Fe entre las pirámides

10 min de lectura

Shemot (Éxodo 1:1-6:1 )

Ideas filosóficas y cabalísticas de la parashá semanal.

Y estos son los nombres de los hijos de Israel que descendieron a Egipto con Yaakov, cada hombre con su casa bajó. Reuben, Shimón... (Éxodo 1:1)

Todos los comentaristas destacan el hecho de que este versículo, que da comienzo al libro de Éxodo, es prácticamente una repetición palabra por palabra de un versículo que encontramos al final del libro de Génesis (47:8), y por lo tanto, es totalmente redundante.

El consenso entre los comentaristas es que el objetivo de la repetición es describir el exilio egipcio desde sus inicios, y este es el punto en el que realmente comenzó el exilio.

Todo el tiempo que Yaakov estaba vivo, la estadía en Egipto no se sentía como un exilio.

Todo el tiempo que Yaakov estaba vivo, la estadía en Egipto no se sentía como un exilio. El mérito colectivo de estos grandes tzadikim era suficiente para prevenir que los egipcios impuesieran cualquier medida en contra del pueblo judío. Hasta que todos ellos fallecieron, al final del libro de Génesis, los judíos vivieron en Egipto de la misma forma que habrían vivido en Israel. Estaban totalmente envueltos en la atmósfera de santidad que generaban estas grandes personas, y se encontraban libres de la opresión externa. Sólo cuando estos grandiosos individuos fallecieron fue que el pueblo se dio cuenta que estaban en el exilio.

Consecuentemente, encontramos que las señales de opresión, el comienzo de las labores forzadas y el edicto que impuso el Faraón en contra de los niños judíos aparecen aquí.

Al comenzar el relato con la llegada de Yaakov y sus hijos, nuestra parashá se las arregla para abarcar los 210 años de exilio egipcio, ya que ésta finaliza con la primera reunión entre Moshé y el Faraón cuando Moshé tenía 80 años, es decir tan sólo un año antes del Éxodo.

Esto enfatiza el hecho de que todo este período fue parte del exilio, incluyendo los años iniciales en los cuales no hubo sufrimiento.

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Exilio egipcio

El exilio egipcio es un fenómeno sumamente extraño entre los exilios judíos. Todos los otros exilios que sufrió el pueblo judío fueron claramente por causa de sus pecados.

La Torá y los libros de los profetas están llenos de claras advertencias sobre las consecuencias de los pecados y de su clara correlación con los varios exilios que sufrió el pueblo judío. Pero el exilio egipcio no parece haber sido precedido por ningún pecado.

Y esto se ve enfatizado por la forma en que la Torá se sale de su camino para describir los inicios de este exilio. El pueblo de Israel llegó a Egipto como una pequeña tribu de 70 individuos, y sólo se convirtieron en una nación en Egipto; por lo tanto, su exilio no puede haber sido causa de un pecado nacional. Entonces, ¿por qué estaban en el exilio?

Si revisamos de cerca el concepto que tiene la Torá sobre qué es un exilio, nos sorprenderemos al encontrar que su correlación con la idea de castigo es meramente casual. Si bien no hay duda de que si el pueblo judío no hubiera cometido pecados entonces nunca habría sido forzado a experimentar cualquiera de los otros exilios fuera del exilio egipcio, de todas formas es incorrecto entender los exilios como un castigo.

De hecho, Rav Dessler explica el concepto de exilio en términos de una corrección de las fallas de carácter más que en términos de castigo.

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El propósito del exilio

Todo exilio es una prueba existencial, y la supervivencia al mismo, corrige de forma automática alguna falla básica en el sentimiento de identidad judía y en la consciencia de uno mismo. Si no existiera tal falla en el carácter, o si los judíos mismos la corrigieran sin la necesidad de una presión externa, entonces el exilio sería innecesario.

El sufrimiento que ocurre en el exilio siempre es positivo.

Pese a que el sufrimiento que viene como consecuencia de la retribución y el castigo es esencialmente negativo, el sufrimiento que ocurre en el exilio siempre es positivo.

La forma correcta de relacionarse con el exilio es percibirlo como una herramienta de corrección existencial sumamente poderosa. Los judíos necesariamente corrigen una gran falla nacional de carácter mediante soportar el sufrimiento que está asociado al exilio.

