El diario de un médico: el envejecimiento y la muerte

4 min de lectura

El asombroso reloj biológico del cuerpo.

Acabo de asistir a una reunión de egresados tras 50 años de la graduación. Al entrar, me sorprendió que todos nos convertimos en personas mayores. Casi todos tenemos canas y algunos se están quedando pelados, la mayoría se ven más bajos y casi todos tienen arrugas. No importa si un egresado fue cirujano, patólogo o trabajó en selvas lejanas, todos transitamos el mismo camino biológico.

A menudo me pregunté si este camino biológico puede ser parte de una especie de obsolescencia planificada por nuestro Creador, tal como hacen las industrias con los nuevos autos y computadoras. ¿Acaso algunos de nuestros genes pueden activarse y desactivarse en tiempos y lugares específicos? Muchos de nuestros cambios en la vida dicen que así es.

Sabemos que nuestros cuerpos están controlados por muchos botones de encendido y apagado. Los niveles de las hormonas de crecimiento son altos en los niños y decrecen con los años. Las hormonas sexuales (testosterona y estrógeno) tienen su pico en la adultez temprana y caen paulatinamente con el paso de los años. Sin embargo, esos cambios no son tan simples como botones de encendido y apagado. La forma en que esos mecanismos evolucionaron de manera simultánea es un misterio. No lo pueden explicar la mutación ni el ensayo y error.

Nuestros patrones de crecimiento dependen de procesos muy ordenados y específicos. Todos los cambios físicos, y muchos cambios mentales, son esperados y predecibles. Somos muy tiernos de bebés y no tanto cuando somos ancianos. Somos más atractivos que nunca en la época de formar pareja y tener hijos. Incluso el acné aparece a tiempo. Hay períodos para crecer, reproducirse y envejecer. Las Doce Etapas del Ciclo de la Vida Humana de Thomas Armstrong están claramente definidas como antes de nacer, nacimiento, primera infancia, infancia media, infancia tardía, adolescencia, adultez temprana, adultez media, mediana edad, edad adulta madura, adultez tardía y muerte. Parece que nadie se saltea ninguno de estos pasos, no agrega pasos nuevos ni les cambia el orden.

Con la excepción de los glóbulos rojos, que pierden su ADN con rapidez, la copia del plano de una persona se encuentra en el núcleo de cada célula. Sin embargo, las diferentes células saben seguir las diferentes órdenes relevantes a su tarea específica y a su ubicación particular. Las células del corazón no aparecen en la garganta ni laten erráticamente. Se conectan y laten en conjunto. Las células de los huesos hacen, reparan o reemplazan huesos, las células linfáticas permanecen en guardia en los ganglios linfáticos, y las células del hígado hacen lo que hace el hígado. Todos los sistemas trabajan a la vez en un rompecabezas tridimensional que cambia constantemente y posee trillones de piezas en movimiento.

De alguna forma, la idea de que todo nuestro cuerpo se regenere por completo cada siete años y nos volvamos una persona completamente nueva se cita a menudo como un hecho, pero no es algo real. La idea de la renovación es correcta. Cada célula se renueva de acuerdo con su propio ritmo. Las células de la piel se renuevan con una rapidez muy superior a las del corazón. Las células del cerebro (neuronas) en la corteza cerebral permanecen durante toda la vida de la persona, pero pueden cambiar sus dendritas, mientras que las células de la placenta mueren en el parto. Los glóbulos blancos viven alrededor de un año, los rojos unos cuatro meses y las plaquetas diez días. Las partes del cuerpo se reemplazan en diferentes momentos y a ritmos diferentes. A pesar del recambio constante, la cantidad de glóbulos rojos y blancos en la corriente sanguínea se mantiene estable. Todos los sistemas biológicos actúan como si estuvieran controlados por cronómetros. Todos esos cronómetros parecen tener una fecha de vencimiento grabada en su ADN. Y, quizás, también una fecha de eliminación.

La pérdida de los dientes de nuestro bebé es un gran ejemplo del reloj biológico y la obsolescencia planeada. Comenzamos con 20, los perdemos a todos y luego crecen 32 permanentes. La razón por la que esto ocurre no es clara, pero puede que los dientes de los niños sirvan para ocupar el lugar y mantener la cavidad oral con la forma correcta hasta la madurez, y/o que los cambios de dieta que acompañan la madurez requieran dientes más robustos. Casi todos los mamíferos experimentan este fenómeno de alguna forma.

Gateamos, caminamos y hablamos en edades específicas. Esas etapas también ocurren en orden y se construyen una sobre la otra. Nos crece la barba y el vello púbico en tiempos específicos, las mujeres jóvenes normalmente menstrúan al comienzo de la adolescencia y dejan de tener el período alrededor de los cincuenta (¿obsolescencia?). Es muy raro que las mujeres tengan bebés siendo mayores. Podría asumirse que la capacidad de reproducción se cierra por muy buenas razones. Algunos de nuestros relojes internos tienen alarma con repetición; algunos pueden verse impactados por circunstancias inusuales como la guerra, la hambruna y condiciones climáticas extremas. Algunos cronómetros son responsables de todo el organismo, mientras que otros controlan las reacciones químicas más diminutas.

Nuestros dispositivos de cronometraje se llaman telómeros o etiquetas de ADN y se encuentran al final de nuestros cromosomas. La forma en que se regulan y coordinan aún no fue descifrada. Podría comparar su apariencia a las puntas plásticas de los cordones de zapatos, pero de a miles. Cada vez que una célula se divide, desaparece un número designado de esas etiquetas (¿se caen?).

No se sabe si esas etiquetas son sólo marcadores (como una X en un calendario) o si realmente determinan (parcial o completamente) el ritmo del envejecimiento. O ambas cosas. Las células hijas son siempre más viejas. El rostro del dueño puede arrugarse un poco más y los tejidos musculares son más porosos y se rompen con mayor facilidad; la función del riñón se deteriora lentamente, la de los pulmones disminuye y se reduce la tolerancia al ejercicio, así como la capacidad de la memoria y del sistema inmunológico. No terminamos de entender cómo el dedo gordo del pie derecho envejece al mismo ritmo que el meñique de la mano izquierda o cómo la piel cambia de forma paralela a los cambios en los huesos (etc.). Pero todo está compaginado y progresa hacia la obsolescencia.

De hecho, la muerte comienza en la concepción. Desde el momento de la concepción las instrucciones para la muerte de la persona se transmiten a todas las células. Como dijo Haruki Murakami, un famoso escritor japonés: "la muerte no es lo opuesto a la vida, sino una parte de ella".

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