Moshé Recuerda la Experiencia en el Desierto

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Devarim (Deuteronomio 1:1-3:22 )

El hijo estaba mortalmente enfermo. Su padre, el rey, lo llevó en el carruaje real donde su doctor privado que vivía en una tierra lejana. “Debemos llevarlo al doctor antes de que muera en nuestros brazos”, exclamó el rey. Cuando el carruaje ya no servía, continuaron a pie. Luego cargó a su hijo en sus hombros hasta que llegaron a un lugar para descansar. El padre atendió cada necesidad de su hijo enfermo a lo largo del camino. Trepó a los árboles más altos para traerle fruta fresca y sacó agua de cada pozo que se toparon.

Finalmente llegaron a su destino. El doctor prescribió una medicina y mucho reposo. El rey cuidó de su hijo para que se recuperara por varias semanas. Finalmente estuvieron listos para emprender el largo camino de vuelta a casa. Mientras viajaban, esta vez a caballo, el rey iba señalando a su hijo todas las experiencias pasadas que compartieron. “Aquí estaba nuestro campamento, puedes ver el lugar donde hicimos la fogata. Aquí tuviste una fiebre alta y tuviste que descansar. Aquí puedes incluso ver nuestras huellas”.

El hijo estaba muy interesado en las señales del viaje que vagamente recordaba. Estaba muy agradecido por el amor que su padre le había mostrado. Sin embargo, al examinar las huellas, parecía haber algo incorrecto.

“¡Padre!”, exclamó, “Hasta este punto veo las huellas de nosotros dos, pero de ahí en adelante, sólo veo las tuyas. ¿Por qué me abandonaste cuando estaba enfermo?”.

Su padre, el rey, con lágrimas corriendo por su rostro, le explicó a su hijo: “¡Eso fue cuando no podías caminar y te cargué sobre mis hombros!”.

Esa es la analogía del Libro de Deuteronomio. Moshé está recordando los 40 años en el desierto y está mostrándole al pueblo el gran amor de Dios hacia ellos – a pesar del hecho que frecuentemente se quejaron y fueron tercos.

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El Libro de Deuteronomio

El último libro de la Torá es especial en muchos sentidos. Está escrito mayoritariamente en segunda persona, siendo Moshé el que le habla al pueblo. De hecho, los sabios mismos llaman a Deuteronomio “¡las palabras de Moshé!”.

Pregunta: ¿Acaso no creemos que Dios le dictó toda la Torá a Moshé palabra por palabra? ¿Acaso no dicen los sabios que alguien que afirma que Moshé escribió una palabra, o incluso una letra por sí mismo, niega la Divinidad de la Torá?

Respuesta: El Malbim explica que el Libro de Deuteronomio consiste principalmente de las lecciones y amonestaciones que Moshé dio al pueblo, tal como lo afirma claramente el primer verso: “Estas son las palabras de Moshé al pueblo”. Sí, estas eran palabras de un santo profeta pero eso no las hacía palabras de “Torá” para todas las generaciones. Dios le ordenó a Moshé que repitiera sus palabras una vez más antes de su muerte y que las escribiera exactamente como Dios las dictó. Ahora que habían sido dictadas por Dios, se convirtieron en parte de la eterna “Torá”, ¡la palabra de Dios!

El Libro de Deuteronomio tiene tres partes:

  1. El primer segmento es una lección histórica. Moshé recuerda los eventos del pasado, haciendo aclaraciones para el beneficio de las nuevas generaciones que no los vivieron.
  1. El fin del proceso de entrega de la ley. Moshé terminó de transmitir las 613 mitzvot que recibió en el Sinai, haciendo hincapié en aquellas que aplican específicamente a aquellos que entran a la Tierra de Israel.
  1. La despedida final de Moshé antes de morir, ordenando al pueblo cumplir con la Torá, poniendo al cielo y a la tierra como “testigos” y advirtiendo las consecuencias nacionales de olvidar la Torá de Dios.

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Lección de Historia

Todos entienden la importancia de las matemáticas, el inglés y las ciencias. Es sólo en relación al estudio de la historia que la gente pregunta, “¿Por qué es importante aprender esto?”. ¿Qué diferencia me hace saber que haya habido un emperador en China 500 años atrás que tenía una gran panza, 20 esposas y que se llamaba Choo Chung Ching? La respuesta clásica es: “¡La historia se repite! ¡Aquellos que no aprenden del pasado están destinados a repetir los mismos errores una y otra vez!”. Para poder entender los acontecimientos actuales, uno debe conocer el contexto histórico.

