Entendiendo los pecados en el desierto

5 min de lectura

Behaalotjá (Números 8-12 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

La parashá comienza con el pueblo judío a punto de entrar a Israel, pero termina con una serie de pecados que culmina con el de los espías y el decreto de pasar cuarenta años en el desierto. Entre los pecados que cometió el pueblo judío en esta parashá están su deseo excesivo de abandonar el Monte Sinaí después de estudiar Torá allí durante casi un año (1) y el pecado de la carne o lujuria, donde se quejaron por el maná y exigieron recibir carne en su lugar.

Vistos en un nivel superficial, esos pecados muestran una imagen muy crítica de las acciones del pueblo judío. Son descritos como un pueblo lujurioso, motivado por la búsqueda de placeres físicos básicos y que menosprecian la profunda satisfacción resultante del estudio de Torá en el Monte Sinaí y los beneficios espirituales de comer el maná del cielo.

Pero eso no puede ser la realidad, pues es claro que el pueblo judío estaba en un nivel espiritual muy elevado. Habían vivido varios milagros durante el Éxodo y acababan de oír a Dios comunicándose directamente con ellos. Por lo tanto, es imposible entender los eventos de la parashá en un nivel superficial. Al igual que con todos los pecados enumerados en la Torá, es claro que debe haber habido razones entendibles que guiaron el comportamiento del pueblo, y que su pecado debe haber sido muy sutil.

Rav Abraham Grodzinsky (2) responde estos problemas. Explica que el pueblo judío había estado viviendo una vida más allá de las leyes de la naturaleza. No comían comida normal, no necesitaban ocuparse en tareas domésticas como lavar ropa, no debían trabajar la tierra y veían constantemente milagros. En general, este no es el estilo de vida que Dios les da a los seres humanos; se supone que debemos vivir en el mundo natural y físico, esforzándonos para elevar el mundo físico mediante su uso para fines espirituales. Dios no quiere que seamos como malajim (ángeles), quienes no tienen las pruebas de los hombres, sino que desea que utilicemos nuestro libre albedrío para superar esas pruebas y ganarnos así nuestra relación con Él. Sin embargo, Dios, en Su sabiduría, decidió que la generación del desierto necesitaba vivir una vida similar a la de los ángeles. Necesitaban esa época de pura espiritualidad para prepararse para su vida futura dentro de las leyes de la naturaleza. Esta fase les permitiría, en el futuro, involucrarse en el mundo físico sin perder de vista el objetivo de conectarse con Dios.

La aparente desventaja de esta situación es que mientras vivían un estilo de vida sobrenatural, no enfrentaban las pruebas y subsecuentes oportunidades para desarrollar una relación con Dios superando al iétzer hará, la inclinación hacia el mal. En lugar de eso recibieron en bandeja la relación con Dios, sin habérsela ganado.

Ese es el contexto que llevó a los eventos de nuestra parashá. Después de pasar casi un año sumergidos en pura espiritualidad, sintieron que ya estaban preparados para reingresar al mundo físico. Su motivación fue esencialmente leshem shamáim (por motivos altruistas); quisieron aplicar toda la espiritualidad que habían absorbido en Har Sinai para elevar el mundo físico.

Esa fue la razón de su deseo por abandonar el Monte Sinaí. No estaban motivados por un deseo infantil de escapar, sino por un anhelo de vivir una vida en donde pudieran elevar el mundo físico. Esto también nos ayuda a entender el porqué rechazaron el maná y desearon comer carne. El maná epitomizaba un estilo de vida sobrenatural, y se sintieron preparados para abandonar ese estado temporario para comenzar una existencia en donde comerían alimentos normales y vivirían de acuerdo a las leyes de la naturaleza. Esto, creyeron, les permitiría acercarse más a Dios, pues enfrentarían todas las pruebas que acompañan una existencia física.

Con esto hemos desarrollado un entendimiento mucho más sofisticado de los pecados del pueblo judío en el desierto. Sin embargo, de todas formas fueron severamente castigados por sus acciones, lo que nos indica que debe haber habido algún sutil error en su razonamiento.

