Cómo caen los poderosos

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Shlaj (Números 13-15 )

La parashá de esta semana relata el fatídico episodio de los doce espías que fueron enviados a espiar la tierra de Israel.

Shelaj lejá anashim… Envía, para ti, hombres…” (Bamidbar 13:2). Hashem le dice a Moshé que los envíe “para ti”, no para Mí. Yo ya les dije que es una tierra buena; no hacen falta espías. Pero si eso es lo que tú quieres, no voy a detenerte. No les quitaré la independencia.Pero asegúrate de elegir anashim (que Rashi nos dice que significa hombres distinguidos, líderes rectos). Es una misión peligrosa, asegúrate de enviar a los mejores.

La Torá dice: “Moshé los envió… por boca de Hashem; eran todos hombres distinguidos, líderes de los Hijos de Israel” (ibíd. 13:3). ¿Qué significa por boca de Hashem? El Midrash (Bamidbar Rabá 16:5) explica que Moshé no confió en su propio juicio para elegirlos, sino que le consultó a Hashem sobre cada uno de ellos: “¿Es apropiado para la tarea? ¿Es el líder más fuerte de esta tribu?”. Y Hashem dio su aprobación para cada hombre elegido, atestiguando que eran culam anashim, que todos eran hombres distinguidos.

Entonces Moshé envía doce de los hombres más grandiosos del pueblo judío para que espíen la tierra. ¡Era el equipo soñado! Sin embargo, por alguna razón, Moshé estaba muy preocupado de que algo horrendo ocurriría.

El temor de Moshé lo llevó a cambiarle el nombre a su devoto estudiante: “Y Moshé llamó a Hoshea el hijo de Nun, Yehoshúa” (ibíd. 13:16), agregando una iud que significa plegaria, “Que Dios te salve del consejo malvado de los espías”. A Moshé le preocupaba que Yehoshúa, el futuro líder del pueblo judío, el que los lideraría hacia la tierra de Kenaán y lucharía duras batallas en contra de los treinta y un reyes, fuera convencido y se transformara en un traidor. ¿Por qué Moshé estaba tan preocupado?

Moshé no era el único que entendía los insidiosos peligros de esta misión. El Talmud (Sotá 34b) nos dice que Caleb ben Yefuné sólo logró resistir la tentación de unirse a los otros espías porque había ido a rezar a la tumba de los patriarcas en Hebrón para que fuese protegido de su malvado consejo. ¿Por qué un gran tzadik como Caleb sintió que corría un peligro tan grande que necesitaba que Dios lo salvara?

Pero el aspecto más misterioso de esta saga es probablemente la velocidad con la que este selecto e ilustre grupo pasó de ser líderes rectos, a ser mentirosos desleales que trajeron un reporte malvado que desmoralizó a toda la nación. El pasuk dice: “Salieron y vinieron” (ibíd. 13:26). El pasuk anterior ya dijo que volvieron; ¿para qué dice la Torá que salieron? Rashi explica: “¿Qué nos enseña que salieron? Para que comparemos su partida con su llegada. Así como su llegada fue con una intención malvada, así mismo fue su partida”. Los diez espías fueron infectados con la intención malvada desde el momento en que salieron, mucho antes de entrar a la Tierra y comenzar su misión.

¿Cómo puede ser? Hashem mismo dio testimonio de que cada uno de los espías era un líder recto y distinguido. Sin embargo, apenas salieron, ya tenían la espantosa intención de socavar el plan de Hashem, evitando que su generación entrara a la Tierra de Israel y plantando la semilla de todas las calamidades futuras, que culminan con la destrucción de nuestros dos Templos en Tishá Beav (Taanit 29a). Los espías pasaron de ser tzadikim a ser malvados de un momento al otro; no hubo tiempo para que nada los hiciera caer con tal precipitación. ¿Qué cambió?

Enfrentar a la nación

Lo único que cambió es que ahora estaban yendo a la tierra con la responsabilidad de informar al pueblo judío. Tendrían que dirigirse a una nación temerosa que esperaba ansiosamente el informe. Un momento antes eran tzadikim; ahora tenían que enfrentar a su sociedad y decirle al pueblo algo que no querían oír: “Amigos, tenemos que cumplir nuestra misión e invadir la tierra de Kenaán. Dios está con nosotros, no hay nada que temer”. De repente, esos hombres valientes y rectos se encontraron en la difícil situación de confrontar al pueblo y darle un informe que a la mayoría no le interesaba oír. El pueblo no quería que lo tranquilizaran, quería la confirmación de sus temores.