Por lo tanto, incluso ante la ausencia de pecados, el exilio puede ser utilizado como el método más efectivo que hay disponible para corregir algunas fallas de carácter dentro de la nación judía.

De acuerdo a Rav Dessler, la visión de la Torá del primer exilio —la estadía de 210 años en Egipto—, es que este exilio tenía como objetivo corregir la falla de carácter de tener una falta de fe en Dios.

La fe en Dios que reside en los corazones del pueblo judío es una herencia de nuestros patriarcas. Dios mismo declaró:

¿Acaso he de ocultar de Abraham lo que voy a hacer? Abraham seguramente se convertirá en una gran y poderosa nación, y todas las naciones de la tierra serán bendecidas por él. Pues lo he amado, porque él ordena a sus hijos y a su familia que sigan el camino de Dios, haciendo caridad y justicia, para que Dios traiga sobre Abraham aquello de lo que le había hablado (Génesis 18:17-19).

Abraham se convertiría en una gran y poderosa nación porque Dios lo amaba, y Abraham se hizo merecedor de este amor ya que él sabía cómo transmitirles a sus hijos la creencia en Dios y la adherencia a Sus caminos. Por lo tanto, la más minúscula falla en la fe de Abraham estaba destinada a aparecer en sus hijos de forma aumentada, tal como una pequeña falla en las raíces de una planta se vería magnificada en sus ramas y brotes.

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Una pequeña falla

Y efectivamente encontramos que hay una pequeña falla como esta en la fe de Abraham. Cuando Dios le prometió descendencia a Abraham, él acepto Su promesa con fe perfecta.

Y él [Abraham] confió en Dios, y Él se lo tuvo en cuenta como rectitud (Génesis 15:6).

Sin embargo, cuando Dios le prometió que le daría la tierra de Israel a su descendencia como una herencia eterna, Abraham no confió tan plenamente. Él le pidió a Dios una prueba:

¿Cómo puedo realmente saber que será mía? (Génesis 15:8).

Abraham no podía garantizar que sus hijos estarían siempre libres de pecado, y por lo tanto, le costaba creer que Dios pudiera garantizarle para siempre la tierra de Israel a su descendencia. Dado que la consecuencia del pecado es el exilio, entonces él no podía aceptar la promesa de Dios tal como venía.

Y fue precisamente por su falta de fe que Dios impuso el exilio egipcio sobre sus hijos (ver Rashi en nombre del Midrash).

El primer peldaño del carácter de la nación judía debe ser una fe inquebrantable en Dios.

El primer peldaño del carácter de la nación judía debe ser una fe inquebrantable en Dios. Para el pueblo judío, esta es una necesidad mucho más grande que un hogar nacional o que un ejército. El propósito del exilio egipcio fue desarrollar dicha fe. Es más, esto era un prerrequisito para establecer el contrato eterno con Dios en el Monte Sinaí.

¿Pero era realmente la petición que hizo Abraham una demostración de falta de fe según nuestra definición de fe? ¿Acaso Abraham no tenía razón? El ser humano tiene libre albedrío y por lo tanto nadie puede asegurar que no pecaremos, ni siquiera Dios; además, también es verdad que el castigo por los pecados es el exilio, tal como lo señala en repetidas ocasiones la Torá. Por lo tanto, ¿cómo podemos relacionarnos con el escepticismo de Abraham como una falta de fe?

Antes de que intentemos resolver esta pregunta, primero debemos explicar cómo es que el exilio de Egipto podía efectivamente remediar la falta de fe en Dios a nivel nacional.

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El remedio

Cuando Moshé le describió al pueblo judío la tierra de Israel, la contrastó con Egipto en términos del atributo de la fe:

Porque la tierra hacia la que van para poseerla no es como la tierra de Egipto de la cual salieron, en la cual podías plantar tu semilla e irrigarla al igual que un huerto. La tierra a la que están cruzando para poseer es una tierra de montañas y valles; de la lluvia del cielo tomará agua. Es una tierra que Dios busca constantemente; los ojos de Dios siempre están sobre ella, desde el comienzo del año hasta su fin” (Devarim 11:10-12).