Rav Grodzinsky explica que el momento para que volvieran a una existencia normal aún no había llegado. Todavía necesitaban un poco más de tiempo viviendo por encima de la naturaleza para prepararse lo suficiente para los desafíos que los esperaban. Su deseo de cambio fue un poco prematuro y por lo tanto, si Dios les hubiera dado el gusto, las consecuencias hubieran sido graves, porque no hubieran logrado superar las pruebas que enfrentarían en el futuro. Más aún, su castigo fue particularmente severo porque no deberían haber hecho sus propios cálculos respecto al momento en que estaban listos para abandonar la existencia sobrenatural, sino que deberían haber confiado en el juicio de Dios (3).

Rav Grodzinsky deriva dos enseñanzas vitales de esta explicación de los pecados en el desierto. Primero, que necesitamos un tiempo de preparación espiritual en el que estemos protegidos de los muchos desafíos que caracterizan al mundo exterior, y es esencial que no abandonemos esta situación de manera prematura, porque hacerlo significaría exponernos a desafíos que no tenemos el nivel para superar. Segundo, aprendemos que hay un momento en el que debemos, de alguna forma, abandonar esa burbuja espiritual y entrar en el mundo físico de los desafíos. Dios no quiere que vivamos siempre como ángeles, sino que desea que elevemos el mundo físico y, al hacerlo, alcancemos una verdadera cercanía a Él.

Estas enseñanzas varían mucho de acuerdo a cada persona, pero los principios generales aplican a todos. Nosotros no tenemos la oportunidad de vivir por sobre la naturaleza, como lo hizo la generación del desierto. Sin embargo, el equivalente de la actualidad es el tiempo invertido en el crecimiento espiritual, en un lugar que protege de las distracciones de la vida diaria. Normalmente, este lugar es representado por una yeshivá o midrashá, donde la persona puede enfocarse en construirse espiritualmente sin verse demasiado distraído por las preocupaciones físicas. Es altamente recomendable que todo el que tenga la oportunidad de pasar un cierto tiempo (no hay una cantidad correcta de cuánto tiempo es necesario) en una yeshivá o midrashá, lo haga. En estos refugios espirituales se puede crecer más en un período menor de tiempo, ahorrando años de esfuerzo para crecer mientras nos encontramos simultáneamente enfrentados a los desafíos diarios de la vida.

Para quienes no tienen esta oportunidad, o quienes ya han pasado esa etapa de la vida, el mensaje de Rav Grodzinsky continúa siendo relevante. El tiempo que pasamos en el beit midrash (sala de estudio) o en la sinagoga representa un microcosmos de ese tiempo de preparación espiritual. Los rabinos destacan que, en este tiempo, es esencial que una persona se desconecte de la vida exterior y se dedique por completo a sus objetivos espirituales. Por ejemplo, se aconseja que uno apague todos sus aparatos electrónicos mientras estudia y reza, para que no pueda verse distraído por las ocupaciones mundanas.

La segunda enseñanza de Rav Grodzinsky también es relevante a nuestro estilo de vida. De alguna forma, hay un momento en que todos necesitan abandonar la consagrada existencia de espiritualidad pura. Esto no necesariamente significa dejar de estudiar o enseñar Torá todo el tiempo; puede manifestarse en la forma de casarse y tener hijos. Esas etapas de la vida requieren invariablemente que uno se involucre en temas en los que la espiritualidad no es tan obvia, como al llevar las finanzas de una familia, alimentar a los niños y leer historias para dormir. Sin embargo, dado que Dios nos exige que entremos a estas fases de la vida, es claro que son parte de nuestro servicio Divino. Para otras personas, esta fase puede requerirles entrar al mundo laboral, donde enfrentan nuevos desafíos acompañados de nuevas oportunidades de crecimiento que no tenían en la yeshivá. Ejemplos de esto incluye la prueba de ser honesto en los negocios y mantener niveles apropiados de modestia.

Como sea que estas lecciones se manifiesten, las enseñanzas de Rav Grodzinsky son claras. Que ameritemos aplicarlas correctamente en nuestras vidas.


Notas:

1. ¡Nuestro sabios dicen que dejaron el Monte Sinaí con una actitud similar a la de un niño que sale de la escuela!

2. Un hombre grandioso, fue mashguíaj (guía espiritual) de la gran Yeshivá de Slobodka. Fue asesinado por los nazis durante el Holocausto.

3. Esto parece ser el denominador común detrás de todos los pecados de grandes personas que son tratados en la Torá. Tienen motivaciones aparentemente entendibles, pero el problema es que invariablemente involucran alguna forma de ir en contra de una orden de Dios. Ejemplos de esto incluyen el pecado de Adam, el pecado del Becerro de Oro y el pecado de los espías.

 

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