No puedes ser cualquier cosa que desees

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Todos tenemos limitaciones. Acéptalo.

Nos dicen que podemos ser aquello que deseemos. Una experiencia mundana me recordó que no es verdad.

Estaba en un negocio y quise algo que estaba en el estante más alto. No podía llegar a ese objeto sin importar cuánto lo intentara ni cuánto me estirara. Me vi obligada a buscar en la tienda a alguien que pudiera bajarlo. Esto no es algo poco frecuente (nota para los dueños de comercios: ¡piensen en sus clientes de baja estatura!), ya acepté la realidad de mi situación.

No es algo tan terrible, pero sirve para demostrar que hay ciertas cosas que no puedo ser, por ejemplo una jugadora de básquetbol. Tampoco tengo oído musical, lo que me impide convertirme en una gran música, a pesar de horas de práctica. No tengo el don del pensamiento abstracto necesario para los físicos, matemáticos y filósofos. La lista sigue… ¡Pero ya hablé bastante de mí!

Todos tenemos limitaciones, y eso está bien. Cuando Pirkei Avot nos ordena ser felices con nuestra porción, esto se refiere a algo más que a nuestros bienes materiales. Incluye a todas las circunstancias de nuestra vida, nuestras fortalezas y debilidades personales, nuestros talentos y la falta de ellos. Incluso nuestras limitaciones. Porque esta es la forma en que fuimos creados y esas son las oportunidades que tenemos.

En el aspecto profesional es importante reconocer nuestras limitaciones. Si tenemos un problema en los ojos, preferimos visitar a un oftalmólogo en vez de ir un médico clínico. Si tenemos un problema psicológico serio, preferimos a alguien que tenga un título y experiencia y no sólo a una buena amiga. Asimismo, si tenemos la posibilidad de aconsejar a otros, es importante saber cuándo derivarlos a otras personas con experiencia y especializadas en esa área.

Crecimos pensando que las limitaciones son malas porque son… bueno… limitantes. Las limitaciones no son buenas ni malas; simplemente son una expresión de la realidad, una realidad que debemos aceptar. Una vez que reconozcamos nuestras limitaciones y estemos en paz con ellas, entonces realmente conoceremos los parámetros dentro de los cuales podemos crecer y florecer. Este es un regalo enorme.

Podemos pasarnos la vida luchando para ser algo o alguien que somos incapaces de ser. Podemos ser infelices durante toda la vida porque no hemos alcanzado ciertas metas no realistas. O podemos ser felices con lo que somos y trabajar con las fortalezas y habilidades que en verdad tenemos en lugar de las que nos gustaría tener.

Podemos ser miserables por no ser el visionario que creó un negocio u organización o sólo disfrutar ser la persona capaz de transformar esa visión en una realidad concreta. Podemos ser infelices por no ser el alma de la fiesta o disfrutar las interesantes conversaciones que tenemos con las pocas personas con las que nos relacionamos. Podemos desear ser la mamá divertida que siempre inventa juegos y proyectos para sus hijos o podemos enfocarnos en la seguridad, estabilidad y tiempo que brindamos a nuestros hijos.

No me refiero a los defectos (les ahorraré la lista) sobre los que podemos (¡y debemos!) trabajar y eliminar. Hablo de los límites de lo que podemos lograr dadas las habilidades y capacidades que tenemos y las que no.

En un primer momento es decepcionante comprender que no puedes ser cualquier cosa que desees ser, pero finalmente es liberador. Y es un regalo. Una razón más para agradecer al Creador.

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