Respondiendo al Terror

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Cuatro formas de reaccionar ante el terrible atentado en Boston.

Dos artefactos explosivos estallaron cerca de la meta final en la Maratón de Boston el lunes pasado, matando a tres personas e hiriendo a más de cien. Una de las víctimas fatales es un niño de ocho años. Diecisiete personas figuran actualmente en estado crítico y 25 en estado grave. Al menos 10 personas heridas sufrieron amputaciones de sus extremidades. La FAA (Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos) colocó una restricción temporal de vuelo sobre el área, mientras que el comisionado de la policía instó a la gente a quedarse en casa, lejos de las grandes multitudes. Otros dos artefactos explosivos fueron encontrados cerca de la línea de meta. El Dr. Alisdair Conn, jefe de medicina del departamento de emergencia, describió las explosiones como un “atentado al estilo militar”.

“Esto es como una explosión de las que aparecen en las noticias en Bagdad o en Israel”, Alisdair comentó mientras le daba crédito a un grupo de expertos israelíes que llegó hace dos años al Mass General Hospital para ayudar a establecer un equipo de desastres para este tipo de emergencias. “Gracias a ellos, estábamos preparados”, declaró.

Una hora después de las explosiones, la policía de Nueva York dispuso mayor seguridad en puntos claves y la Casa Blanca se puso en estado de bloqueo total. La Maratón de Boston se ha llevado a cabo desde 1897 en el Día de los Patriotas, el tercer lunes del mes de abril. Había miles de espectadores en el evento, junto con 27.000 corredores.

El presidente Obama hizo una breve declaración en la Casa Blanca después de enviar sus condolencias y oraciones a las víctimas: “Todavía no sabemos quién lo hizo o por qué, pero no se equivoquen, vamos a llegar al fondo de esto. Vamos a averiguar quién hizo esto. Vamos a averiguar por qué lo hicieron. Los responsables sentirán todo el peso de la justicia”.

Mientras las principales ciudades del país levantaban las alertas de seguridad y la policía de Boston continuaba buscando en las calles posibles artefactos explosivos aún no detectados, los estadounidenses esperaban escuchar más información. ¿Quién lo hizo? ¿Por qué lo hicieron? En esta era aterradora del terrorismo no tenemos respuestas claras. Las primeras preguntas que la mayoría de los periodistas preguntaron después del atentado fueron: ¿Hubo alguna señal de alerta? ¿La policía recibió alguna amenaza de antemano? Hemos quedado aturdidos y sorprendidos una vez más mientras los oficiales se esfuerzan por encontrar respuestas, y realmente, pocos de nosotros sabemos cómo reaccionar. ¿Qué decir? ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos hacer frente a este último atroz acto de terrorismo que, en palabras de uno de los corredores, “fue absolutamente surrealista”?

Aquí hay cuatro formas en las que podemos responder al terror:

1. Separa el idealismo de la destrucción. Muchos de nosotros nos preguntamos: ¿Por qué alguien plantaría bombas en la meta final de la Maratón de Boston? ¿Qué ideales estaban en juego? Pero en realidad no es relevante cuál fue la motivación de los terroristas, porque si bien los terroristas pueden declarar sus ideales, el único objetivo real de cualquier acto terrorista es destruir. Vidas. Familias. Sociedades. Como Benjamín Netanyahu dijo una vez: “El terrorismo se lleva a cabo a propósito, a sangre fría, de manera calculada. Los objetivos declarados de un terrorista pueden cambiar de un lugar a otro. Él supuestamente lucha para remediar los males sociales, religiosos, nacionales, raciales. Sin embargo, para todos estos problemas, la única solución que él plantea es la demolición absoluta de toda la estructura social. No existe una solución parcial, ni siquiera la corrección total del problema del cual se queja lo satisfará – hasta que nuestro sistema social sea destruido o entregado en sus manos”.

2. Reza. Eleva una plegaria no sólo para las víctimas y sus familiares, sino para toda la humanidad. Vivimos en una generación en la que estos ataques se han vuelto tan comunes, algunos de nosotros ni siquiera hacemos una pausa cuando escuchamos las últimas noticias. Detengámonos. Pensemos en aquellos que fueron asesinados. En aquellos que perdieron extremidades. En aquellos que perdieron todo sentido de normalidad y seguridad. Cuando rezamos, no sólo le pedimos a Dios que sane a los heridos, también nos estamos sensibilizando a nosotros mismos para compartir la carga de los demás en la manera en que podamos. Incluso si es sólo un momento de silencio, o un par de frases que nos susurramos a nosotros mismos, nos ayuda.

3. Ayuda. Un hombre que vive cerca del lugar del atentado en Boston, informó que llevó a 50 personas a su apartamento inmediatamente después de las explosiones. Muchos de ellos eran corredores que necesitaban comida y bebida, y lo más importante, que sólo necesitaban un lugar para estar mientras la policía cerraba las calles y bloqueaba los accesos a los hoteles. Otros donaron sangre a medida que las víctimas llegaban a las salas de emergencia. Pero incluso para aquellos de nosotros que no vivimos en Boston, hay otras maneras de ayudar. Podemos enviar una tarjeta o una cesta de regalo a las víctimas que se encuentran en el hospital o a sus familias. O participar en organizaciones que ayudan a las víctimas del terrorismo y a sus familias. Haz algo, incluso si es sólo escribir un correo electrónico o un tweet de apoyo y consuelo para las víctimas. Ser proactivos nos ayuda a recuperar nuestra esperanza y nuestra cordura.

4. Sé agradecido. Tras el ataque, uno de los corredores repetía cuán hermoso había sido el día antes del ataque. No hacía demasiado calor, ni demasiado frío. Soleado y ventoso. Una persona entrena durante meses, tal vez años, para correr una maratón. Se despierta la mañana de la carrera y el clima es perfecto. Todo está en su lugar, la carrera se desarrolla justo como él imaginó que sería y luego, de repente, su vida, literalmente se viene abajo. Esto nos recuerda que no tenemos control sobre nuestras vidas. Y que tenemos que vivir cada día como si fuera un regalo. Apreciar lo que tenemos hoy. Cada extremidad. Cada respiración. Cada paso.

A medida que llega la noticia sobre la muerte del niño de ocho años y sobre docenas de otros que todavía luchan por sus vidas, pienso en lo que David Levithan escribió en Love is the Higher Law (El amor es la Ley Más Alta): “Lo que nos diferencia de los animales, lo que nos separa del caos, es nuestra capacidad de llorar por personas que nunca hemos conocido”. Y así lo hacemos hoy, después del ataque terrorista de Boston. Estamos de luto. Estamos de luto por aquellos que perdieron sus vidas. Estamos de luto por aquellos que perdieron a sus seres queridos. Y estamos de luto también por todos nosotros, que hemos perdido nuestro rumbo una vez más en un mundo desgarrado por el terror. Que Dios nos dé el valor y la fuerza para ayudar a los demás y enfrentar el quebrantamiento de ayer juntos.

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