Algo para llorar

2 min de lectura

Devarim (Deuteronomio 1:1-3:22 )

Ideas claras y concisas sobre la parashá de la semana.

La parashá de esta semana recuerda cómo los judíos lloraron cuando los espías regresaron con un mal informe después de explorar la tierra de Israel (Deuteronomio 1:45). Ellos lloraron y se revolcaron en su propia autocompasión: "Israel no será una tierra fácil de conquistar. Construir y asentarse será aún más difícil". En lugar de aceptar el desafío, lloraron.

Como siempre, la Torá habla de algo que es parte de la naturaleza humana. Cuando las cosas son difíciles, es mucho más fácil revolcarnos en nuestra propia autocompasión que aceptar el desafío y superarlo.

Los Sabios nos dicen que los espías regresaron el día 9 de Av. Dios decretó que por cuanto que los judíos habían llorado en esa fecha sin razón alguna, en tiempos futuros – en esa misma fecha – Él les daría una buena razón para llorar. Y así, en esta fecha, ambos Templos Sagrados de Jerusalem fueron destruidos, los judíos fueron expulsados de España y muchas otras tragedias abatieron al pueblo judío.

A primera vista, puede parecer un poco duro e incluso vengativo por parte de Dios: "Tú lloraste gratuitamente, así que te voy a dar algo para llorar".

Creo que el punto es el siguiente: si vas a llorar de todos modos, entonces es mejor que tengas una buena razón para hacerlo. En otras palabras, es mejor llorar de dolor, que de autocompasión.

En el pensamiento judío, el llanto es generalmente considerado una importante expresión de emoción. Si lloras para expresar tu dolor, ya sea físico o emocional, eso es saludable. Si lloras por la frustración de no poder lograr lo que deseas, eso también es saludable. Pero si lloras por autocompasión, por tu situación desesperada en la vida, eso sólo puede ser destructivo, ya que socavas tu determinación para enfrentar los desafíos de este mundo. Y así, si tienes que llorar, mejor que tengas una buena razón para hacerlo.

Esto es lo que Dios le dijo a la generación de los espías: Si van a llorar de todos modos, entonces voy a darles una razón para hacerlo – para que al menos su llanto sea productivo.

Lo mismo es potencialmente válido para nosotros. Si lloramos sin razón, Dios puede darnos una razón para llorar. Cuando regresé de un viaje a Polonia, un lugar donde los judíos ciertamente tenían motivos para llorar, esta idea se hizo aún más clara para mí. Después de caminar sobre las tumbas de más de 600.000 judíos en Belzec, más en Treblinka y tal vez aún más en Auschwitz-Birkenau, eso fue un recordatorio para mí de todas las facilidades y comodidades que tenemos hoy en día. Sin duda, no tenemos ninguna razón para llorar. Ciertamente deberíamos celebrar lo buenas que son nuestras vidas.

Y asimismo, sin duda alguna, los judíos en el desierto también deberían haber celebrado. Pero eligieron llorar en cambio – tal como nosotros solemos hacer. Y eso sí que es realmente algo para llorar.

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