Haremos y escucharemos

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Mishpatim (Éxodo 21-24 )

El final de esta parashá contiene la famosa declaración de lealtad a la Torá que hizo el pueblo judío: “Todo lo que Hashem ha dicho, naasé venishmá ‘haremos y escucharemos’ (Shemot 24:7). En respuesta a esta declaración, Hashem comparó al pueblo judío con los ángeles, preguntando: “¿Quién les reveló a Mis hijos esta expresión secreta, usada sólo por los ángeles celestiales?” (Shabat 88a).

Cuando Dios les ofreció la Torá a las naciones no judías, la respuesta fue bastante diferente. El Midrash (Sifrí, Devarim 343) dice:

Cuando Dios quiso entregar la Torá, se reveló no sólo al pueblo judío, sino también a todas las otras naciones del mundo.

Primero Dios fue donde los hijos de Esav. Les preguntó: “¿Aceptarán mi Torá?”. Ellos contestaron: “¿Qué está escrito en ella?”. Dios respondió: “No asesinarás”. Ellos contestaron: “Amo del universo, esto va en contra de nuestra naturaleza. Nuestro padre, cuyas ‘manos son las manos de Esav’ (Bereshit 27:22), nos llevó a apoyarnos sólo en la espada, porque su padre le dijo: ‘Por tu espada vivirás’ (Bereshit 27:40). Entonces, no podemos aceptar la Torá”.

Luego Dios fue donde los hijos de Amón y Moav y les preguntó: “¿Aceptarán mi Torá?”. Ellos dijeron: “¿Qué está escrito en ella?”. Él respondió: “No cometerás adulterio”. Ellos contestaron: “Amo del universo, nuestro origen mismo es de adulterio, como está escrito: ‘Así, las dos hijas de Lot concibieron de su padre’ (Bereshit 19:36). Entonces, no podemos aceptar la Torá”.

Luego Dios fue donde los hijos de Ishmael. Les preguntó: “¿Aceptarán mi Torá?”. Ellos dijeron: “¿Qué está escrito en ella?”. Él dijo: “No robarás”. Ellos contestaron: “Amo del universo, nuestra misma naturaleza es vivir sólo de lo robado y lo adquirido con violencia, como está escrito respecto a Ishmael: ‘Y él será como un asno salvaje: su mano estará, sobre todo, y la mano de todos sobre él’ (Bereshit 16:12). No podemos aceptar la Torá”.

No hubo nación a la que Hashem no se acercara, golpeando a la puerta, por así decir, y preguntando si estaría dispuesta a aceptar la Torá. Finalmente, después de haber sido rechazado por todas las demás naciones, Hashem se acercó a la nación de Israel, quien dijo: “Naasé venishmá, ‘haremos y escucharemos’ (Shemot 24:7).

¿Hubo algo malo en preguntar “¿Qué está escrito en ella?”? Después de todo, ¿cómo puedes comprometerte a respetar toda la Torá, para siempre, sin saber lo que está escrito en ella? Clarificar su contenido antes de aceptarla pareciera ser algo muy razonable. Pero, por alguna razón, hacer esta pregunta llevó a las naciones no judías a rechazar la Torá.

Más aún, ¿por qué Hashem le presentó a cada nación la mitzvá de la Torá que le resultaría más difícil de cumplir? Podría haberles presentado las mitzvot que no serían particularmente desafiantes, como Shabat, amar al prójimo, las festividades, y luego, eventualmente, revelarles las mitzvot más difíciles. Eso les hubiera dado una imagen mucho más objetiva del contenido de la Torá. En cambio, Hashem eligió específicamente la mitzvá que haría, sin lugar a dudas, que rechacen la Torá. ¿Qué clase de oferta es esa?

¿Encaja en mi estilo de vida?

