Insultada

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Cómo lidiar efectivamente con los insultos.

Estábamos cenando con una pareja de amigos hace poco cuando de pronto el esposo de mi amiga se volteó hacia mí y, en respuesta a un comentario que yo había hecho, dijo algo extremadamente crítico. Yo fui tomada un poco por sorpresa y también mi esposo, quien inmediatamente se puso en posición de combate (figurativamente hablando por supuesto) y se alistó para defender mi honor. Rápidamente recobré la compostura y continué mi cena como si nada hubiese ocurrido. Mi esposo, aliviado, bajó la guardia y continuó cenando también.

¿Cómo fuimos capaces de difuminar una situación potencialmente tensa y mantener viva la amistad?

Para empezar, habíamos tenido recientemente una conversación en casa sobre cómo lidiar con los insultos. Cada uno de mis hijos, sin pestañear, me citó la frase de nuestros Sabios que dice que Dios ama a aquellos que son avergonzados y no avergüenzan de vuelta (¡ni siquiera quiero pensar acerca de los muchos miles de dólares en colegiatura que me costó eso!) así que tenía esa idea en mente. Para mis hijos, esa reacción fue instintiva y obvia; para mí, requirió de cierto trabajo.

Yo sabía que yo no era el blanco real.

También sabía que este amigo estaba atravesando algunos desafíos personales. Fui capaz de apaciguar mi hipersensibilidad y ego (una tarea difícil) y reconocer que yo no era en realidad la fuente de su frustración. Yo sabía que yo no era el blanco real, así que no me sentí obligada a hablar en defensa propia o a hacerme valer de otra forma.

Esta experiencia es en realidad bastante común (no, no mi habilidad de apaciguar mis necesidades de ego). Frecuentemente la persona equivocada se lleva la peor parte de la frustración del otro. Por ejemplo, uno en la pareja (lo llamaremos “el esposo”) puede haber tenido un largo día en el trabajo – un proyecto no anduvo bien, hubo un accidente en la autopista y almorzó hace demasiadas horas atrás. Cuando finalmente llega a casa, fatigado, frustrado y muerto de hambre, él descubre que la cena no estará lista sino hasta otra media hora más. Él se descarga con su esposa, demandando que la cena esté preparada a tiempo en el futuro.

Si bien no estoy defendiendo la actitud del esposo, la esposa sabia se abstiene de gritar “¡Tú, cerdo sexista! ¿Cómo te atreves?”, y trae algunas galletitas y queso para que su esposo se arregle por el momento. Quizás después, cuando él está saciado, ella sugiere mejores formas de comunicación. Ella es capaz de hacer esto porque sabe que ella no es en realidad la causa del fastidio de su esposo.

Y si bien no estoy en el nivel de aquellos que comprenden que cada insulto opera como una expiación por malos actos pasados y están por lo tanto agradecidos por la oportunidad, sí puedo alejarme y examinar si es que hay algo de verdad en la crítica. ¿Hay algo que pueda aprender de ella? ¿Hay un área en la que necesito crecer? La honestidad requiere que me examine a mí misma para ver por qué tuve incluso el más mínimo rol en provocar esta reacción.

Definitivamente voy a ser más cuidadosa con lo que digo en el futuro y voy a indagar un poco más profundamente en mi carácter en un esfuerzo por erradicar cualquier rastro de la falla sugerida.

Cuando el pueblo judío es atacado desde afuera, necesitamos unidad.

Hay muchas otras razones para no responder a los insultos: para no darle a nadie poder sobre o ti o sobre tus emociones, para no rebajarte a su nivel, porque su opinión en realidad no es importante para ti, porque tú fuiste creado a la imagen de Dios, etc.

Pero quizás una de las razones más importantes de todas, especialmente en este momento, es que cuando el pueblo judío es atacado desde afuera, necesitamos unidad. Necesitamos fortalecer nuestra sensación de unión, construir puentes unos con otros y no crear más brechas. Hay demasiado en juego.

Este es el momento de reparar relaciones, de hacer las paces. Es un tiempo de pretender que escuchaste mal (¡quizás en realidad fue así!) y dejar pasar lo pasado. La mayoría de las personas no piensan tan cuidadosamente antes de hablar así que es un error tomar sus palabras muy seriamente.

Dios ama que nos quedemos callados cuando enfrentamos un insulto porque, como todos los padres, Él quiere que Sus hijos vivan en paz y armonía. Yo pienso que yo podría tragarme algunos insultos para darle a mi Padre en el Cielo ese najat.

Quizás si todos hacemos nuestra pequeña parte, si no respondemos a un insulto con un insulto y en vez de ello trabajamos en construir relaciones más cercanas, el poder de nuestro amor disolverá cualquier futura flotilla.

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