Desde el mismo comienzo, la presión de traer un informe negativo afectó sutilmente la objetividad de diez de los doce espías y los hizo decidir no arriesgar su popularidad ni su estatura al intentar forzar una agenda contraria a lo que el pueblo judío deseaba.

Todos somos criaturas sociales. Anhelamos aprobación y validación. Preferimos no ponernos en un lugar que contradiga el status quo, que nos haga vulnerables a críticas o ataques. Cuando Yehoshúa y Caleb se levantaron frente a la nación y les dijeron: “No tienen nada que temer, ¡podemos ir!”, el pueblo los llamó asesinos y quiso apedrearlos. ¿Quién quiere ser llamado asesino? Es mucho más fácil ponerse ojeras y ver la situación a través de la lente subjetiva que tranquilizará al pueblo.

La sociedad es una fuerza increíblemente poderosa. Si las masas esperan que vuelvas con un informe que dice que no tienen que entrar a la tierra, entonces vienes con ese informe. Ese tipo de presión social crea una corriente subterránea que erosiona constantemente nuestro entendimiento de lo que es cierto y bueno. Y es muy fácil verse atrapado en esa corriente.

Por ejemplo, sabemos que la corona de la Torá está disponible para todos los judíos, sin importar cuán inteligente sean (ver Trumá: La corona de la Torá). Como declara el Rámbam con gran autoridad: “Quienquiera que la desee puede venir y tomarla” (Hiljot Talmud Torá 3:1). Jazal dice: “Quien dice que buscó y no encontró, no le creas… y quien dice que buscó y encontró, créele. Esto se refiere al área de entendimiento de la Torá” (Meguilá 6b). Se nos garantiza que quienquiera que haga el esfuerzo sincero para entender la Torá, lo logrará. Es halajá, un hecho indiscutible.

No importa quién seas, si haces un esfuerzo genuino para aprender y saber Torá, puedes obtener la corona de la Torá. Hashem te ayudará, Él nos hizo esa promesa.

Pero en el fondo de nuestros corazones, ¿creemos que realmente será así? Nuestra sociedad nos dice que sólo los talentosos pueden convertirse en grandes talmidei jajamim, eruditos de Torá. Para el resto de nosotros, no es algo realista.

Pensamos así porque nuestra sociedad nos transmite ese mensaje acallando la realidad, que sólo la Torá define. Somos atrapados en la corriente subterránea y perdemos los soportes, lo que nos hace renunciar al objetivo.

Advirtiendo lo peligrosa que puede ser la presión social, Moshé rezó por Yehoshúa. Caleb también reconoció este peligro, por lo que le pidió a Hashem la fortaleza para resistir la presión y poder enfrentar al pueblo y decirles que están equivocados.

Reconoce el peligro

El Rámbam dice: “Es natural que el carácter y las acciones de un hombre sean influenciados por sus amigos y conocidos, y que él siga las normas locales de comportamiento” (Hiljot Deot 6:1). Esto es una realidad con la que todos luchamos. Es difícil aferrarte a tu cordura y hacer frente a la sociedad. El primer paso para ganar la batalla es reconocer lo poderosa que es la sociedad. Si no valoras la necesidad de luchar, no tienes posibilidades de resistirte a la corriente.

Luego, tienes que esforzarte para lograr claridad, para saber lo que es cierto y lo que es falso con la misma claridad que sabes que tienes cinco dedos en cada mano. Sería extremadamente difícil para alguien convencerte que tienes seis dedos. Alcanza ese nivel de claridad también respecto a tus convicciones fundamentales.

Por último, aprovecha el poder de la presión social y canalízalo para bien. Como continúa el Rámbam: “Entonces, uno debería asociarse con los rectos y estar constantemente en compañía de los sabios, para aprender de sus acciones. Por otro lado, uno debería mantenerse alejado de los malvados que caminan por la oscuridad, para no aprender de sus acciones”. El mundo está loco. Rodéate de personas ejemplares y de una comunidad que represente los valores de la Torá.

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