Mi falta de control

3 min de lectura

Me preocupan mucho las cosas pequeñas, y no me gusta vivir así.

En el número de julio de la revista “O” plantearon la siguiente pregunta a los lectores: “¿En qué área de tu vida podrías estar más relajado?”. Una de las respuestas, de Angela Sandberg de Jacksonville, Alabama, resonó conmigo: “Las preguntas sin respuesta de la vida. Necesito relajarme y confiar que todo me será revelado en el momento indicado”. Increíble.

Y sin embargo mientras más lo pensaba, mientras más reflexionaba, más me daba cuenta de que no me molesta no saber sobre los temas grandes (¿Qué va a pasar con Irán? ¿Cuándo vendrá el Mesías?). ¡Son las pequeñas cosas las que me vuelven loca! Puedo relajarme y confiar que las respuestas a las preguntas grandes me serán reveladas en el momento adecuado, ya sea en la época del Mesías o en el Mundo Venidero. No tengo un problema con eso.

Son las cosas diarias desconocidas las que me llevan al límite ¡y que me hacen desear que haya una respuesta farmacéutica fácil! No estoy preocupada por el futuro del pueblo judío, pero me obsesiona que mis hijos sean aceptados en la escuela. Puedo confiar en que Dios finalmente revelará su plan, pero me cuesta esperar a que todos mis hijos encuentren su pareja adecuada. Creo sinceramente en un mundo mesiánico futuro pero soy escéptica de que mi sueldo llegará a tiempo y dedico interminables horas preocupándome por pagar las cuentas.

Creo y confío en Dios cuando se trata de temas grandes, pero me preocupan demasiado las cosas pequeñas.

Lo mejor que puedo hacer es dejar de preocuparme también por las cosas pequeñas. Todo, de pequeño a grande, está en las manos de Dios. Él puede orquestar la paz mundial y atender las necesidades de los individuos en mi familia, y de cada familia, simultáneamente. Pero creo que nuestra tendencia natural es obsesionarnos por las cosas pequeñas; las preocupaciones diarias de la vida.

Me preocupo si la señora de la limpieza (cuya aparición ya es bastante esporádica) llegará el viernes. Rezo que las aerolíneas no pierdan mi equipaje (¡esta no es una ansiedad irracional!). ¿Van a llegar mis hijos solos muy tarde en la noche? ¿Están escogiendo a sus amigos sabiamente? ¿Conseguirán ese trabajo al que aplicaron?

Pareciera ser por épocas. Hay periodos en los que me siento calmada sobre el futuro y confiada en la habilidad de Dios de ocuparse de todo por mí, alternando con periodos en donde todo se siente en el aire y fuera de control y me siento obligada a meterme. No estoy segura de que puedo atribuir esto a una mayor confianza o falta de confianza, más de lo que podría atribuirlo a los periodos de equilibrio y desequilibrio que viven los niños (6 meses de conducta excelente, 6 meses de descontrol). Pero definitivamente puedo trabajar en ello.

Hay una cierta indulgencia en permitir que los pensamientos negativos tomen el control. Y si bien es doloroso, es más fácil que trabajar en ‘dejar ir las cosas’. Es más fácil que trabajar en confiar en Dios. Es más fácil que rezar con la concentración necesaria. Es más fácil que reconocer mi propia falta de control, mi propia inhabilidad de obtener los resultados “correctos”. Es un substituto del esfuerzo.

Yo sé todo esto, igual como sé que estar frecuentemente triste y deprimido (del tipo no clínico) es más fácil que hacer el esfuerzo de ser feliz.

La tristeza, la ansiedad, el miedo o la preocupación, puede ser la posición por defecto para muchos de nosotros. Pero no debiera ser el punto final. Y esta es una de las áreas en donde sí tengo control. Puedo hacerme cargo de mis pensamientos y emociones. Puedo enfocarme en lo positivo. Puedo cambiar el canal. Puedo trabajar en la confianza. Puedo leer los libros y recitar los mantras y redireccionar mi mente. Lo único que se necesita es respirar profundo y mucho trabajo duro.

Pero la alternativa es preocuparse constantemente por las cosas pequeñas. Y esa no es forma de vivir, no para mí ni para aquellos a mí alrededor. Mi esposo me enseñó hace mucho años (¡parece que este no es un problema nuevo!) que yo debiera usar mi ansiedad como herramienta para conectarme con Dios. Cuando comienzo a preocuparme por el futuro debiera decir “Dios me ayudará”. Creo que necesito agregar a esa frase “Todo está en sus manos y todo va a estar bien”. Inhala, exhala…

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