El poder transformativo de la oscuridad

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El 2020 fue definitivamente un año “oscuro”, pero esa oscuridad no tiene que ser necesariamente una fuerza negativa en nuestras vidas.

El 2020 no fue un año fácil para nadie. De hecho, muchos dirán que el 2020 fue un año “negro”, un año "oscuro”. Y la verdad es que, sin entrar en detalles, esto es completamente entendible.

Inevitablemente, cuando las cosas salen mal, cuando todo se ve “cuesta arriba”, cuando enfrentamos dificultades extremas o sentimos que no estamos en control, tendemos a asociar ese estado caótico con la “oscuridad”. Por otra parte, cuando las cosas están bien y todo anda como queremos, asociamos ese estado ordenado a la “luz”.

La luz es lo familiar, lo que conocemos. La oscuridad es todo lo que nos es desconocido, cualquier territorio inexplorado que debemos atravesar, ya sea en el mundo exterior o en nuestra psique.

Pero en su manifestación positiva la oscuridad es también el lugar desde el cual surge la luz, la posibilidad misma. Al ser la fuente de lo desconocido, también es la fuente de las ideas, el misterioso reino de la gestación.

Es por eso que, de acuerdo a algunos comentaristas, la oscuridad es más que la simple ausencia de luz; es más que un simple ‘residuo’. La oscuridad es algo que tiene valor por sí mismo y que existe por una razón. La oscuridad, por así decir, es una creación independiente y tiene un propósito (1).

¿Cómo así?

La luz es información que es inmediatamente inteligible, ideas descifrables, son las cosas que entendemos inmediatamente. Pero la oscuridad también es información, sólo que es información de un tipo mucho más profundo; información que está por sobre nuestra percepción habitual y que puede ser descifrada sólo por aquellos que se enfrentan a ella.

Mi experiencia en el Museo de los niños de Jolón

Cuando llegué a estudiar a la Ieshivá Aish HaTorá en Jerusalem, recuerdo que uno de los paseos que realizamos durante el verano fue una visita al Museo de los niños en la ciudad de Jolón. En el museo de los niños hay una exhibición que se llama “Diálogo en la oscuridad”. En esta extraordinaria exhibición, no ves nada. Literalmente.

En un recorrido que dura un poco más de una hora, guías no videntes conducen a los visitantes a través de espacios especialmente diseñados en los cuales no entra el más mínimo rayo de luz. Completa y absoluta oscuridad. Recibes un bastón especial para no videntes y experimentas la naturaleza, un ruidoso cruce de peatones, un mercado y finalmente una cafetería, todo en una oscuridad total.

La experiencia es transformadora. Por más de una hora, experimentas vívidamente lo que es vivir como una persona no vidente, pero descubres todo un mundo nuevo y quizás, sobre todo, descubres mucho sobre ti mismo.

Recuerdo la estación del mercado, donde uno va de compras sin ver absolutamente nada. Este simple acto de ir a comprar frutas y verduras que nosotros realizamos a diario y damos por sentado, se transforma en una experiencia muy chocante. No ves los hermosos frutos, no hay colores. Sólo los puedes tocar y oler. Te tropiezas con tus amigos e intentas desesperadamente no caer y hacerte daño.

Al final del recorrido llegas a la última estación, una cafetería, en donde todas las personas que atienden son no videntes, y en la oscuridad, uno ordena algo para comer y beber y trata de comerlo de la mejor manera posible.

Cuando el recorrido termina, después de una hora sin ver absolutamente nada, sales a la luz y ves por primera vez a tu guía no vidente. Es un momento realmente impactante y conmovedor. Tu vuelves a la luz y conoces finalmente su aspecto, ves su rostro, su sonrisa, y en ese preciso instante entiendes también que él seguirá en su oscuridad por el resto de su vida. Uno experimenta sentimientos que son difíciles de describir.

Volver a ver. En ese instante, el simple hecho de ver se transforma en un regalo invaluable, algo difícil de poner en palabras. Pero irónicamente, es precisamente el hecho de no ver lo que te da la posibilidad de ver aún más profundo y penetrar la fibra misma de la realidad para darte cuenta de aspectos que estaban ahí constantemente, y que tú no veías.

Ese es el poder de la oscuridad.

El profundo mensaje de la oscuridad no puede entregarse a través de luz. Es imposible. La profundidad del mensaje de la oscuridad no se obtiene a través de una experiencia placentera, la oscuridad es difícil, nadie desea voluntariamente enfrentarse a ella, pero revela aspectos de la realidad mucho más profundos.

El 2020 fue definitivamente un año “oscuro”, pero esa oscuridad no tiene que ser necesariamente una fuerza negativa en nuestras vidas, esa oscuridad también nos hizo ver más profundo y nos reveló lecciones muy valiosas. Lecciones que no podríamos haber aprendido de otra forma. Y eso en sí ya es algo positivo.

La mejor manera de resumirlo para mí es con una cita que se hizo viral en las redes sociales y que me parece encapsula el sentimiento que muchos de nosotros albergamos en este momento en que nos despedimos de este año, mientras miramos hacia atrás y reflexionamos sobre las lecciones aprendidas. La cita decía algo más o menos así: “Yo pensaba que el 2020 sería el año en que alcanzaría todas mis metas y obtendría todo lo que me falta. El 2020 fue en cambio el año en que aprendí a apreciar todo lo que ya tengo”.


NOTAS:

(1) El Gaón de Vilna explica que la oscuridad es una creación por sí misma y no simplemente la “ausencia de luz”. (Kol Eliahu, Shemot 10:21). Ver también Haktav Ve HaKabalá, parashá Bereshit.

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