La plaga de ranas

4 min de lectura

Vaerá (Éxodo 6:2-9:35 )

Perspectivas de la Torá prácticas para la vida.

La segunda de las diez plagas fue ‘ranas’. Rashi cita una fuente rabínica que describe cómo se manifestó esta plaga: primero, una única rana emergió del río, y los egipcios trataron de matarla golpeándola. Sin embargo, en lugar de dañarla, cada vez que era golpeada se multiplicaba en cantidades de ranas, hasta que las ranas fueron tan numerosas que inundaron la tierra (1).

El Stáipler ve una gran dificultad en esta declaración de los Sabios: los egipcios entendieron, después de la primera vez que golpearon la rana, que no podrían destruirla, sino que incluso obtendrían el resultado opuesto, haciendo que surgieran más ranas. Sin embargo, continuaron golpeándola muchas veces más, ¡consiguiendo sólo llenar todo Egipto de ranas! ¿Por qué no aprendieron su lección y dejaron de golpear a la rana después de ver los desastrosos resultados?

El Stáipler responde con un principio sobre cómo el destructivo rasgo del enojo causa que una persona actúe. Cuando alguien es insultado siente la necesidad de vengarse, por lo que le responde al agresor de manera similar. El agresor devuelve el insulto y la persona insultada, a cambio, siente la necesidad de devolver el insulto nuevamente, hasta que ambos se encuentran en un círculo vicioso de represalias inútiles que desata una gran pelea con consecuencias dañinas para todos los involucrados. De manera similar, cuando los egipcios fueron enfrentados con esta rana amenazadora, la reacción instintiva de ellos fue golpearla. Sin embargo, cuando salieron cantidades de ranas de la rana inicial, se enojaron aún más y, en respuesta, quisieron vengarse de la rana golpeándola nuevamente. Cuando esto volvió a fallar, continuaron con su agresividad, golpeando continuamente a la rana hasta que todo Egipto fue engullido por la plaga.

Aprendemos de esta explicación la naturaleza dañina del enojo, y cómo hace que una persona actúe de manera altamente autodestructiva (2).

Es aleccionador investigar más profundamente la razón por la que una persona puede actuar de manera tan tonta. Cuando una persona es insultada por primera vez, siente un placer inmediato al reaccionar hacia el agresor de la misma forma. Sin embargo, después de esa satisfacción inmediata, sufre una repercusión negativa más duradera, que resulta en los sentimientos negativos generados normalmente por las discusiones. Lógicamente, debería aprender su lección, reconocer el daño a largo plazo de reaccionar con enojo, y controlarse en un escenario futuro similar. Sin embargo, esto no es lo que ocurre normalmente, sino que la persona cae continuamente en la misma trampa. Su problema es que se ha habituado a enfocarse en los resultados a corto plazo de sus acciones, en lugar de en las consecuencias a largo plazo. Hace falta un gran esfuerzo y mucho crecimiento personal para liberarse de este modo nocivo de comportamiento.

Pareciera que este problema de enfocarse en los resultados inmediatos ocurre, con resultados negativos, en muchas áreas del Servicio Divino. El Midrash Tanjumá nos da un dramático ejemplo de este fenómeno. Hubo un hombre recto cuyo padre era alcohólico. En una ocasión, el hijo vio otro borracho tirado en una acequia en la calle. Unos jóvenes le estaban arrojando piedras y lo trataban de manera muy degradante. Cuando el hijo vio esta triste imagen, decidió traer a su padre a la escena con la esperanza de que viera la degradación que causa el alcoholismo. Trajo a su padre y, ¿qué hizo? ¡Fue hasta el borracho y le preguntó en qué bar había bebido el vino! El sorprendido hijo le explicó a su padre que lo había llevado allí para que viera la humillación que estaba viviendo este hombre, para que entendiera cómo se ve él mismo cuando está borracho, con la esperanza de que la escena lo ayudara a dejar de beber. Su padre contestó que su mayor placer en la vida era beber (3). Es muy probable que el padre haya sido consciente de los efectos de la bebida, pero que haya estado tan preocupado por el placer inmediato que recibía, que era ciego a su daño global.

El iétzer hará, nuestra ‘inclinación hacia el mal’, nos enceguece ante el daño a largo plazo que originará nuestro comportamiento, dificultando así el Servicio Divino. Ya sea en el área del enojo o de las adicciones, o cualquier otra área, es esencial que una persona enfrente este tema si desea materializar su potencial. La primera etapa de este proceso es reconocer intelectualmente que el modo de acción o reacción al que estamos habituados es perjudicial. Utilizando el ejemplo del enojo, una persona debe reconocer que el placer a corto plazo que siente después de gritarle a su esposa, hijo o amigo, es un placer ilusorio creado por el iétzer hará y que, en el largo plazo, sólo dañará sus relaciones.

La segunda etapa es anticipar las situaciones difíciles antes de que ocurran, para poder prepararnos intelectualmente sin ser arrollados por las emociones del momento. Así, cuando somos insultados, podemos contrarrestar la reacción natural de enojo con un semblante calmo, basándonos en el reconocimiento de que responder gritando sólo agravará la situación. No es fácil, pero con el tiempo, se puede internalizar esta conciencia intelectual y reaccionar de manera calma y medida. La plaga de las ranas nos da un entendimiento vital sobre la naturaleza destructiva del enojo y de enfocarnos en los resultados a corto plazo.

Que aprendamos las enseñanzas del Stáipler y controlemos nuestras reacciones para bien.


Notas:

1. Vaerá, 8:2, Rashi.

2. Birkat Péretz, Vaerá.

3. Midrash Tanjumá, (al final de Parashat Sheminí), citado en Sijot Musar, Maamar 1, p. 4.

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