El hecho de vivir en Egipto, cuya principal fuente de agua es el sistema de irrigación de canales que toma el sobrante del caudal anual del río Nilo, no te obliga a mantener una relación cercana con Dios. Pero en la tierra de Israel, la cual depende absolutamente de las lluvias, sólo aquellos que tienen una relación cercana con Dios pueden habitar en ella, de forma que “los ojos de Dios siempre estén sobre ellos, desde el comienzo del año hasta su fin”.

Los egipcios pueden sobrevivir sin una fe en Dios, pero Dios le entregó deliberadamente al pueblo judío una tierra en la cual la fe en Él es una necesidad de vida.

Es más, Egipto era una tierra que idolatraba a los poderes de la naturaleza, y no a alguna divinidad espiritual abstracta. Los dioses egipcios eran el sol, el motor que energiza al mundo; y el cordero, que es el signo zodiacal asociado al mes de Nisán, el primer mes de la primavera, y simboliza el poder de la renovación natural.

Los egiptólogos nos enseñan que de acuerdo a la creencia egipcia, incluso el mundo de los espíritus era un lugar natural que formaba parte del mundo físico. Después de la muerte, las almas se iban a esa parte del mundo natural y era posible equiparlas con las provisiones necesarias para que continuaran viviendo una vida de lujo.

Ahí es donde se generó la ciencia de la momificación, que es la preservación de la integridad física de quien fallece, y las pirámides, aquellas elaboradas tumbas que son una de las maravillas del mundo y en las cuales la realeza egipcia podía continuar viviendo eternamente de forma lujosa.

Por lo tanto, nuestro entendimiento histórico de la visión egipcia de la vida corresponde exactamente a la descripción que hace la Torá de Egipto como un lugar en el que la población predominante no creía en un Dios netamente espiritual.

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El atractivo de la asimilación

Los judíos exiliados en Egipto tuvieron que enfrentar una enorme tentación a asimilarse.

Al principio del Éxodo, el Faraón dijo explícitamente que su motivación para oprimir a los judíos era completamente defensiva.

He aquí que el pueblo de Israel se ha vuelto más numeroso y fuerte que nosotros. Seamos más inteligentes que ellos, no sea que si ocurre una guerra, ellos también se unan a nuestros enemigos y peleen contra nosotros y nos expulsen de la tierra (Génesis 1:9-10).

El Faraón estaba asustado de los judíos porque ellos simplemente se rehusaban a ser como los egipcios. Se rehusaban a cambiar sus nombres, su lenguaje o su forma de vestir (ver Shir HaShirim Rabá 4:1 entre otras fuentes).

Un judío en Egipto estaba sometido constantemente al mensaje de que estaba viviendo en miseria por causa de su propia elección.

Un judío en Egipto estaba sometido constantemente al mensaje de que estaba viviendo en opresión y miseria por causa de su propia elección, sólo porque se rehusaba a adaptarse a la cultura local. Si aceptaba interiorizar y adoptar sus detalles externos, no sólo mejoraría su suerte, sino que también podría aspirar a alcanzar niveles más altos en la sociedad egipcia. Después de todo, ¿no había alcanzado Yosef la segunda posición más alta del imperio?

Por lo tanto, ¿por qué seguir aferrándose en la miseria a la fe que les habían transmitido sus patriarcas cuando podían disfrutar de los beneficios de una gran vida sin tener la necesidad de creer en ningún tipo de intervención divina?

Ante esta tentación, los judíos se rehusaron fervientemente a asimilarse. Ellos se aferraron a su lenguaje, a sus nombres y a su forma de vestir, con lo cual mostraban constantemente la cara de un amenazante ente extranjero. Ellos eligieron sufrir para preservar su fe.

Pero, ¿por qué? ¿Acaso no veían día a día la evidencia de que nada de eso era necesario?

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Sufrimiento voluntario

Cuando buscamos en el mundo ejemplos de grandes grupos de personas que se someten voluntariamente al sufrimiento, entonces inmediatamente la palabra “amor” se nos viene a la cabeza. La gente esta dispuesta a someterse a mucho sufrimiento con tal de no separarse de alguien a quien aman.