La historia judía es, por supuesto, una historia diferente.

La historia del pueblo judío es la historia de la relación con Dios. Literalmente desafía todas las explicaciones naturales. (Algunos historiadores se hicieron antisemitas después de determinar que cada patrón en la historia era arruinado por los judíos.) Imagínate a un extra-terrestre llegando al planeta tierra y haciendo un estudio de la historia humana, excluyendo a los judíos. Formularía principios que reflejarían ciertos patrones. Tales como el nacimiento y caída de las civilizaciones romana, griega, persa, la caída del Comunismo Ruso, etc. Al examinar a los judíos, ¿qué encontraría? ¡Rompen cada una de las reglas! Con cualquier principio de “causa y efecto” habríamos desaparecido hace mucho tiempo.

Cuando Luis XIV exigió una prueba clara de Dios, la respuesta del gran filósofo Blaise Pascal fue: “Los judíos, su Alteza. ¡Los judíos!”.

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La Reprimenda de Moshé

Los versos iniciales de nuestra parashá nos dicen que Moshé le habló al pueblo en el otro lado del Jordán, en el desierto, en las llanuras, en frente de Suf, entre Paran y Tofel y Dizahav (Deuteronomio 1:2).

Pregunta: ¿Por qué es necesario informarnos de la ubicación exacta del discurso de Moshé, incluyendo latitud y longitud?

Respuesta: Dado que este es nuestro encuentro final con Moshé (todo el libro de Deuteronomio fue justo antes de su muerte) y el lugar de su tumba es desconocido, la Torá nos dice su ubicación exacta, para que si encontramos el lugar éste sea un recordatorio de nuestro gran maestro y líder. (Rabino S.R. Hirsch)

Rashi, el comentarista clásico, sin embargo, señala que estos lugares no se mencionan en ningún otro lugar. Concluye que esos no son nombres reales, sino palabras que nos sugieren simbólicamente los variados errores que el pueblo cometió durante los 40 años, desde el Becerro de Oro hasta el pecado de los espías y las continuas quejas.

El mejor momento para dar reprimenda a los propios hijos o seguidores es en el lecho de muerte. Ese es el momento en el que la gente es más receptiva a escuchar una reprimenda y en el que tiene menor probabilidad de resentirse. Así hicieron también Yaakov, Yehoshua, Shmuel y David.

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Como las Estrellas

Moshé comparó al pueblo judío con las estrellas, a pesar de que no eran tan numerosos en ese momento. Los judíos también se comparan con la arena, que al igual que las estrellas, es demasiado numerosa como para ser contada. La diferencia entre ellas es que la arena es pisoteada y todos caminan sobre ella. Este es un simbolismo del exilio judío cuando los tiempos son difíciles. El lado positivo es que los granos de arena se pegan unos a otros y son capaces de contener las poderosas olas del mar.

Por otra parte, las estrellas están en el cielo. Ellas simbolizan cuando los judíos están arriba y las cosas están bien. El lado negativo es que las estrellas están a años luz unas de otras; cuando las cosas están bien, nosotros los judíos frecuentemente peleamos entre nosotros.

Cuenta la historia que cuando rescataron a Mendel de la isla desierta después de 10 años de soledad, él dio un tour guiado de su isla. “Aquí es donde almaceno mi comida, y este es mi lugar para comer. Este es mi establo y mi dormitorio. Y estas son mis dos sinagogas”.

Inmediatamente los rescatadores preguntaron, “¿Por qué necesita un judío de dos sinagogas?”.

Contestó Mendel, “Muy simple. Esta es la sinagoga en la que rezo diariamente y esta es en la que no rezo – y francamente ¡no entraría ni muerto!”.

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El Primer Sanedrín

Moshé relata cómo designó al primer Sanedrín (corte suprema) con gran alegría de la nación. Los comentaristas explican que Moshé estaba sugiriendo que la alegría de ellos no fue sincera. En vez, ellos estaban felices por el hecho que ahora podrían ir donde un juez, podrían hacerse amigos de él, y eventualmente él podría aceptar un soborno para juzgar a favor de ellos. Esto era mucho mejor que la vieja escuela incorruptible de Moshé.

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El Pecado de los Espías

Moshé enfatizó el rol del pueblo en este colosal error. El pueblo exigió originalmente a los espías, se negaron a escuchar las apelaciones de Moshé y finalmente se rehusaron a entrar a la tierra. Se quejaron en sus tiendas sobre lo mucho que Dios los odiaba, entonces la respuesta de Dios fue: “Ellos lloraron sin motivo, ahora les voy a dar una buena razón para llorar”.

