Historias Verdaderas de Mitzvot

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El poder de la generosidad.

Es popular escribir historias verdaderas de crímenes, basadas en los archivos originales del FBI o de la policía. Yo pienso que nuestras historias verdaderas de mitzvot están guardadas en un armario celestial, pero voy a compartir una historia de mitzvá con ustedes como me la contaron a mí.

Cuando mi amiga Jana se mudó hace unos diez años, ella quería traer bendición a su nueva casa. ¿Qué tal una nueva mitzvá para corresponder con su nueva casa? Una amiga le sugirió que probara algo que le fuera difícil hacer. (La amiga no era yo; yo hubiera sugerido que hiciera algo que le fuera fácil).

Jana decidió visitar pacientes en el hospital. Pero no pacientes cualesquiera, - ella decidió visitar pacientes que estaban muy enfermos, pacientes en la UTI, en coma, en las puertas de la muerte. Ella iba regularmente a sus habitaciones, se sentaba y hablaba, a veces para ser recompensada con una sonrisa, a veces insegura de si la escucharon o no.

El rabino del hospital, un bondadoso señor de mediana edad, era su mentor. Él le enseñó a través de palabras y acciones cómo ayudar a estas personas, y cómo excavar profundamente para así obtener reservas extras de energía y ser capaz de sonreír y entrar vivazmente a otra habitación más. “Él me mostró como representar la generosidad de una forma que yo nunca había visto”, me contó Jana.

El trabajo tenía su costo. Los pacientes no siempre eran receptivos, los finales no siempre felices. Pero el rabino se mantuvo a su lado, su propio equipo de animación, dándole a ella la fuerza y el ánimo para continuar.

Desgraciadamente el mismo rabino enfermó. No solamente ya no pudo ser una fuente de ánimo, sino que verlo sufrir a él a lo largo de su debilitante enfermedad, ahogó más la voluntad de Jana. Ella comenzó a sentir una cierta desesperanza en relación a sus actividades. Todas sus dudas volvieron a acosarla – "De todas formas nadie me escucha, ¿Cuál es el punto?". Ella no estaba segura de que pudiera continuar con su trabajo voluntario en el hospital.

Pero Dios había llegado a confiar en los actos de bondad de Jana; Él dio un paso al frente para intervenir. "Fortuitamente" Jana tenía una hora para un examen físico con su internista y durante ese tiempo ella le confesó a su doctor sus dudas y ansiedad.

Él le contó una historia increíble sobre su hermana. Cuando joven, ella tuvo una inusual enfermedad que la dejó durante seis meses en coma. Aunque era una prisionera dentro de su cuerpo, ella en realidad podía escuchar todo lo que las personas decían. Solamente no podía responder.

"Ninguno de tus esfuerzos es desaprovechado".

Visitas, especialmente aquellas con mucho que decir, eran lo que la mantenían viva. Cuando ella finalmente salió de este aterrador estado, ella era capaz de recitar conversaciones completas palabra por palabra. "Esas palabras me mantuvieron viva, atada a la realidad, me dieron algo a lo que aferrarme", decía ella siempre.

"Ninguno de tus esfuerzos es desaprovechado", le aconsejó el doctor a Jana. Y le contó otra experiencia personal.

"Mi abuela estaba muy enferma de Alzheimer. Ella estaba en un hogar y no reconocía a ninguno de nosotros cuando íbamos a visitarla. Mi abuelo vivía con nosotros pero estaba demasiado débil para ir, y además, ella no lo reconocía a él tampoco. Esta situación continuó por 10 largos años hasta que mi abuelo falleció. Nos debatimos de si debíamos molestarnos en intentar comunicar este triste acontecimiento a mi abuela. Ya que de todas formas ella no entendía nada, ¿Qué estaríamos logrando? Finalmente decidimos que ella merecía saber (lo que fuera que "saber" significara). Mi padre fue al hogar y le explicó suavemente que su esposo había fallecido. Una hora más tarde el alma de mi abuela dejó su cuerpo. Ella había escuchado claramente a mi padre".

Estas historias cambiaron la perspectiva de Jana. Ella fue capaz de apreciar el poder de sus palabras y de mirar bajo la superficie buscando el significado de sus acciones. Ya no sentía que sus palabras estaban siendo desperdiciadas, ni se sentía desanimada por sus esfuerzos. Se dio cuenta del verdadero significado y del potencial de sus acciones. Ella estaba agradecida de sus experiencias y de lo que había aprendido, contenta de que había intentado algo difícil.

Este reconocimiento animó su espíritu. Ella se dio cuenta de que realmente había hecho una diferencia. Estaba nuevamente energizada por este reconocimiento y lista para regresar al hospital. También sentía que quería un nuevo desafío, hacer un impacto de otra manera. Ella quería empujarse a sí misma una vez más y moverse hacia territorio desconocido.

Dios intervino una vez más. No mucho tiempo después, la hija mayor de Jana dio a luz a una hermosa niña, su primera nieta. Luego de haber visto el trabajo de parto y el parto, Jana tuvo una revelación. Aunque no todos los partos serían de sus nietos, aquí es donde ella quería trabajar - ¡trayendo vida al mundo!

Hoy en día, Jana aún está en el hospital – a tiempo completo como una asistente de parto certificada. Ella lo hace con alegría pero también con un entendimiento y una compasión que no podrían haber sido posibles de otra manera.

El rabino, su mentor y amigo, desafortunadamente sucumbió a su enfermedad, pero su bondad y generosidad resuenan a través de Jana cuando ella asiste a madres mientras dan la bienvenida a una nueva generación al mundo.

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