Cómo debemos responder ante la masacre de Pittsburgh

4 min de lectura

Tenemos mucho trabajo que hacer en este mundo post-masacre. Empecemos ahora mismo.

En la mañana del Shabat del 27 de octubre del 2018, cuando los judíos en todos los rincones del mundo se reunían en las sinagogas, aproximadamente cien judíos rezaban en la Sinagoga Tree of Life, 'Árbol de Vida' en Pittsburgh. Entre los congregantes había un bebé de apenas 8 días de vida cuya familia y amigos celebraban su brit.

Ahora ya todos sabemos lo que ocurrió: un fanático antisemita entró al edificio con un rifle de asalto y por lo menos tres pistolas, gritando insultos antisemitas. En veinte minutos asesinó a 11 congregantes e hirió a otros seis, incluyendo a cuatro oficiales de policía que acudieron a la escena.

Tras el baño de sangre, algunas figuras prominentes publicaron que “no hay palabras” para describir esta pérdida. “No hay palabras adecuadas”, comentó un líder comunitario judío. Yo no estoy de acuerdo. Mientras nuestros muertos yacen frente a nosotros, hay algunas palabras que pueden y deben decirse. En esta semana de once funerales, y cuando muchos más aún se encuentran en hospitales recuperándose de las heridas de bala, comencemos a gritarlas a viva voz.

No se deben tolerar las palabras de odio

Richard Bowers, el racista autor de esta despreciable masacre, era un declarado antisemita. The New York Times informó que Bower “derramó su ira en un post tras otro en la web, llamando a los inmigrantes ‘invasores’, distribuyendo frases racistas y afirmando que los judíos son ‘los enemigos de las personas blancas’”.

No podemos ignorar las palabras de odio ni las amenazas de violencia.

Sin embargo parece que nadie tomó en serio sus declaraciones racistas durante todos estos meses. Él seguía en posesión de sus armas. Los foros de internet que contaminó con sus viles declaraciones lo dejaron seguir escupiendo su odio. El foro en línea donde publicaba con más frecuencia cerró su cuenta después de la masacre, pero al parecer nunca antes pensaron en limitar sus convocatorias al odio y a la violencia.

Me puedo imaginar lo que pudo haber pasado por las mentes de los lectores que leyeron las declaraciones de odio de Bower. Quizás algunos le quitaron importancia pensando que era un maniático. Tal vez otros inventaron excusas para sus palabras, racionalizándolas o insistiendo que sólo estaba liberando un poco de vapor pero que en verdad no haría nada violento.

Puedo imaginarme esas reacciones porque al igual que muchos otros norteamericanos las escuché durante los últimos meses. “No exageren”. “Tengan un poco de sentido del humor”. “Estoy seguro que no es lo que quiso decir”. Bueno, en el caso de Richard Bowers si lo era. Quizás si alguien hubiera hablado antes, si se hubiera opuesto a sus afirmaciones antisemitas, podrían haberlo detenido. Todos los que leyeron sus comentarios y no hicieron nada son cómplices. Todos debemos dejar de tolerar las palabras de odio. Hacerlo puede prevenir un futuro ataque.

Reevaluar los medios sociales

Gran parte de las expresiones de odio de Bower fueron publicadas en Gab, un medio social alternativo que ganó popularidad porque plataformas más comunes como Facebook y Twitter restringen el extremismo y las expresiones de odio. “En Gab encontró una comunidad afín, donde recibió mensajes de otros partidarios nazis”, informó The New York Times.

Si bien la mayoría de nosotros no llegamos a esos rincones oscuros del internet, demasiadas personas encuentran allí un hogar virtual. Llegó el momento de dejar de tolerar contenido extremista, de decirle no al discurso extremista. Decir que no es aceptable compartir posts de conocidos fundamentalistas. Llegó el momento de declarar que algunas ideas son tan malvadas que no pueden ser toleradas.

Tomar en serio las amenazas

Antes de entrar a la sinagoga Árbol de vida, Bower publicó un último y enfermo mensaje: “No puedo permanecer sentado y observar cómo mi pueblo es sacrificado… Ahora salgo”. ¿Cuántas veces se leyó ese post? ¿Cuántas personas lo leyeron en la tranquilidad de sus hogares, mientras bebían su café de la mañana y no hicieron nada? ¿Cuántas personas encogieron los hombros e ignoraron esta terrible advertencia?

Decir que se desea dañar a otros se ha vuelto atemorizantemente común. “No veo la hora de que escuadrones de vigilantes comiencen a dispararles a los periodistas”, “bromeó” hace poco un comediante en los Estados Unidos. Una semana antes de la masacre en Pittsburgh me estremecí al ver unas remeras que citaban “en broma” a Shakespeare: “Primero matamos a todos los abogados”.

Las casuales amenazas de sádica violencia no se limitan a los Estados Unidos. Unos pocos días antes en Inglaterra, un miembro del parlamento dijo a los periodistas respecto a la Primera Ministra Theresa May: “Llegó el momento de calentar el cuchillo, clavárselo de frente y hacerlo girar. Morirá muy pronto”.

Este es un terreno muy peligroso. Mi abuela que escapó de la Europa nazi siempre me lo dijo: cuando se amenaza explícitamente con violencia, es muy tonto ignorar esas advertencias. En este momento se está volviendo algo aceptable amenazar con matar y que esas palabras se tomen como algo poco serio, una hipérbole o una broma. Quizás no todos los que amenazan con violencia cumplirán sus palabras, pero algunos lo harán. Llegó el momento de adoptar una postura de cero tolerancia hacia esta clase de amenazas violentas.

Fortalecernos

Cuando ocurre una catástrofe, respondemos haciendo buenos actos, estudiando textos judíos y buscando la forma de traer más bien al mundo en memoria de aquellos que fueron asesinados. Hoy, al guardar luto por nuestros muertos, debemos decidir cambiar y crecer en su mérito. Anótate para asistir a una clase de judaísmo por ellos. Asiste a la sinagoga por ellos. Lee un libro judío en recuerdo de las once personas que fueron asesinadas a sangre fría. Que nuestra caridad, nuestras plegarias, nuestras mitzvot y nuestros actos de bondad traigan luz al mundo en memoria de las once luces preciosas que acaban de ser extinguidas. No sigas la vida como siempre, asegúrate de que la masacre te haya llevado a cambiar.

No importa lo que hagamos, no caigamos en tontos lugares comunes ni digamos “no hay palabras”. Hay mucho que debemos decir. Tenemos mucho trabajo que hacer en este mundo post-masacre. Empecemos ahora mismo.

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