Abandonar la fe en Dios implica también abandonar la conexión con Dios. Y para una persona que se siente cercana a Dios, abandonar su fe es similar a abandonar a un hijo.

De hecho, este principio también aplica a las relaciones humanas. Es sabido que el amor y la confianza están relacionados uno con el otro. Tener confianza es tener fe, y perder la confianza en un ser amado es perder el amor y la relación.

Si la nación judía estaba dispuesta a pagar el precio de sufrir 210 años de opresión egipcia con tal de aferrarse a su fe en Dios, entonces su obstinada persistencia era una muestra de la grandeza de su amor.

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El significado de la fe

¿Qué significa tener fe en Dios? La gente siempre ha dicho que la obligación de tener fe en Dios es una paradoja. O bien uno cree previamente en Dios, en cuyo caso la obligación de creer en Él sería completamente superflua, o bien uno cree, en cuyo caso dicha obligación sería un absurdo. Si no creo en Dios, entonces bajo mi percepción no hay ningún Dios que me pueda obligar a creer en Él. Pero esta es una visión muy superficial de qué significa la fe en realidad.

La obligación de tener fe en Dios es una obligación de nunca romper la conexión con Él. Por lo tanto, el mandamiento de creer en Dios —el primero de los diez mandamientos—, es realmente un mandamiento de preservar la conexión que uno tiene con Dios a cualquier precio, dado que la relación con Dios es la más importante de todas las relaciones que puede tener un ser humano.

Esto también explica por qué las expresiones externas de fe son tan importantes.

Esto también explica por qué las expresiones externas de fe son tan importantes. Por qué los judíos de Egipto no se dijeron a sí mismos “no hay necesidad de confrontar a los egipcios con una expresión externa de nuestro judaísmo. Después de todo, nuestra fe está en nuestros corazones. ¿Por qué no habríamos de adoptar los nombres egipcios, hablar su lenguaje y vestir sus ropas? ¿Qué tienen que ver estas expresiones externas con nuestras creencias internas?”.

Las conexiones requieren de expresiones. La filosofía está en la mente, pero una relación debe manifestarse en el mundo real.

Ser un egipcio en todo salvo en la mente significa ser un egipcio completamente. La esencia de un egipcio es que no tiene fe. Pero un hombre de fe debe verse como un hombre de fe. Si su fe no queda de manifiesto por la forma en que vive su vida, entonces no es la fe la que nutre el amor y la relación, sino que es meramente la fe vacía del dogma y la ideología.

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El contexto de la vida

Yosef arreó su carroza y fue a encontrarse con su padre Israel en Goshen. Se presentó frente a él, cayó sobre su cuello y lloró sobre su cuello excesivamente (Génesis 46:29).

Rashi pregunta cómo puede ser que este versículo esté escrito en forma singular. Obviamente el versículo debería haber dicho que cada uno lloró sobre el cuello del otro. Pero Rashi explica que el versículo está escrito en forma singular porque fue sólo Yosef quien lloró.

Cuando Yaakov abrazó a Yosef, Yaakov recitó el Shemá. En este emocional momento, Yaakov conectó su amor por Yosef con su amor por Dios.

Su relación con Yosef sólo existe en el contexto de su entendimiento de que el Dios de Israel es Uno y Único.

Toda la vida y sus relaciones adquieren su significado en el contexto de esta relación suprema. Todos los aspectos de la vida están teñidos por nuestra fe en Dios.

Abraham le pidió a Dios una prueba porque él sabía que no podía atar a sus hijos a Dios con un lazo tan firme que nunca se rompiese sin importar qué tuvieran que soportar para mantenerlo. Crear un lazo tan poderoso como ese entre Dios y las generaciones futuras de Israel estaba más allá de su capacidad. Un lazo tan poderoso como ese sólo podía forjarse mediante el auto-sacrificio voluntario para preservar su fe que tuvo que soportar el pueblo judío en Egipto.

Abraham podía enseñarles a sus hijos sobre la existencia de Dios. Pero dicho conocimiento intelectual no es suficiente para mantener el lazo entre Dios y los seres humanos que representa la tierra de Israel. Para preservar dicho lazo uno debe aprender a vivir con fe y uno debe estar dispuesto a sufrir para preservarlo.

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