Nóaj: la fuerza de la unión

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Noaj (Génesis 6:9-11:32 )

Cuando contemplo Tus cielos, la obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú has establecido, [pienso]: “¿Qué es el hombre para que lo recuerdes, y el hijo del hombre para que lo consideres?” Sin embargo, lo hiciste poco menos que Divino, y lo coronaste con honor y esplendor (Tehilim 8:4-6).

Al observar el cosmos, las chispas de luz que parecen extenderse eternamente en los millones de galaxias a años luz de distancia, nos inunda una abrumadora sensación de asombro. Saboreamos el poder infinito del Creador del universo y, en contraste, sentimos que somos muy pequeños. “¿Qué es el hombre para que lo recuerdes?”, proclama el Rey David.

Y, a continuación explica: “Lo hiciste poco menos que Divino”. ¡Los seres humanos tienen un poder increíble! Casi igualamos a Dios.

¿Cuál es este enorme poder que nos hace “poco menos que Divinos”? En la parashá de esta semana, la Torá revela nuestro poder secreto, una fuerza tan grande que la humanidad entendió que le daba la posibilidad de luchar contra Dios Mismo.

Luchar contra Dios

Todo el mundo estaba unido como una nación, con un lenguaje y un mismo propósito, como dice el pasuk: “En toda la tierra había una sola lengua y un objetivo común (devarim ajadim)” (Bereshit 11:1). Rashi explica que las palabras devarim ajadim significan “un plan”. Ellos razonaron: “Hashem no tiene derecho a adueñarse de los cielos. Ascendamos a los cielos y hagámosle la guerra”.

Ellos planearon construir una torre e invadir los cielos para luchar contra Dios. ¿Qué probabilidad tenían de ganar? Era ridículo.

Veamos cuál fue la respuesta de Hashem: “He aquí que son un pueblo único y todos tienen una misma lengua, y esto han comenzado a hacer. Y ahora, nada se les retendrá de todo lo que planean hacer” (Bereshit 11:6). Dios Mismo da testimonio en la Torá respecto a que mientras que se mantengan unidos nada impedirá que logren su objetivo, a pesar de que su emprendimiento se oponga diametralmente al propósito Divino.

Para frustrar la rebelión, Hashem sembró entre ellos semillas de disensión. “Vengan, descendamos y confundamos su lengua, para que cada uno no entienda la lengua de su compañero” (Bereshit 11:7). Al cambiar sus lenguas, Dios les dificultó la comunicación, lo que hizo que la unidad hiciera implosión. Cuando estuvieron unos contra otros, Hashem pudo dispersarlos. “Entonces Hashem los dispersó desde allí a toda la superficie de la tierra, y dejaron de construir la ciudad” (Bereshit 11:8).

La paz es grandiosa

El Midrash (Sifrí, Nasó 42) describe el increíble poder de la unión. “Qué grandiosa es la paz, incluso si Israel hace idolatría, si hay entre ellos hay paz entonces Dios (por así decirlo) no puede superarlos, porque hay paz entre ellos”.

La generación de la Torre de Babel era mucho peor que la generación del diluvio. ¡Ellos salieron directamente a luchar contra Hashem! A pesar de eso, Hashem no los eliminó, porque tenían una cualidad crucial que los redimía: estaban unidos, con un mismo propósito y un lenguaje, trabajando en completa armonía para lograr su misión. La humanidad se había unido. Y, mientras estaban unidos, eran imparables.

Hashem dijo: “No puedo castigarlos porque están unidos. Obviamente, no puedo permitir que tengan éxito con el ataque, por lo que socavaré su unidad y los dispersaré”.

La Torá nos está enseñando la sorprendente fuerza de la unión. Cuando estamos unidos y nos respetamos y escuchamos mutuamente, nada puede detenernos. Cuando estamos juntos se desencadena una fuerza exponencial

La Torá dice: “Cinco de ustedes perseguirán a cien, y cien de ustedes perseguirán a diez mil, y sus enemigos caerán por la espada ante ustedes” (Vaikrá 26:8). Pero la matemática no cuadra. Si cinco perseguirán a cien, cien deberían perseguir a dos mil. El Midrash explica que aquí la Torá nos enseña que “no hay comparación entre unos pocos que cumplen la Torá y una multitud que cumple la Torá” (Torat Kohanim 26:10). Cuando estamos unidos, nuestro poder es exponencialmente superior.

A esta fuerza de la unidad se refirió el Rey David cuando escribió: “Lo hiciste poco menos que Divino, y lo coronaste con honor y esplendor”. Hashem nos dice: si deseas asombrarte, observa a la humanidad. Cuando están unidos, nada puede detenerlos. La humanidad accedió a este increíble poder, pero lo dirigieron mal, utilizándolo en contra del plan de Dios.

Libera la fuerza

El objetivo supremo del pueblo judío es “perfeccionar el mundo mediante la soberanía de Dios”. Somos un “reino de sacerdotes, una nación sagrada” (Shemot 19:6). ¿Tenemos conciencia de esto? ¿Todo el pueblo judío lo sabe? No hay unidad porque hemos olvidado nuestro propósito y, en consecuencia, nos preocupamos por nuestros objetivos individuales, egoístas, pensando sólo en nosotros mismos y olvidando al clal, a la nación.

El pueblo judío civilizó a la humanidad. A través de nuestra Torá, le enseñamos al mundo los pilares de la moralidad: monoteísmo, amor al prójimo, justicia para todos, una nación no levantará su espada contra otra… ¡Imagina lo que podríamos lograr si nos respetáramos los unos a los otros y realmente nos escucháramos! Podríamos cambiar el mundo.

Vivimos en tiempos difíciles. Con una unión genuina, podemos volvernos “poco menos que Divinos” y entonces nada podrá detenernos. Podemos liberar la fuerza que Dios nos dio para llevar Torá a Su pueblo y claridad a la humanidad. El mundo cuenta con nosotros.

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