Esta noche se convirtió en una noche de dolor y sufrimiento para todas las generaciones. Sin embargo, este fue también el secreto de la supervivencia del pueblo judío. Como sufrimos tanto, constantemente nos arrepentimos y nunca alcanzamos los niveles de decadencia de las otras naciones que llevan típicamente al deterioro de la sociedad.

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Todo es Tu Culpa

Finalmente, Moshé culpa al pueblo por el enojo de Dios hacia él, el cual se tradujo en que Moshé no podría entrar a la Tierra de Israel.

Pregunta: ¿Acaso no es eso “pasar la pelota” y no reconocer su propia culpa?

Respuesta: Moshé no estaba negando su error; él solamente estaba enumerando los resultados del pecado que cometió el pueblo con los espías. Si ellos no hubieran pecado, Moshé habría entrado a la tierra y los “días del Mesías” habrían llegado. El Sagrado Templo habría sido construido por Moshé y nunca hubiera sido destruido. Como resultado de los 40 años de deambular por el desierto, todo el curso de la historia judía cambió.

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Sijón y Og

Estos dos reyes gigantes recolectaron un “dinero de protección” de todos los canaanitas con el fin de cuidarlos de los israelitas. Moshé tuvo la jutzpá de pedir que los dejaran pasar “gratuitamente” a través de sus tierras. En vez de permanecer dentro de la ciudad de Jeshbón que estaba tremendamente fortificada (los rabinos dicen que habría sido difícil de conquistar incluso si hubiera estado llena de mosquitos), Dios hizo que los canaanitas se sintieran seguros de sí mismos y salieran fuera de la ciudad para pelear contra los judíos. Ellos perdieron la batalla y los judíos pudieron entrar a la ciudad sin enfrentar ningún desafío.

Dios le dijo a Moshé (en Números 21:34 y en Deuteronomio 3:2) que no debía temer a Og.

Pregunta: ¿Por qué tenía Moshé que temer a Og más que a Sijón, o que a cualquier otro rey?

Respuesta: Og tenía un mérito especial. La Torá (Génesis 14:13) nos cuenta que después de la primera guerra registrada en la historia – la batalla de los 4 reyes contra 5, la verdadera Primera Guerra Mundial - el “sobreviviente” fue a informar a Abraham que su sobrino Lot había sido capturado. Los sabios dicen que el “sobreviviente” no era otro más que Og, que no solamente sobrevivió la guerra, sino que era ya conocido como el sobreviviente porque había sobrevivido al diluvio de Noaj agarrándose de la parte externa del arca. El hecho de que Og le hiciera un favor a Abraham era un mérito para él – a pesar de que los rabinos dicen que lo hizo con segundas intenciones, ¡pensando que Abraham iba a morir en la batalla y así Og iba a poder casarse con Sara! Ahora Dios le asegura a Moshé que este mérito ya se le había pagado hacía mucho tiempo.

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La Muerte de Og

El Midrash describe la muerte del gigante Og. Él acostumbraba llamar a las personas, “hormigas” en forma despectiva, por lo que las hormigas no lo querían. Cuando se encontró por primera vez con el campamento judío, él tomó una montaña del tamaño del campamento, la levantó sobre su cabeza para lanzarla sobre ellos. Sin embargo, las hormigas cavaron agujeros en la montaña rápidamente hasta que la hicieron caer sobre su propia cabeza. ¡Los esfuerzos por remover la montaña de su cabeza fueron frustrados por la aparición de dos “Colmillos de Drácula” que crecieron repentinamente de su boca y mantuvieron firme a la montaña!

Luego entró Moshé en escena. El Midrash dice que Moshé medía 10 cubitos de altura (alrededor de 6 metros), tomó una espada de 10 cubitos de largo y saltó 10 cubitos en el aire – para llegar solamente a los tobillos de Og. ¡Sin embargo, Moshé le propinó un golpe y él cayó muerto, para ser comido por las pobres hormigas!

En caso de que dudáramos sobre la existencia de un hombre tan gigante, la Torá testifica (Deuteronomio 3:11) que la cama de Og se mantenía en exhibición. ¡Su cama de hierro medía 9 por 4 cubitos, ¡medidos con la palma de la mano del gigante Og! En el momento en que la Torá fue entregada, el pueblo pudo ver con sus propios ojos que alguien con esas medidas realmente vivió.

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