Esfuerzo espiritual

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Vaiakel-Pekudei (Éxodo 35-40 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

Después de completar la construcción del Mishkán (Tabernáculo), los trabajadores no lo pudieron levantar debido a su gran peso. Como Moshé no había participado en los trabajos, Dios quería que él tuviera el honor de erigirlo; consecuentemente, Dios le dijo que hiciera el intento y que el Mishkán se elevaría por sí mismo, pero que para los videntes parecería como si él lo hubiera hecho (1).

Este incidente presenta una dificultad: Moshé recibió el crédito por erigir el Mishkán pero, en realidad, él no hizo nada, sino que fue Dios quien lo levantó. ¿Cómo podemos entender esto?

La verdad es que las personas sólo podemos hacer mitzvot porque Dios nos permite que las hagamos. Dios sustenta constantemente al mundo y a todo ser humano que hay en él; sin esta ayuda celestial no podríamos hacer nada. La única diferencia en el caso del levantamiento del Mishkán es que allí fue un milagro expuesto, mientras que las mitzvot que hacemos son milagros ocultos. La recompensa que recibimos por nuestras mitzvot no es por el resultado, sino por el esfuerzo que hacemos. Moshé hizo el esfuerzo para levantar el Mishkán, y por lo tanto, se le acredita haberlo hecho.

El Siftei Jaim desarrolla este tema un poco más: dice que todos estamos conscientes de que no tenemos la capacidad de lograr nada en el mundo físico sin la ayuda de Dios. Entonces, ¿por qué hacemos tantas actividades?

Después del pecado de Adam, Dios decretó que el hombre debería hacer un esfuerzo físico para sobrevivir. Sin embargo, "debemos estar conscientes de que, en realidad, nosotros no logramos nada; nuestras acciones no son más que la realización del esfuerzo necesario para cumplir con el versículo de ‘comerás el pan con el sudor de tu frente’" (2).

Todo nuestro trabajo para ganarnos el sustento y el resto de nuestras actividades mundanas son resultado de esta guezerat hishtadlut (decreto de que uno debe hacer un esfuerzo físico); Dios nos exige hacer el esfuerzo, pero debemos reconocer que a final de cuentas nosotros no hacemos nada.

Sin embargo, estamos mucho menos conscientes de que esto también es verdad incluso en el ámbito espiritual. Tenemos libre albedrío, que es la capacidad de decidir entre el bien o el mal, pero sin embargo el resultado final está más allá de nuestro control. Por ejemplo, una persona puede esforzarse mucho para comprar un hermoso etrog, pero puede que cuando llegue el momento de usarlo en Iom Tov, el etrog se caiga y se le rompa el pitam (pedúnculo), lo cual invalida al etrog para su uso. Podemos tomar la decisión de hacer la mitzvá, pero sólo Dios puede permitirnos cumplirla por completo.

Basado en el principio de que la guezerat hishtadlut aplica tanto al mundo físico como al espiritual, uno podría querer igualar estos mundos en otro aspecto: Confiar en Dios es más importante que hacer el esfuerzo en el mundo físico; cuanto más bitajón (confianza en Dios) tengamos, más recibiremos, independientemente del esfuerzo que hagamos. Asimismo, uno podría querer entender el mundo espiritual de la misma forma: que la tarea principal en el mundo espiritual es el bitajón y que el esfuerzo es meramente un factor secundario.

Sin embargo, el Siftei Jaim enseña que es incorrecto igualar por completo el mundo físico con el mundo espiritual en este aspecto, y argumenta que en este punto hay una diferencia crucial entre estos dos mundos: "En asuntos materiales, el esfuerzo requerido es un castigo que uno debe asumir y no es bueno aumentar la pena (es decir, uno debería minimizar el esfuerzo lo máximo posible). En contraste, en el servicio a Hashem la persona debe hacer tanto esfuerzo como le sea posible y luchar con todas sus fuerzas…".

