Todos los comienzos son difíciles

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A menudo, cuando estamos al principio de algo, en realidad estamos al final de otra cosa.

Cualquier comienzo, por más pequeño que sea, conlleva un grado de dificultad. Así es como Dios determinó que funcionara el mundo, tal como lo declara el Midrash: “Todos los comienzos son difíciles” (1).

Esta es una idea muy famosa en la cultura judía, pero a diferencia de otras enseñanzas que son más crípticas, esta pareciera ser bastante simple. No es tan difícil de entender. De hecho, pareciera algo obvia. Todos sabemos que comenzar un nuevo trabajo; cambiarse de ciudad o de país; emprender un nuevo negocio; casarse; tener un bebé o cualquier otro tipo de comienzo conlleva un cierto grado de dificultad. No es algo ajeno a nosotros y con facilidad podemos pensar en numerosas ocasiones en donde nos fue difícil comenzar algo.

Pero ¿por qué comenzar algo nuevo tiene que ser difícil? ¿No sería más lógico que lo difícil fueran los finales y no los comienzos? El comienzo es una fase llena de potencial, de esperanza. El final por otra parte denota término y ruptura. ¿Por qué la realidad del mundo —así como lo expresa el Midrash— es tal, que el hecho de comenzar algo nuevo conlleva siempre una dificultad de forma intrínseca?

La verdad es que todo es un tema de perspectiva. A menudo, cuando estamos al principio de algo, en realidad estamos al final de otra cosa. A menudo, cuando advertimos algún tipo de dificultad, en realidad lo que estamos experimentando no es la dificultad de “comenzar”, sino que estamos experimentando la dificultad de “poner fin”.

Cuando en un determinado momento de inspiración decidimos cambiar y ponernos en acción para ser mejores personas, en realidad no estamos experimentando la dificultad de “comenzar” a mejorar, sino que estamos experimentando la dificultad de “ponerle fin” a nuestra apatía.

Cuando iniciamos una nueva relación no estamos experimentando la dificultad de “comenzar” a conocer a alguien, sino que estamos experimentando la dificultad de “ponerle fin” a nuestro miedo al rechazo.

Cuando nos convertimos en padres no estamos experimentando la dificultad de “comenzar” a ser responsables por otro ser humano, sino que estamos experimentando la dificultad de “ponerle fin” a nuestra naturaleza egoísta.

En otras palabras, todo comienzo es difícil en gran parte porque cambiar el status quo significa ponerle fin a algo.

Pero el secreto para sobrepasar la dificultad del “comienzo” está en la segunda parte del Midrash. El Midrash nos dice a continuación que, si bien todos los comienzos son difíciles, es precisamente esa dificultad la que garantiza que este nuevo proyecto en el cual nos estamos embarcando será satisfactorio y placentero a largo plazo.

¿Por qué? Porque cualquier cosa que sea placentera de forma inmediata no cambia el status quo. Cualquier cosa que sea placentera de forma inmediata por definición no está poniéndole fin a eso que queremos cambiar, sino que, por el contrario, está dejando que el problema siga existiendo, sólo que por ahora nos adormece y se nos olvida de forma momentánea. Los verdaderos comienzos son difíciles porque nos obligan a “ponerle fin” a las cosas que queremos dejar atrás, pero eso es lo único que nos garantiza satisfacción a largo plazo.

Comienza algo nuevo, o mejor dicho aún, ponle fin de una vez por todas a eso que quieres dejar atrás. Será difícil al comienzo, pero recuerda, después será cada vez más fácil y con el tiempo incluso llegarás a disfrutarlo.


NOTAS:

1. Mejilta de Rabí Ishmael, Itró

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