La sonrisa detrás de la mascarilla

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Lo que la leche hace por el cuerpo, la sonrisa hace por el corazón y el alma.

Aunque sea necesario, usar una mascarilla es desagradable. Con la mascarilla puesta es difícil respirar cómodamente y todavía más difícil es dar un discurso. Sin embargo, para mí esto no es lo más difícil. Durante los últimos meses, innumerables veces me encontré con alguien en la sinagoga o en un comercio, le sonreí y me pregunté por qué no me devolvían la sonrisa o no percibían mi intento de conexión. Cada vez me llevó un momento hasta que recordé que no me estaban ignorando y que no era su culpa. Ellos nunca vieron mi sonrisa debido a la mascarilla que cubre la mitad de mi rostro.

Estar privado de la posibilidad de intercambiar sonrisas es un precio relativamente pequeño a pagar a cambio de proteger a los demás y preservar la salud colectiva; pero sin lugar a dudas, las sonrisas perdidas también son víctimas lamentables de esta pandemia.

Necesitamos sonreír y que nos sonrían. Al elogiar y bendecir a Iehudá, Iaakov dijo: "Sus dientes son más blancos que la leche". De todas las virtudes, ¿por qué Iaakov resaltó precisamente los dientes de Iehudá? El Talmud (Ketubot 111b) explica que Iaakov vio en Iehudá una cualidad que él admiraba y de la cual se beneficiaba. Iehudá tenía el hábito de sonreír, de dejar que se viera la blancura de sus dientes al encontrarse con otras personas. De hecho, el Talmud concluye que cuando una persona le muestra a otro la blancura de sus dientes al sonreír ampliamente, eso es más beneficioso que darle una taza de leche para beber. ¿Por qué esta comparación con la leche?

Rav Shlomo Wolbe explica que la leche nutre y ayuda a crecer. Lo que la leche hace por el cuerpo, la sonrisa hace por el corazón y el alma. Rav Wolbe escribe que tal como las plantas necesitan la luz del sol para vivir y convierten los rayos del sol en nutrientes, la gente convierte las sonrisas en energía y fuerzas, y sin eso se marchitarían y morirían. Los perros y los gatos no pueden sonreír. Sonreírnos mutuamente es parte de lo que nos diferencia como humanos.

Nuestro panim, 'rostro', refleja nuestro pnim, 'interior', nuestros pensamientos y sentimientos internos, y también tiene un impacto en quienes nos rodean. Rav Israel Salanter dijo que el rostro de una persona no es su propiedad personal, sino que es parte del espacio público. Si proyectas un rostro y una disposición amarga y negativa, colocas, por así decir, un pozo en medio de un camino público. En cambio, cuando tu sonrisa brilla, puedes brindar felicidad a quienes te rodean, literalmente.

El Dr. Nicholas Christakis, un médico de la Facultad de Medicina de Harvard, dirigió un estudio en el que concluyó que la felicidad es contagiosa. Tal como una persona que bosteza genera una reacción de bostezos en cadena, cuando una persona sonríe o está feliz, eso lleva a que otros se alegren y que también sonrían. Quizás el mejor ejemplo de este fenómeno sea un bebé. Cuando le sonríes a un bebé, él se enciende, pero si haces una mueca triste o enojada, él comienza a llorar.

"Shamai enseña: recibe a todos con una expresión amable" (Pirkei Avot 1:15).

Rav Ovadia Bartenura provee una poderosa interpretación: "Cuando recibes huéspedes en tu casa, no les des nada mientras 'tu rostro esté enterrado en la tierra'; porque quien da y 'su rostro está enterrado en la tierra', incluso si da todos los regalos del mundo, se considera como si no hubiera dado nada". Si le das algo a alguien, incluso si das con generosidad, pero no sonríes, es como si no hubieras dado nada. La sonrisa es más valiosa que los recursos que compartes.

Pero no sonrías sólo porque eso impactará positivamente a los demás. Sonríe por el beneficio que te traerá a ti mismo. Un estudio de Irvine, Universidad de California, demostró que una sonrisa genuina, esa que eleva las comisuras de tu boca y produce arrugas alrededor de los ojos, puede reducir tu frecuencia cardíaca y disminuir el dolor de la aguja de una inyección hasta en un 40%.

Una de las investigadoras, la profesora de ciencias psicológicas Sarah Pressman, dijo que ellos no entienden por completo por qué sonreír puede disminuir el dolor y el estrés, pero que tienen una teoría que llamaron: la hipótesis del feedback facial. "La idea es que cuando esos músculos se activan, los nervios de tu rostro envían un mensaje al cerebro que le informa que tú estás feliz… La premisa básica es que de alguna manera esa expresión envía señales a tu mente y en cierta medida eso altera tus emociones".

En esta época sin precedentes, aunque hay mucho por lo que debemos estar agradecidos y felices, también hay mucha tristeza y preocupación. Ahora, más que nunca, no esperes a estar feliz para sonreír; comienza a sonreír (aunque tu sonrisa no se vea 100% debajo de tu máscara) y estarás feliz y contagiarás esa felicidad y alegría a quienes te rodean.

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