Al preguntar “¿Qué está escrito en ella?”, las naciones no judías estaban diciéndole a Hashem que, si la Torá encajara en su estilo de vida, la aceptarían. Cada pueblo tenía su propio conjunto de principios y ética que le era cómodo, y quiso ver si la Torá encajaba en el estilo de vida que había elegido. Ese enfoque socaba la idea de que la Torá proviene de una fuente infinita y perfecta, y que sólo puede mejorar, jamás obstaculizar, nuestra vida. Las naciones no judías vieron la oferta de Hashem con gran sospecha y duda, pensando que algunas de las mitzvot de la Torá les impedirían experimentar placer en la vida. Pero el pueblo judío entendió que la Torá es sólo para nuestro bien y que, al final de cuentas, es el único camino para cumplir con nuestros objetivos y nuestras aspiraciones más profundas.

Además, la Torá es el “plano de la creación”. Es eterna e inmutable, y su realidad no depende de que nos guste o no. Las naciones del mundo ya habían rechazado la Torá al preguntar “¿Qué está escrito en ella?” e intentar evaluar el valor de la Torá en base a sus creencias previas.

Dios le presentó a cada una de las naciones la mitzvá que era más difícil de aceptar según su naturaleza respectiva, simplemente para ayudarla a cumplir su deseo de rechazar la Torá. La pregunta misma fue el rechazo a la Torá; el resto fue simplemente una formalidad.

Sólo el pueblo judío entendió la única manera en que la Torá puede ser aceptada: “Haremos y escucharemos”. La realidad de la Torá no necesita nuestro consenso ni aprobación. El pueblo judío aceptó la ‘verdad’ personificada en la Torá, y estuvo dispuesto a abandonar todo lo demás, sabiendo que todo lo contrario a la Torá debía ser falso y vacío.

¿Un salto de fe?

¿Pero no es naasé venishmá, aceptar la Torá sin conocerla, un salto de fe, el tipo de creencia que condenamos previamente por ser falsa? (Ver parashá Itró).

No. Para nada.

La fe ciega está basada en el deseo emocional de que algo sea cierto. Es completamente irracional. Nuestros sabios llaman a la generación de judíos que estuvo en Sinaí y caminó por el desierto, la dor deá, la ‘generación del conocimiento’, porque vivieron la revelación nacional, lo que les dio la mayor claridad posible de la existencia de Hashem. ¡Escucharon hablar a Dios! Eran todos profetas; no hay conocimiento mayor de Hashem que ese.

Una vez que sabes que es Hashem mismo quien da la Torá, la única respuesta racional es aceptarla incondicionalmente, sin verla. Hashem es perfecto, todo lo que hace emana de su inmenso amor por nosotros. cuando un padre le da un remedio a su hijo, el hijo no pregunta: “¡Un momento! Antes de tomar esto debo saber exactamente lo que contiene y cómo funciona”, porque el niño sabe que sus padres lo aman profundamente, confía en ellos y es consciente de que sólo hacen lo mejor para él.

Naasé venishmá es eminentemente racional sólo si uno sabe que la Torá viene de Hashem, un Ser perfecto que nos ama. Naasé venishmá declara que reconocemos la perfección y el amor de Hashem y, por lo tanto, confiamos absolutamente en Él. No necesitamos leer las letras pequeñas.

Sin embargo, no podemos olvidar la segunda parte de la frase: “venishmá”, ‘y escucharemos’ (es decir, entenderemos). Obedecer las órdenes de Hashem no depende de nuestro entendimiento de la Torá. Eso sería presuntuoso, y constituiría un entendimiento erróneo de Hashem, así como un rechazo de todo el fundamento de la Torá, similar al rechazo de las otras naciones. Pero igualmente debemos esforzarnos por entender la Torá. Como explica el Rambam: “Es apropiado que una persona medite, de acuerdo a su capacidad, sobre los juicios de la sagrada Torá y entienda su objetivo principal” (Hiljot Meilá 8:8).

No debemos ser meros robots realizando mitzvot por rutina. Hashem quiere que profundicemos, que entendamos tanto como podamos, y que incorporemos su Torat jaim, sus ‘Instrucciones para la vida’, a nuestra vida diaria. Al hacerlo, apreciaremos más el poder de la Torá y aumentaremos nuestra motivación para cumplir las mitzvot de la mejor manera posible.

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