Podemos ver esta historia ilustrada en la siguiente historia sobre Rav Shraga Feivel Mendlowitz:

Cuando era adolescente, Hertzl Shejter siempre llegaba unos minutos tarde a la clase de las 9:00 am de Tanaj que dictaba Rav Shraga Feivel, hasta que un día recibió la noticia de que el jefe quería hablar con él. Hertzl entró al cuarto temblando. “Hertzl, ¿cuándo vas a comenzar a llegar a la hora?”, le preguntó Rav Shraga Feivel. Moviéndose nerviosamente en su silla, Hertzl sólo pudo decir “Im irtzé Hashem (3)”. Pero Rav Shraga Feivel no iba a ser disuadido con tanta facilidad. “Nein”, comenzó a menear su cabeza, “no im irtzé Hashem, im irtzé Hertzl (no si Hashem quiere, sino que si Hertzl quiere)” (4).

Hay ocasiones en que una persona no debería consolarse con el hecho de que Hashem se asegurará de que todo salga bien, sino que debe tomar la iniciativa ella misma.

Y si hay un entendimiento equivocado sobre el rol del esfuerzo en el servicio Divino del individuo, entonces esto claramente también es cierto con respecto al pueblo judío como un todo. Uno podría verse tentado a pensar que, más allá de lo mala que sea la situación, Dios no dejará que se deteriore indefinidamente y que podemos confiar en que eventualmente las cosas mejorarán automáticamente. Esto es un error muy grave; si la gente no toma medidas para resolver los problemas, entonces estos sólo persistirán. Dios quiere que mejoremos a través de nuestros propios esfuerzos.

Esta idea aparece expresada en la Mishná de Pirkei Avot: "En un lugar donde no hay un hombre, hishtadel [intenta] ser un hombre" (5). Muchos comentaristas explican que esto significa que cuando hay pocas personas atendiendo las necesidades de la comunidad, uno debe asumir la responsabilidad y hacerse cargo (6). Rav Shimshon Rafael Hirsh escribe que en circunstancias normales uno debería ser humilde y evitar la publicidad. Sin embargo, cuando hace falta gente para servir a la comunidad, entonces la humildad y la modestia son absolutamente inapropiadas. En cambio, uno debería hacer lo que fuera necesario para mejorar la situación, incluso si eso implica recibir publicidad indeseada (7).

Cabe mencionar que la Mishná eligió utilizar la palabra hishtadel, cuando podría haber dicho “en un lugar donde no hay un hombre, un hombre”. La razón es que la palabra hishtadel implica un gran esfuerzo; la Mishná nos está enseñando que no alcanza con meramente tratar de ayudar a la comunidad, sino que uno debe hacer un gran esfuerzo.

Una pregunta que la gente suele hacer es “¿por qué Dios permitió que ocurriera el Holocausto?”. Obviamente este tema no puede ser explicado con facilidad, pero hay otra pregunta que puede ayudar a responder la primera: “¿Por qué el hombre permitió que ocurriera el Holocausto?”. Dios creó el mundo y lo supervisa constantemente, pero sin embargo le dio al hombre control sobre el mundo; el hombre tiene la capacidad para construirlo o para destruirlo. Es el accionar del hombre el que lleva al dolor y al sufrimiento, no Dios.

Moshé estuvo dispuesto durante toda su vida a esforzarse al máximo para cumplir con la voluntad de Dios; consecuentemente, Dios le dio la capacidad de alcanzar resultados sobrehumanos, como levantar las vigas del Mishkán. Podemos aprender de esto que lo único que Dios quiere es que hagamos el esfuerzo, ya que los resultados están en Sus manos.


Notas:

(1) Rashi, Pekudei 39:33.

(2) Siftei Jaim, Midot veAvodat Hashem, Tomo 2, p.24.

(3) Esto se traduce como “si Dios así lo quiere”.

(4) Rosenblum, Reb Shraga Feivel, p. 175.

(5) Avot 2:6

(6) Ver Rashi, Bartenura, Tiferet Israel, Mili deAvot, Rav Hirsh en Avot.

(7) Ibíd.

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