En Primer Lugar y Ante Todo

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Ki Tavó (Deuteronomio 26:1-29:8 )

Enseñanzas profundas de la parashá semanal del líder espiritual de Moshav Matitiyahu en Israel.

"Tomarás de todo fruto producido por la tierra que el Señor tu Dios te está dando. Lo pondrás en una canasta e irás al lugar que Dios elegirá" (Deuteronomio 26:2).

La Torá nos ordena tomar los primeros frutos y traérselos al cohen como una ofrenda de expresión de gracias a Dios. En otro lugar se nos ordena que dediquemos todas nuestras "primicias" a Dios – la primera esquila de lana, lo primero de la masa, el primogénito del hombre y del animal, etc. ¿Por qué la Torá no nos ordenó ofrecer lo mejor de nuestro producto en lugar de lo primero?

La importancia del "primero" yace en el hecho de que es la raíz y la base de todo lo que sigue. La base de un edificio debe estar totalmente libre de imperfecciones. Una grieta del espesor de un pelo pone en peligro a todo el edificio, mientras que la misma grieta en el cuarto piso no tendría importancia. De la misma manera, con respecto a todo lo que tiene que ver con kedushá, el comienzo debe ser sagrado y puro si es que santidad y pureza deben salir de él. Toda imperfección en la raíz se manifestará con creces en lo que salga de ella. Por lo tanto, le dedicamos todas las "primicias" a Dios para establecer firmemente la base y la raíz de todo lo que sigue a continuiación.

El Talmud (Ierushalmi, Jaguigá) culpa el alejamiento de Elisha ben Abuya del camino de la Torá a un incidente que ocurrió el día de su brit milá. Los grandes Sabios de Jerusalem estaban discutiendo Torá en su brit con tal intensidad que un fuego descendió del cielo y los rodeó. Cuando el padre de Elisha vio lo que estaba pasando, anunció que dedicaría a su hijo al estudio de la Torá para que él también pudiera hacer tales maravillas.

La distorsionada motivación de su padre dejó su marca en su brillante hijo, y más tarde en la vida, Elisha llegó a conclusiones distorsionadas en base a los varios incidentes que atestiguó. Vio a un niño caer hacia su muerte mientras estaba cumpliendo con la orden de su padre de enviar a la madre ave lejos, antes de tomar sus huevos. Como la Torá promete longevidad por honrar a los padres y por enviar a la madre ave, concluyó que no había justicia ni un juez (sin embargo, Rabí Yaakov vio que la recompensa de las mitzvot no es en este mundo sino en el mundo venidero).

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Buenos Comienzos

Y así, de los buenos comienzos emana lo bueno. El Talmud (Baba Metzia 85b) relata que cuando Rabí Jiya reintrodujo la Torá en una generación en la que había sido olvidada, él comenzó plantando lino. A partir del lino fabricó redes para capturar venados. Sobre las pieles de los venados escribió los Cinco Libros de la Torá. Luego viajó de ciudad en ciudad enseñándoles Torá a cinco niños de cada ciudad. Con cada uno estudió un libro del Jumash. A seis niños más grandes les enseñó un Orden de la Mishná a cada uno. Luego, cada niño le enseñó a los demás lo que había aprendido y, de esta manera, la Torá fue reestablecida nuevamente.

¿Por qué fue necesario que Rabí Jiya plantara lino e hiciera redes? ¿No podría haberlas comprado y listo? La respuesta es que todo nuevo comienzo es la construcción de un cimiento. Sólo si cada paso es tomado con intenciones santas y puras, el resultado será santo y puro.

El mismo principio responde una pregunta de Januca: ¿Por qué fue necesario un milagro para asegurar que la Menorá no fuera encendida con aceite impuro? La ley es que se puede utilizar aceite impuro para una mitzvá que incumbe a la comunidad.

[La respuesta es que] Januca fue una reinauguración del Templo y de la Menorá. Como tal, era un nuevo comienzo, y sólo aceite puro era adecuado. Sólo cuando la pureza ha sido firmemente establecida puede el aceite impuro ser utilizado para su mantenimiento.

El significado especial que los Sabios le dan a la educación de los niños yace en el hecho de que estamos construyendo los cimientos de su Torá. De la misma manera, las bendiciones y maldiciones mencionadas cuando entramos a la Tierra de Israel, en el Monte Eival y el Monte Grizim, enfatizan el hecho de que nuestro primer encuentro con Israel debe fijar los cimientos para nuestro asentamiento futuro en la tierra. Eso requería una intensa conciencia de nuestras obligaciones y responsabilidades.

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Año Nuevo

Durante los Diez Días de Arrepentimiento desde Rosh HaShaná hasta Iom Kipur, acostumbramos ser más estrictos en la observancia de las mitzvot. Así, incluso un judío que usualmente no es estricto y come pan casher horneado por un no judío (pat palter) debería ser estricto durante ese período. A primera vista esta práctica parece difícil de entender, ya que aplica incluso para una persona que planea comer pat palter durante el resto del año. ¿Estamos tratando de engañar a Dios para que piense que somos más piadosos de lo que somos en realidad, para asegurar un juicio favorable?

La importancia de esta conducta yace en el hecho de que Rosh HaShaná no es sólo el comienzo del año, sino Reishit HaShaná – la base y la raíz del año. Cada uno de esos diez días debe ser tratado como una primicia, debe ser dedicado a Dios en pureza y santidad. A esto se debe la extra rigurosidad, las plegarias y el estudio más intenso; el objetivo no es aparentar. Esos días están diseñados para ser la base de todo el año; incluso si el edificio del año entrante no es construido con materiales de tan alta calidad, los cimientos le darán fortaleza.

Así dijo [el Rey Shlomó], el más sabio de todos los hombres: Tov ajarit davar meresihito (Eclesiastés 7:8), que usualmente es traducido como: "El final de algo es mejor que el comienzo", pero que también puede ser entendido como: ”Un buen final emana del comienzo".

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