¡Es Tan Difícil!

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Es la frase de hoy. Pero hay veces donde inclusive un esfuerzo sobrehumano no es difícil. ¿Cómo nos sobreponemos a esos obstáculos?

Por un período de 45 años, la Rebetzin Jaia Sara Kramer vivió en una casa con tan sólo un piso de tierra, sin agua caliente ni ducha. Durante esos años, crió numerosos niños discapacitados y retrasados mentales cuyos padres los habían abandonado a la entrada de su puerta.

"Debió haber sido difícil" - remarqué una vez al estar sentada con ella en una de las entrevistas que le hice, con el propósito de hacer el libro que estoy escribiendo sobre ella.

"No, no fue difícil" - replicó.

"Claro que fue difícil" - le insistí - "en algún momento ha estado cuidando sola a siete niños discapacitados, mientras su esposo estaba ausente durante la mitad del año. ¡Tuvo que haber sido muy difícil!".

Movió su cabeza diciendo: "No fue difícil".

Yo estaba enojada. La Rebetzin tenía este mal hábito de cambiar mi realidad de un lado para otro. No iba a dejar que se salga con la suya esta vez.

"Tenía que cocinar para ellos, bañarlos calentando agua en las hornallas de la cocina, cambiar sus pañales antes de que hubieran pañales descartables, inclusive cambiar pañales de niños grandes, cuidar que no se lastimen a sí mismos y entre ellos...".

"Y lavar la ropa" - recalcó.

"¡Si! Lavar la ropa. ¿Cómo pudo no ser tan difícil?" - pregunté de mal humor.

"Para la comida, sólo llenaba una olla grande con verduras, pollo o pasta y la cocinaba" - contestó riéndose entre dientes - "no fue difícil".

¡Aha! - hice mi investigación y ahora sí la agarraría - "¿No es cierto" - pregunté como un abogado - "que Hindele, quien vivió con usted por 14 años, tenía que ser alimentada? No era sólo una cuestión de cocinar el guisado y decir "vengan a comer", ¡tenía que darle de comer personalmente con la cuchara!".

"Sí, la alimentaba con la cuchara", admitió la Rebetzin Jaia Sara.

Continué mi investigación - "¿habían más niños a los que tenía que alimentar personalmente?".

En este momento su cara ya estaba brillando y ella estaba sonriendo mientras recordaba esos tiempos. "Sí" - respondió simplemente.

¡Jaque Mate! - "Tenía que alimentar a siete niños discapacitados y personalmente a más de uno de ellos. ¡Entonces tuvo que haber sido difícil!" - proclamé triunfalmente.

"No" - movió su cabeza y repitió sin insistir - "No fue difícil".

Me fui de su casa con una verdadera disonancia cognitiva.

"¿Cómo no pudo haber sido difícil?" - le pregunté a la Rebetzin Tzipora Heller, quien a veces me acompañaba a estas entrevistas.

Lo pensó por un minuto y respondió: "Imagínate un atleta, por ejemplo a un jugador de tenis, jugando su cuarto partido del día. El sudor está fluyendo por su cuerpo, está trabajando cada músculo a su máxima capacidad, está casi sin respiración, pero él lo describe como una experiencia estimulante en lugar de difícil, porque aprecia que todo su esfuerzo es una forma de realizar su máximo potencial como atleta. Para la Rebetzin Jaia Sara, alimentar con la cuchara y cambiar los pañales de los niños era estimulante, ya que la ayudaba a alcanzar su capacidad máxima como ser humano. ¿No has visto la luz saliendo de su cara mientras recordaba todo?

Comodidad y Trabajo

Vivimos en una sociedad que valora la comodidad. Empezó con los accesorios que nos ahorran tiempo. ¿Para qué rompernos la espalda lavando sábanas y toallas a mano si puedes tan sólo usar una lavadora?

Hoy en día, nadie se cuestiona gastar millones de dólares en investigación y desarrollo para desarrollar un "mejor producto", cuya ventaja sobre la versión previa es que nos ahorra un poco el uso de nuestro dedo índice.

