Haciendo las paces

4 min de lectura

Koraj (Números 16-18 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

La parashá de esta semana describe la disputa más famosa de la Torá, en la cual Koraj y sus secuaces desafiaron el liderazgo de Moshé. Después de que Koraj, Datán y Aviram iniciaron flagrantemente la disputa con Moshé y Aharón, Moshé intentó hacer la paz con ellos. Primero trató de apaciguar a Koraj, y cuando eso falló, fue donde Datán y Aviram. “Y Moshé llamó a Datán y a Aviram, los hijos de Eliav…” (1). Rashi, citando el Midrash Tanjumá, nos cuenta que Moshé estaba tratando de apaciguarlos con divrei shalom (2). El Midrash aprende de esto que uno nunca debería persistir en una disputa, sino que siempre debería tratar de hacer la paz (3).

Es destacable que la Torá haya enseñado esta lección en el contexto de la disputa entre el grupo de Koraj y Moshé, en la cual el primer grupo era claramente culpable por la iniciación de la disputa y se había comportado de manera deplorable. Así y todo, Moshé no dudó en intentar apaciguarlos, lo cual es una poderosa lección aplicable en todo tipo de disputas.

En la mayoría de las disputas los protagonistas tienden a creer que la culpa está completamente en el adversario y por lo tanto se rehúsan a ceder e insisten en que el otro debe rendirse o disculparse. Pero ellos deberían aprender de la conducta de Moshé en esta disputa: intentó hacer la paz a pesar de no tener realmente ninguna culpa. El Jatam Sofer comenta que uno debe hacer todo lo posible para lograr la paz. Comenta además que dado su historial de antagonismo con Moshé, era muy poco probable que Datán y Aviram se apaciguaran con las palabras de éste.

En la Torá hay un concepto conocido como jazaká, que consiste en asumir que una situación continuará de la misma forma que fue hasta ahora. De acuerdo a este principio, Moshé no debería haber intentado apaciguar a Datán y a Aviram siendo que las posibilidades de éxito eran mínimas. Pero sin embargo, dice el Jatam Sofer, aprendemos de los intentos de conciliación realizados por Moshé que en las disputas no seguimos el concepto de jazaká. ¿Por qué? Porque las disputas son tan nocivas que debemos hacer todo lo posibles para lograr la paz, independientemente de cuán remota sea la posibilidad de tener éxito (4).

La respuesta de Datán y Aviram ante los intentos de Moshé demuestra exactamente cómo uno no debería conducirse en una disputa. “…pero ellos dijeron: Rehusamos presentarnos ante ti… ¿has de arrancar los ojos de estos hombres?, no nos presentaremos ante ti” (5).

El Jafetz Jaim escribe que estas palabras demuestran cuán necios fueron Datán y Aviram en su rechazo de incluso hablar con Moshé. Explica que cuando le dijeron a Moshé que no hablarían con él incluso “si arrancara los ojos de estos hombres”, estaban refiriéndose a sus propios ojos y que preferían que les arrancaran los ojos a hacer paz con Moshé. Así, dice el Jafetz Jaim, vemos que hay personas que pueden enredarse tanto en una disputa que prefieren padecer grandes sufrimientos antes que perder la discusión. Él relata la historia de un altercado que amenazó con destruir la vida de uno de los protagonistas y, como resultado, su familia fue a prisión. Cuando la desesperada esposa le imploró que abandonara esa destructiva disputa, el protagonista contestó que estaba dispuesto a que él, su esposa y su familia fueran a prisión con tal de ganar.

¿Por qué es tan difícil para los contendientes reconciliarse? Una razón es que a una persona le resulta muy difícil reconocer que debería asumir al menos parte de la culpa por el desarrollo de la disputa. La naturaleza humana tiende a empujar a la gente a enfocarse en los defectos de los demás y en las fortalezas propias. En consecuencia, cuando una persona está en medio de una discusión angustiante, le resulta muy difícil aceptar la más mínima culpabilidad por su desarrollo. Las palabras del Malbim al respecto brindan una penetrante idea sobre la naturaleza errónea de esta actitud.

En una ocasión el Malbim se encontró en medio de una amarga disputa. Sus alumnos le preguntaron cómo podía haber una disputa tan terrible, teniendo en cuenta lo que dice la Torá sobre Koraj y Moshé: “Nunca volverá a haber como Koraj y su asamblea” (6). Los estudiantes entendían que esa frase significaba que nunca volvería a haber una disputa amarga, por lo que no comprendían cómo el Malbim podía estar metido en esa situación. El Malbim explicó que esas palabras de la Torá tenían otro significado, y que se referían en realidad a que esa fue la única vez en la historia en que un lado estaba completamente equivocado y el otro completamente acertado. Koraj y sus asociados estaban absolutamente equivocados en sus argumentos y eran culpables por el desarrollo de la discusión. En contraste, Moshé actuó de manera absolutamente correcta y justificada. Fue la única vez en que un lado estuvo completamente justificado y el otro tenía toda la culpa. El Malbim, en un acto de gran humildad, estaba reconociendo que tenía que asumir algo de culpa por el majloket en el cual estaba metido (7).

La explicación del Malbim nos enseña que todo quien está metido en una disputa está equivocado al creer que tiene toda la razón, ya que la Torá atestigua que eso es imposible. Por lo tanto, toda persona en esa situación tiene que aceptar su responsabilidad por la escalada de la disputa, y al hacerlo, le será más fácil enfocarse en su culpa y no en la de su adversario, lo cual a su vez lo llevará a reconocer que debe rectificar sus errores e ignorar los de su “enemigo”. Esta actitud ayudará a la persona a emular las acciones de Moshé al tratar de apaciguar a Datán y a Aviram.

Toda persona se encontrará inevitablemente a lo largo de su vida con situaciones de conflicto. Y cuando eso ocurra, uno debe tomar una decisión: puede validar el comportamiento propio y negarse neciamente a admitir cualquier error, o bien puede tragarse su orgullo, ser el “adulto” de la situación e iniciar la reconciliación. Al elegir la segunda alternativa la persona estará emulando a Moshé, quien estaba dispuesto a acercarse a Datán y a Aviram a pesar de que ellos estaban completamente equivocados.

Es más, en nuestras discusiones deberíamos buscar la paz incluso con más ímpetu que Moshé, siendo que ambas partes tienen culpa que asumir. Los conflictos de este tipo no se limitan a discusiones grandes, sino que también a los desacuerdos normales en la pareja y entre amigos, colegas, estudiantes, etc. Cuando una persona se rehúsa a agachar la cabeza en incidentes de este tipo, lo único que logra es prolongar y aumentar la amargura. Sin embargo, emulando a Moshé, la persona asegurará que prevalezca el Shalom.


Notas:

(1) Koraj 16:12.

(2) Literalmente se traduce como palabras de paz.

(3) Rashi, Koraj 16:12.

(4) Talelei Orot, Bamidvar, p.278.

(5) Koraj 16:12-14.

(6) Koraj 17:5.

(7) Talelei Orot, p. 303.

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