin que la gente tuviera que realizar ningún esfuerzo. Es más, sin importar la cantidad de Maná que una persona tratara de recoger, nunca podía tomar más de lo que le correspondía; siempre recibía exactamente lo que necesitaba. Dado que no debía ocuparse de su sustento, el pueblo tenía libertad para involucrarse en el estudio de Torá y en el servicio Divino.

Sin embargo, cuando entraron a la tierra de Israel, el maná dejó de caer y tuvieron que ganarse el sustento por medio del esfuerzo físico. Con este cambio vino un nuevo peligro: cuando una persona ve que su esfuerzo genera frutos, entonces existe el riesgo de que su confianza en Dios se debilite y que le atribuya en cambio el éxito a su propio esfuerzo. Para que esto no pase, la Torá nos dio la ofrenda del Omer: le ofrendamos a Dios el primer producto de la temporada, reconociendo que Él es la única fuente de nuestro sustento.

Al conectar el Omer con el Maná por medio de la misma medida de volumen, la Torá nos señala que en realidad no hay diferencia entre cómo conseguíamos nuestro alimento en el desierto y cómo lo conseguíamos una vez que entramos a Israel. Tal como Dios era Quien nos proveía de alimento en el desierto, asimismo Él continuaba siendo la fuente de nuestro sustento una vez que el período milagroso había culminado. La única diferencia era que ya no ameritábamos ver milagros expuestos, por lo que nos veíamos obligados a realizar un determinado esfuerzo físico para conseguir nuestro sustento.

El Beer Yosef agrega una hermosa prueba sobre la conexión que hay entre el Maná y el Omer. Cita la Guemará en Kidushin que dice que el Maná dejó de caer cuando murió Moshé, pero que la gente continuó comiendo lo que había quedado hasta que entraron a la tierra de Israel el 16 de Nisán (5), ¡la misma fecha en la que llevamos la ofrenda del Omer! De esta forma, cada año comenzamos a contar el Omer el día en que el Maná dejó de ser nuestra fuente de sustento para enseñarnos que el sustento que representa el Omer es en realidad una continuación del sustento que personificaba el Maná.

Rav Salant continúa con la explicación de la conexión entre el Omer y Shavuot. Hasta este momento hemos visto cómo el Omer nos enseña que nuestro sustento viene de Dios. Sin embargo, esa conciencia no es suficiente ya que también debemos darnos cuenta que ganarnos el sustento no es un fin en sí mismo, sino que es un medio para un objetivo más elevado: permitirnos tener paz mental para poder enfocarnos en nuestras actividades espirituales sin que la preocupación por nuestro sustento nos abrume. De esta forma, la Torá conecta la cuenta del Omer con Shavuot para enseñarnos que el objetivo del sustento —simbolizado por el Omer— es llevarnos a Matán Torá, es decir, permitirnos estudiar y observar la Torá como corresponde.

Por lo tanto, contamos el Omer durante cuarenta y nueve días para tomar cada vez más conciencia de que Dios es la única fuente de nuestro sustento, y que Su objetivo al sustentarnos es permitirnos acercarnos a Él por medio del estudio y la observancia de la Torá.

Las lecciones del Maná han tenido gran relevancia a lo largo de la historia judía. En la época del profeta Jeremías, el pueblo priorizaba el trabajo por sobre el estudio de Torá. Jeremías exhortó a la gente a convertir el estudio de Torá en su objetivo principal, pero le contestaron que necesitaban enfocarse completamente en su trabajo para poder sobrevivir (6). Jeremías respondió mostrándoles un contenedor de Maná que había sido almacenado en el Templo (7): les demostró que Dios tiene muchas maneras para proveerle el sustento al hombre, por lo que debían darse cuenta de la futilidad de enfocarse en el sustento físico en perjuicio de su bienestar espiritual.

Ya no tenemos el Maná para despertarnos, pero seguimos teniendo la mitzvá de contar el Omer, el cual sigue siendo un recordatorio constante de que ir más allá de lo aceptable en el esfuerzo físico no sirve de nada, ya que Dios es el único proveedor de nuestro sustento. Además, nos recuerda que el propósito de tener nuestras necesidades físicas cubiertas es poder enfocarnos en acercarnos a Hashem (8).

Esas lecciones se aplican de manera diferente a cada persona; no hay una cantidad de tiempo fija que uno deba pasar trabajando, estudiando o involucrándose en búsquedas espirituales. Sin embargo, durante el período de Sefirat HaOmer, vale la pena que toda persona invierta unos momentos para analizar el balance que hay entre su ocupación en temas materiales y espirituales. ¿Trabajas más de lo realmente necesario? En tu tiempo libre, ¿te enfocas en tu familia y en el estudio de Torá o llevas tu trabajo a casa? Haciendo estas preguntas uno podrá internalizar las lecciones del Omer.


Notas:

(1) Parashat Emor pp.48-55.

(2) Es una medida seca que contiene el volumen de 43,2 huevos de tamaño promedio (Jumash Artscroll, Parashat Emor, p. 684).

(3) Séfer Hajinuj, Mitzvá 306.

(4) Parashat Beshalaj 16:16.

(5) Kidushín 38a.

(6) Un comentarista escribe que este incidente ocurrió en una época de hambruna.

(7) Ver Parashat Beshalaj 16:32, en donde Moshé le instruye a Aharón que ponga

este contenedor en el Tabernáculo como recordatorio del Maná para las generaciones futuras. Rashi cita este incidente en su comentario a este versículo.

(8) En este sentido, el Rambam explica que todas las bendiciones físicas prometidas en el Shemá como recompensa a la observancia de la Torá no son la recompensa más grande. En realidad, Hashem nos recompensa brindándonos el sustento para que podamos enfocarnos en temas espirituales, porque la recompensa verdadera por respetar las mitzvot es la oportunidad de hacer más mitzvot.

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