Lo que aprendí de Shirley Temple

4 min de lectura

¿Cómo desarrollar nuestro potencial al máximo?

Shirley Temple, quien falleció el lunes 10 de febrero del 2014 a la edad de 85 años, era una gran presencia en mi hogar. Mi esposo y yo la mencionábamos a menudo y nos aseguramos de que nuestros hijos conocieran su destacable carrera. Su muerte fue un gran golpe para todos, como si fuera una pérdida personal.

La razón por la cual hablábamos de Shirley Temple no era solamente porque era una talentosa actriz, a pesar de que por supuesto lo era; su carrera en el mundo del cine comenzó cuando tenía tan sólo 6 años y apareció en un total de 23 películas.

Tampoco hablábamos de Shirley Temple sólo porque fue una popular estrella infantil, a pesar de que su fama no tuvo precedentes: desde 1935 a 1939 era la estrella de cine más famosa de Estados Unidos (Clark Gable la seguía en un lejano segundo lugar), recibía más correspondencia que Greta Garbo y era fotografiada con más frecuencia que el presidente Roosevelt.

Shirley Temple era una gran inspiración para nosotros por lo que hizo años después. Luego de dejar el negocio del espectáculo —ella no volvió a hacer otra película después de casarse con Charles Alden Black en 1950— ella estudió una segunda carrera. En lugar de dormirse en los laureles, Temple siguió adelante, se obligó a crecer, a desarrollarse de nuevas maneras y a enfrentar nuevos desafíos.

Shirley Temple se convirtió en una prominente recaudadora de fondos para el mundo político. En su momento ella postuló para el congreso y en 1969 asumió un cargo político cuando Richard Nixon la nombró representante de Estados Unidos ante la Asamblea General de la ONU. Temple fue alabada en la ONU por su profesionalismo y por su defensa de los asuntos medioambientales. Ella cautivó a sus críticos nuevamente en 1974 cuando fue nombrada embajadora en Ghana, cargo que desempeñó de forma sobresaliente. Más adelante, Shirley se convirtió en la Jefa de Protocolo de la Casa Blanca en 1976-1977, y en 1989 fue nombrada embajadora en Checoslovaquia, donde se encontraba para la caída de la URSS.

Ella también usó su fama y talentos para promover causas personales, como la esclerosis múltiple y el cáncer de mamas. Cuando ella perdió una mama por causa del cáncer en 1972 —en una época en la que era considerado vergonzoso hablar del tema—, Temple realizó una conferencia de prensa desde su cuarto en el hospital para alentar a las mujeres a no “tener miedo” de hablar de ese tema. Sus palabras fueron un gran avance rumbo a la ruptura del tabú que rodeaba al cáncer de mamas.

Pero Shirley Temple no fue la única celebridad en desarrollar un distinguido “segundo acto”. Aquí hay algunos ejemplos de otras personalidades famosas que alcanzaron el éxito en un campo y que luego se esforzaron para marcar una diferencia también en otras áreas.

Albert Schweitzer, el doctor y filántropo cuyo trabajo en África lo llevó a obtener el Premio Nobel de la Paz, comenzó su carrera como músico. En su juventud, Schweitzer era un famoso organista. Dividido entre la música y la medicina, él se dio a sí mismo hasta la edad de 30 para dedicar su tiempo completamente a la música, y entonces —a la relativamente avanzada edad de 30— ingresó por primera vez a la escuela de medicina. Posteriormente él construyó un gran complejo hospitalario en la ciudad de Lambaréné, en Gabón, y motivó a los doctores occidentales a viajar a África para ofrecer sus servicios médicos en dicho continente.

A Vidal Sassoon —el peluquero de los famosos y fundador de la Academia Internacional Vidal Sassoon— se le acredita haber ayudado a inventar la apariencia mod de los años 60. Pero hay un episodio de su vida que es menos conocido: en 1948, él viajó a Israel para luchar en la Guerra de la Independencia. “Sólo habían 600.000 personas defendiendo el país en contra de cinco ejércitos, por lo que todos tenían algo que hacer”, recuerda él, diciendo también que su servicio militar fue la mejor cosa que hizo en su vida.

Hedy Lamarr, la actriz judía cuya exótica apariencia la transformó en una estrella de cine en los años 30 y 40, es recordada actualmente por algo muy distinto a la actuación. Mientras desarrollaba su carrera en actuación, Lamarr ayudó también a Estados Unidos en la guerra. Ella se dio cuenta que las señales secretas serían más difíciles de rastrear si eran enviadas mediante rápidas frecuencias de saltos. Después de trabajar sola en planes de encriptación, ella eventualmente reclutó al pianista de Jazz George Antheil para que la ayudase, y juntos inventaron un aparato de encriptación que utilizaba un rollo de pianola para cambiar entre 88 frecuencias distintas. Su visionario concepto fue eventualmente utilizado por el ejercito de Estados Unidos e incluso hoy en día sigue en uso, ya que constituye la base de la tecnología de algunos sistemas de GPS, satélites y teléfonos celulares.

Pero probablemente no hay nadie que haya cultivado una segunda carrera de forma tan deliberada como Alfred Nobel, el fundador de los Premios Nobel. Siendo un fabricante de armas, su invención de la dinamita en 1867 lo hizo inmensamente rico. Cuando tenía 55 años, un periódico francés reportó erróneamente su muerte, anunciando que “¡El mercader de la muerte ha muerto!”. El hecho de leer su propio obituario cambió la vida de Alfred Nobel. Él juró que crearía un nuevo legado, para dejar algo bueno detrás, y dedicó su considerable riqueza a establecer los Premios Nobel, los cuales celebran el conocimiento humano y la paz en su nombre.

Hace dos mil años, Rabí Tarfón dijo: “No está en tus manos finalizar la tarea, pero tampoco eres libre como para desentenderte de ella” (Pirkei Avot 2:16).

Nunca terminaremos nuestro trabajo en este mundo. Siempre hay más potencial sin explotar. No importa cuán exitosos seamos o cuán ocupados estemos, siempre hay más que podemos dar, siempre podrá haber un “segundo acto”. Los ejemplos de estos extraordinarios individuos nos recuerdan que siempre podemos esforzarnos un poco más en lugar de dormirnos en los laureles. Siempre hay más que podemos hacer. Y recuerda: no es un peso que debes llevar, sino un placer que puedes disfrutar.

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