La fortaleza de Iosef

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Miketz (Génesis 41:1-44:17 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

La porción de Torá Miketz, continúa con el relato de la destacada posición de Iosef en Egipto, detallando cómo él toleró un sufrimiento terrible y, de todos modos, surgió finalmente como virrey de Egipto. Rav Itzjak Hutner explica en profundidad el rol especial de Iosef en el desarrollo de la nación judía (1). Es educativo analizar la contribución de Iosef y cómo se materializó con sus acciones en Miketz.

Rav Hutner nota que, mientras que Iosef era una más de las 12 tribus, pareciera jugar un rol más importante que el de sus hermanos en el desarrollo de Klal Israel (la nación judía). Por ejemplo, cada hermano era representado por una tribu, mientras que Iosef, a través de sus dos hijos Efraim y Menashé, fue representado por dos tribus. Rav Hutner nota también un detalle único de Iosef: su muerte es mencionada dos veces, una al final del libro de Bereshit (2) y otra al comienzo de la parashá Shemot (3). En contraste, las muertes de los hermanos son mencionadas sólo en Shemot. ¿Cómo entendemos la naturaleza del rol de Iosef?

Rav Hutner explica que Iosef está en un punto medio entre los avot ‘patriarcas’ y las shevatim ‘tribus’ (4). En un aspecto está cerca de ser un av, uno de los ‘patriarcas’, pero en otros aspectos es como una de las tribus. Rav Hutner explica que el estatus de “av” se le adjudica a Abraham, Itzjak y Yaakov, porque cada uno tuvo un rol decisivo en la formación del pueblo judío, asegurando que perdure para toda la eternidad: Abraham fue el primer “converso” y, así, inventó el concepto de un “judío” como alguien que sigue la voluntad de Dios. Itzjak fue la primera persona sagrada desde el nacimiento, brindándole así a la nación judía un nivel de pureza y santidad necesario para su persistencia en el tiempo. Sin embargo, las contribuciones de Abraham e Itzjak no necesariamente aseguraron que la nación judía sería eterna, porque ambos tuvieron hijos que no formaron parte de la misma. Así, continúa siendo posible que sus descendientes no merezcan ser parte de Klal Israel. Yaakov fue el primero cuyos hijos en su totalidad formaron parte de la nueva nación judía. Al hacerlo, creó el concepto de que alguien nacido de una mujer judía será siempre judío, más allá de sus acciones.

Sin embargo, Rav Hutner señala que el rol de Yaakov para asegurar la continuidad judía estaba incompleto, debido a la halajá (ley judía) de que el niño de una mujer no judía no es judío, incluso si el padre lo es. Debido a esta halajá, la eternidad de Klal Israel no estaba asegurada. Es en esta área que Iosef juega un rol determinante. Él, a diferencia de sus hermanos, estaba solo en una atmósfera extraña y sujeto a grandes tentaciones, particularmente la prueba de la esposa de Potifar. Por medio de su habilidad para encarar tales desafíos y mantener su identidad como judío, Iosef infundió en todas las generaciones la capacidad para tolerar los desafíos futuros en los exilios, que ejercerían una gran presión sobre los judíos para que se asimilaran a otras naciones. De esta forma, la contribución de Iosef completó el rol de Yaakov para asegurar la continuidad judía. Yaakov creó la idea de que alguien nacido de una mujer judía siempre será judío, pero Iosef aseguró que tenga la fortaleza para evitar el matrimonio mixto.

Con esto en mente, podemos explicar por qué la muerte de Iosef está mencionada tanto al final de Bereshit como al comienzo de Shemot. El Rambán escribe que el libro de Bereshit es el libro de los patriarcas, mientras que el de Shemot es el de los hijos (5). Todas las muertes de los hijos de Yaakov, a excepción de la de Iosef, sólo son mencionadas en Shemot, porque ese es el libro de los hijos. Iosef es, parcialmente, considerado también una de las tribus, por lo que su muerte es mencionada en Shemot. Sin embargo, también es, de alguna forma, una especie de “patriarca”, gracias a que completó el rol de Yaakov. En consecuencia, su muerte también es mencionada en Bereshit. De la misma forma, ameritó tener dos tribus que descenderían de él, porque era un poco más que una tribu normal (6).

La pregunta que nos queda es: ¿Cómo logró Iosef tolerar las grandes pruebas a las que fue sometido en una atmósfera que dificulta muchísimo la fidelidad a Dios? Iosef no sólo logró permanecer fuerte, sino que también consiguió educar, en Egipto, a niños que continuarían con la tradición de los patriarcas.

En estas parashiot, vemos muchos ejemplos del comportamiento de Iosef, que pueden explicar su extraordinario apego a Dios. En el comienzo de Miketz, Iosef es, de repente, sacado de prisión y puesto delante de Paró, el hombre más poderoso del mundo. Paró le pidió que interpretara sus sueños. Incluso antes de que Paró comentara sus sueños, Iosef afirmó con confianza: “No yo, sino que será Dios quien responda [sobre] el bienestar de Paró” (7).

