La Presencia Divina está en lo que hacemos

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Vaiakel-Pekudei (Éxodo 35-40 )

Enseñanzas sobre crecimiento personal basadas en la parashá de la semana.

En esta parashá termina la descripción de la construcción del Mishkán y de los utensilios que se usaban para sus funciones. Durante cuatro parshaiot (Trumá, Tetzavé, Vaiakel y Pikudéi) la Torá nos dio una descripción muy detallada de lo que contenía el Tabernáculo y nos enseñó cuál fue uno de sus propósitos fundamentales: lograr que la Presencia Divina morara dentro el pueblo judío.

Tal como famosamente aparece al inicio de la parashá Trumá: “Y me harán un Santuario y moraré entre ellos” (Shemot 25:8). Es decir, el versículo no dice que la Presencia Divina morará dentro el Santuario, sino que morará “entre ellos”. Gracias al Mishkán la Presencia Divina residía dentro el pueblo de Israel.

El versículo en nuestra parashá nos dice: “Moshé vio todo lo que habían hecho y he aquí que lo hicieron, acorde a lo que Hashem les había ordenado lo hicieron. Y Moshé los bendijo” (Shemot 39:43). El versículo no explica cuál fue la bendición que Moshé les dio, pero Rashí lo aclara: “Moshé les dijo: Sea Su voluntad que la Shejiná repose sobre la obra de sus manos: ‘Que la amabilidad de Hashem nuestro Dios esté sobre nosotros y la obra de nuestras manos la establezcan y las obras de nuestras manos la establezcan’” (Tehilim 90:17). En otras palabras, Moshé bendijo al pueblo judío pidiéndole a Dios que la Shejiná, la Presencia Divina, morara en la obra de sus manos.

Es increíble: Dios mostró que estaba con ellos, trajo las 10 plagas, les abrió el Mar Rojo y aún así poco después se quejaron contra Dios y Moshé y Aarón por falta de agua1. ¿Acaso no estaban convencidos que Dios les proveería agua y pan? Por otro lado, vemos que poco después de haber recibido la Torá y de que Dios abriera el cielo e hiciera milagros enormes para que recordasen ese evento maravilloso, el pueblo de Israel construyó y adoró un becerro de oro. ¿Cómo es posible que lo hayan hecho, si apenas 40 días antes ellos estuvieron junto a Dios y lo escucharon directamente? La respuesta es muy sencilla: Dios puede alterar la naturaleza, pero no altera la naturaleza humana.

Dios le dio la Torá a Moshé y Él mismo talló y labró las tablas que contenían los 10 Mandamientos. Moshé bajó al cabo de 40 días después de haber estado hablando con Dios cara a cara y rompió las tablas que Dios había escrito al ver que el pueblo judío estaba adorando un becerro de oro. Moshé volvió a subir al monte para suplicarle a Dios que perdonara al pueblo judío y permaneció allí 80 días. Finalmente, Dios los perdonó, pero le dijo a Moshé que ahora él debía tallar las tablas para escribir de nuevo los 10 Mandamientos que estaban escritos en las primeras tablas que había roto. Moshé lo hizo y bajó de nuevo al campamento del pueblo, con las segundas tablas que él había labrado. Sin embargo, hay una diferencia importante: cuando Moshé bajó por segunda vez, su rostro irradiaba rayos de luz2. Si es que los rayos de luz que irradiaban del rostro de Moshé son una consecuencia del encuentro transformador e impactante que Moshé tuvo con Dios, ¿por qué la primera vez que Moshé bajó del monte después de haber estado hablando a solas con Dios no había rayos de luz saliendo de su rostro? La respuesta es la siguiente: uno cambia no por lo que recibe, sino por lo que hace. Después que Moshé tuvo que tallar él mismo las tablas, él mismo cambió, y había luz en su rostro.

El pueblo judío presenció milagros enormes durante las plagas y el mar se abrió ante ellos, pero eso no los transformó ni logró que Dios estuviese plenamente con ellos. Recibieron la Torá y escucharon directamente a Dios que hablaba con ellos, pero eso tampoco los transformó. Fue sólo después que ellos dieron de sus posesiones y dedicaron tiempo, energía y esfuerzo en construir el Tabernáculo, que merecieron que ahora sí la Presencia Divina morara plenamente entre ellos.

Por eso ahora Moshé los bendice: “Sea Su voluntad que la Shejiná repose sobre la obra de sus manos: ‘Que la amabilidad de Hashem nuestro Dios esté sobre nosotros y la obra de nuestras manos la establezcan y las obras de nuestras manos la establezcan’”.


1 Ver Shemot 15:22-24 y 16:2-3.

2 Shemot 34:29-30.

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