La trampa del deseo

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Behaalotjá (Números 8-12 )

Enseñanzas sobre crecimiento personal basadas en la parashá de la semana.

El pueblo empezó a quejarse… La multitud mezclada que había entre ellos desearon deseo y los hijos de Israel lloraron una vez más, diciendo: ‘¿Quién nos dará de comer carne? Recordamos el pescado gratis que comimos en Egipto y los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajo, pero ahora nuestra vida está reseca, no hay nada; no tenemos nada por delante salvo el maná...’. Al pueblo le dirás: ‘Prepárense para mañana y comerán carne, pues lloraron a los oídos de Hashem diciendo: ¿Quién nos dará de comer carne? ¡Estábamos mejor en Egipto!’ Por eso Hashem les dará carne y comerán. No un día comerán, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días. Hasta un mes entero, hasta que les salga por las narices y les cause repugnancia, pues rechazaron a Hashem que está en medio de ustedes y lloraron ante El, diciendo: ‘¿Por qué salimos de Egipto?’” (Bamidbar 11:1, 11:4-5 y 11:18-20).

Rav Yejézkel Levinstein, uno de los grandes Baaléi Musar del siglo XX, hace una observación muy profunda acerca de la dinámica del deseo a partir de uno de los versículos anteriores.1

El contexto es el siguiente: una parte del pueblo judío2 comenzó a quejarse contra Dios y Moshé por la falta de carne,3 buscando pretextos para regresar a Egipto.

El versículo señala: La multitud mezclada que había entre ellos desearon deseo y los hijos de Israel lloraron una vez más, diciendo: ‘¿Quién nos dará de comer carne?’”. La redacción del versículo exige atención: “la multitud mezclada desearon deseo… diciendo ‘¿Quién nos dará carne?’”. ¿A qué se refiere el versículo cuando dice “desearon deseo”? Aparentemente ellos no desearon deseo, ellos desearon carne. Sin embargo, el versículo es bastante explícito: ellos desearon deseo de carne.

Rav Yejézkel Levinstein explica: la mayoría de nosotros asume que los deseos son producto de la necesidad de satisfacer la carencia de aquello que me hace falta. Cuando carezco de algo, lo deseo para satisfacer esa carencia. Siendo así, cuando deseo algo es porque carezco de eso y por lo tanto uno asumiría que al llenar la carencia de aquello que me hace falta, dejaría de desear.

Sin embargo no sucede así, pues todos hemos experimentado que en ocasiones deseamos cosas que no necesitamos: no es la carencia lo que me produce el deseo de aquello que me hace falta, sino que el deseo produce deseo y por lo tanto en ocasiones deseo aquello que no me hace falta.

El deseo es una de los impulsos más poderosos del ser humano. Es cierto que gracias al deseo busco aquello que carezco, pero existe una trampa difícil de eludir: el deseo no solamente desea aquello que se carece, sino que también el deseo produce más deseo y deseará inclusive aquello que no se carece.

Los sabios lo dicen muy claramente: “Aquél que tiene cien, desea doscientos”.4 ¿Por qué es así? Muy sencillo: porque el deseo produce deseo. No es que el deseo satisface una carencia, sino que el deseo produce la carencia. Todo deseo crea una carencia, porque una vez que se satisface, deja de existir como deseo. El deseo necesita seguir deseando para seguir existiendo.

Los hijos de Israel tenían carne para comer. No era carne lo que ellos deseaban, sino que ellos deseaban el deseo de comer carne, tal como el versículo lo dice:La multitud mezclada que había entre ellos desearon deseo… diciendo: ‘¿Quién nos dará de comer carne?’”. Si es que sí tenían carne, ¿entonces qué era lo que ellos deseaban? Deseaban el deseo.

El deseo produce deseo y por lo tanto es imposible de satisfacer: si alguien tiene cien, siempre deseará doscientos.


1 En Or Yejézkel, volumen 4 sobre Midot, pagina 199.

2 Según varios comentaristas, entre ellos Rashí, era el érev rab, las personas no judías que eran esclavos en Egipto y aprovecharon la salida del pueblo judío para también salir con Israel.

3 En verdad, tal como Rashí lo señala, sí tenían carne para comer, pero estaban buscando pretextos para rebelarse y quejarse contra Dios.

4 Kohélet Rabá 1:34.

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