Todos los años leemos ese versículo sin prestar mucha atención, pero con un poco de reflexión podemos comenzar a apreciar lo asombrosas que son las palabras de Iosef. Iosef estuvo en prisión durante doce años, finalmente recibió una invaluable oportunidad para salir en libertad: sólo debía tranquilizar a Paró y podría comenzar de nuevo con su vida. Sabía que Paró no creía en el Dios judío; de hecho, creía que él mismo era un dios, su arrogancia no tenía parangón.

¿Qué diría una persona en esta situación? Si Iosef hubiese pensado que ese no era el momento adecuado para atribuirle todo a Dios, nadie lo habría criticado, presentándose a sí mismo y a sus talentos lo mejor posible. Sin embargo, Iosef no dudó en atribuirle todos sus talentos a Dios (8). Esta es una enseñanza extraordinaria respecto a la manera de actuar en un entorno extraño, una prueba que todas las generaciones de exilio han tenido que enfrentar. Uno podría intentar ocultar su judaísmo a los no judíos, buscando esconder las diferencias. Tristemente, la historia demostró que esta táctica resultó, generalmente, en asimilación. La confianza de Iosef en sí mismo, afirmando sus creencias, demostró ser una de las razones por las que él, y muchos en generaciones venideras, también lograron resistirse a la asimilación durante la larga galut.

Después de convertirse en virrey, Iosef tuvo dos hijos. Al segundo lo nombró Efraim, “porque mi Dios me hizo fructífero en la tierra de mi sufrimiento” (9). Rav Moshé Shternbuj explica que Iosef llamó a Egipto “la tierra de mi sufrimiento” incluso siendo virrey. Así, mientras reconoció que había proliferado en Egipto, esta continuó siendo la “tierra de su sufrimiento”. Iosef evitó la trampa de sentirse “como en casa” en Egipto, a pesar de su gran éxito (10).

Esta es otra razón por la que Iosef logró permanecer firme en su apego a los valores de la Torá, a pesar de haber estado rodeado de influencias ajenas. La historia ha demostrado, en muchas ocasiones, que una vez que un judío se siente demasiado cómodo en el exilio, corre un riesgo mucho mayor de asimilarse a la nación con la que convive. Esto ocurrió en Alemania, cuando los primeros judíos reformistas llamaron a Berlín “la nueva Jerusalem”, y en Estados Unidos, lugar que muchos judíos vieron como la “tierra de las oportunidades”. Lo triste es que, precisamente por el esfuerzo que invirtieron para tener éxito como norteamericanos, miríadas de judíos se perdieron del pueblo judío para siempre.

Hemos visto cómo Iosef ejemplificó la capacidad para conservar sus valores e identidad en medio de una atmósfera extraña. Y al hacerlo, infundió en el pueblo judío la capacidad para continuar su camino y rechazar la asimilación durante el largo exilio.

No es coincidencia que Miketz siempre caiga en Januca, las enseñanzas de la parashá se relacionan con esta festividad. En este caso, la conexión es clara: el exilio griego fue el primero en donde el mal de la asimilación presentó una importante amenaza a la continuidad del judaísmo. En los exilios y sufrimientos anteriores, los judíos habían mantenido su identidad. Sin embargo, los griegos fueron la primera nación que ofreció una ideología realmente tentadora. Lamentablemente, muchos judíos no pudieron aprender de Iosef y removieron alegremente todos los vestigios de su judaísmo, ¡incluso trataron de deshacer su circuncisión! Sin embargo, los jashmonaim y muchos otros judíos, resistieron la atracción del estilo de vida griego, arriesgando su vida para conservar la identidad judía. Al igual que la fortaleza de Iosef en Egipto, la victoria espiritual sobre los griegos y los helenistas (11) puede continuar sirviéndonos de guía e inspiración para resistir los desafíos del exilio hasta el día de hoy.


Notas:

(1) Pájad Itzjak, Pésaj, Maamar 49.

(2) Bereshit, 50:26.

(3) Shemot, 1:6.

(4) La Guemará en Brajot, 16b, dice que sólo hay tres avot. Entonces, Iosef seguramente no es un av, pero representa una suerte de transición entre los avot y las shevatim.

(5) Rambán, Introducción al Séfer Shemot.

(6) De hecho, los rabinos dicen que hubiera tenido doce hijos que constituyeran las doce tribus, de no haber sido por el momento de tentación que sintió con la esposa de Potifar.

(7) Miketz, 41:16.

(8) Esta idea fue oída de boca de Rav Yehoshúa Hartman shlita.

(9) Bereshit, 41:52.

(10) Táam veDáat, 41:52.

(11) Este es el nombre que reciben quienes adoptaron el estilo de vida griego.

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