¿Quién no ha rechazado un trabajo que valía la pena sólo porque era muy difícil? Cuando estaba estudiando psicología, pensaba hacer una maestría y ser una psicóloga clínica. Al estar en mi último año de la carrera, descubrí que dentro de los prerrequisitos para entrar a una buena escuela de psicología estaba la materia "mortal" de estadística. Y yo, que no tenía idea acerca de las matemáticas, escuchaba las horrorosas historias de la dificultad de las estadísticas. Me dio miedo. Finalmente, parada en la línea esperando el registro de materias para el último semestre de mi último año de carrera decidí que no quería ser una psicóloga. Me registré, en lugar de en la clase de estadística, en una clase de poesía religiosa inglesa del siglo XVII, y respiré con alivio. Mi miedo de tomar el curso de estadísticas cambio el curso de mi vida.

La frase "es muy difícil", se puede escuchar en todas partes. Algunas personas escogen no tener hijos porque están desalentados al saber que tendrán que trabajar las 24 horas. Algunas personas quisieran empezar su propia empresa, pero se detienen por el esfuerzo que implica. Algunos dejan la oportunidad de ayudar a otros en situaciones que pueden cambiarles la vida, y no por no poder proporcionar el dinero o el tiempo, sino que por no poder visualizarse rompiendo su comodidad.

El Rabino Shimon Green me enseñó que cometemos un error muy grande cuando creemos que la gente grandiosa hace cosas grandes. La verdad es que gente que hace cosas grandes se hace grandiosa.

Ya entiendo porque no podía entender lo que la Rebetzin Jaia Sara hablaba. Cuando nos enfrentamos a una responsabilidad mi pregunta interna es: ¿Qué tan difícil es?, mientras que su pregunta interna es: "¿Dios quiere esto para mí?". Es por eso que veo su vida llena de privaciones, mientras que ella la ve llena de oportunidades. Para ella, es como ganar el premio mayor en el juego de agarrar todo lo que puedas en 30 minutos en el supermercado. Claro, ella correría por los pasillos, buscaría en la parte de arriba de las repisas, se agacharía en las repisas que están bajas y se movería lo más rápido posible. Y en ningún momento pensaría que fue difícil.

Y es así que a la edad de 76 años, la luz brilla en su cara más fuerte que cualquier otra cosa.

Le Chambon

Hace unos días vi un documental sobre toda una población que tenía la mentalidad de la Rebetzin Jaia Sara.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en una villa francesa llamada Le Chambon, los habitantes decidieron salvar a los judíos. Por el tiempo que duró el Holocausto, escondieron a 5.000 niños judíos - más que la población total de la villa. Esto significaba que una familia de 6 tomó 7 niños judíos y los hospedó por un período de cinco años.

Vamos a dejar a un lado el asunto del gran heroísmo que estas personas tuvieron. Algunas personas son capaces de hacer un acto heroico en un determinado momento. Pero piensa en el esfuerzo requerido para esto. El esfuerzo de alimentar, vestir y bañar a estos niños judíos que tuvieron que ser mantenidos por cinco largos años, día y noche. Piensa en la cantidad de ropa sucia que estos "huéspedes" generaban, ¡y seguro que las familias de Le Chambon no tenían lavadora! ¿Cuántos de estos niños despertaban a las familias con la pesadilla de haberse separado de sus padres? ¿Cuántas de las enfermedades normales de la infancia tuvieron que ser atendidas? ¿Cuántos traumas psicológicos tuvieron que soportar? Piensa en el miedo de ser descubiertos y aniquilados con el que tenían que lidiar a diario.

Uno de los niños que fue salvado hizo un documental hace 10 años sobre Le Chambon. Un periodista le hizo una entrevista al productor de la película y le preguntó cómo toda esta población llegó a la resolución de hacer lo que hicieron y seguir haciéndolo por un tiempo tan prolongado.

Nunca olvidaré su penetrante respuesta:

"Los habitantes de Le Chambon entendieron que el esfuerzo no le quita a la persona, sino que la completa".

 

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