Introducción

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Una noche, mientras le leía un cuento a mi hija de cinco años, de repente me miró a los ojos y preguntó: “Papi, ¿por qué a veces quiero hacer cosas malas?”.

¡Excelente pregunta! – pensé al principio. ¿Ahora qué le respondo? – me pregunté en un ataque de pánico. Mientras mi hija aguardaba ansiosamente una respuesta, con la mirada fija sobre mí, sabía que estaba obligado por lo menos a darle una respuesta sensata.

Me di cuenta de que no es nada sencillo hablar sobre las inclinaciones del hombre hacia el mal con una niña de cinco años.

Mi hija me demostró el poder de una buena pregunta, de aquéllas que atraviesan las murallas de nuestra modorra intelectual y colocan nuestras suposiciones en tela de juicio, preguntas de aquéllas que nos incitan a pensar, a explorar y alcanzar una mayor claridad. Las buenas preguntas también pueden incomodarnos; resulta mucho más fácil dejarlas de lado y evitar el escollo que representan.

Con demasiada frecuencia, preferimos dejar nuestra estructura moral intacta en vez de replantearnos las prioridades que asignamos a nuestros valores.

Sin embargo, para los niños, preguntar es algo natural y espontáneo. Nadie les enseña a buscar deliberadamente el conocimiento. Dejamos de preguntar cuando llegamos a una cierta edad, después de que se nos dijo una y otra vez que renunciemos a nuestra búsqueda de respuestas.

El anhelo innato por el conocimiento debe ser fomentado y fortalecido, no apagado por la aversión social a indagar y replantearse conceptos.

El tema central de este blog gira en torno a preguntas provocativas. Los judíos son “El Pueblo del Libro” y la mitad de las páginas de ese libro están repletas de preguntas. Durante milenios, el pueblo judío se ha preocupado por cuestionar, debatir, discutir, refutar e investigar todo, desde la naturaleza de Dios hasta los detalles del esófago de una vaca. La Torá analiza cada tema humanamente imaginable. “¡Profundiza en ella, profundiza en ella, pues todo se encuentra en ella!” (Ética de los Padres 5:26).

Según la sabiduría popular judía, una buena pregunta equivale a media respuesta. La pregunta crea un vacío interno que despierta nuestro anhelo por saber más. Por lo general, las respuestas a preguntas no formuladas carecen de relevancia.

La meta de este blog llamado Shmuz (que en yidish significa “plática o conversación”) es motivar el análisis profundo de una amplia variedad de temas.

Judíos de todas las edades y orígenes han utilizado estas preguntas analíticas para plantear debates en foros universitarios, fiestas, reuniones y celebraciones familiares. Estas preguntas, que invitan a pensar, son una fórmula infalible para enriquecer las conversaciones con nuestros amigos, familiares y colegas de trabajo.

Shmuz no trata únicamente sobre preguntas: también se ocupa de las respuestas. Cada pregunta incluye un breve artículo que explora la forma en que el judaísmo trata el tema, transmitiendo, aunque sea parcialmente, la relevancia y profundidad de la sabiduría judía.

Shmuz debe abordarse en una atmósfera divertida y estimulante.

Si ustedes encabezan un grupo de debate, eviten controlar la conversación demasiado. Su meta no es ganar una discusión ni su misión responder a cada pregunta que se plantee.

El objetivo es lograr que las personas tengan un diálogo útil y se escuchen entre sí. ¡Desaten una polémica! No dejen que los demás se limiten a expresar su opinión. Pregúntenles por qué piensan así. Y sobre todo, ¡pásenlo muy bien!

Espero que se enriquezcan tanto con este blog llamado Shmuz como yo al escribirlo.

¡Pásenlo bien con Shmuz!

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