Camino #23: El buen corazón

9 min de lectura

Dentro de nosotros hay una lucha interna entre dos inclinaciones opuestas: actuar correctamente o ser egoístas.

Todos queremos ser buenos, pero no es fácil. Si le preguntas a una persona malvada y a una persona bondadosa la misma pregunta: "¿Eres una buena persona?", quién crees que diría: "¡Obvio que soy bueno!" ¿La persona malvada o la persona bondadosa?

La respuesta es, ¡la persona malvada! El malvado puede insultar a su propia madre y aún así pensar que es bueno. Si le dijeras: "¡Eso es terrible! ¿Cómo puedes hacerle eso?", él probablemente racionalizaría y te diría: "Tú no entiendes. Ella me pidió que saque la basura. Si saco la basura, ¿quién sabe qué otra cosa me pedirá después?, ¡Esto podría seguir así eternamente!".

El hombre bueno saca la basura. Tú le dices: "¡Veo que eres una buena persona!".

Él te responde: “No, en verdad no soy tan bueno. ¿No te diste cuenta que mientras sacaba la basura insulté a mi madre?".

"¿Qué estás diciendo? ¡Yo te estaba observando y tú no insultaste a tu madre!".

Él te dice: "Bueno, no la insulté realmente, pero sí me quejé mucho respecto a sacar la basura. Estaba leyendo un libro muy interesante, y si no mostraba mi disgusto, quién sabe, ¡quizás me pedirá que lo haga mañana nuevamente!".

¿Ves la diferencia? La persona malvada siempre dice que está en lo correcto. A él no le interesa ser bueno, y por lo tanto nunca tiene un conflicto interno. Simplemente asume que está en lo correcto.

En contraste, la persona que intenta ser buena sabe lo difícil que es esto. Y siempre está intentando alcanzar un nivel más alto.

Existe un tercer tipo: el tzadik, la persona completamente justa. Él saca la basura y dice: "Con todo gusto, mamá. Tú trabajas muy duro en atender nuestras necesidades. ¡Gracias por darme la oportunidad de expresarte mi aprecio!".

Dos corazones: “lo que quiero” y “lo que deseo”

El Camino #23 es Be lev tov, que significa literalmente ‘con un buen corazón’.

La lucha por hacer el bien deriva de dos inclinaciones opuestas que hay en cada ser humano. Una persona tiene dos corazones: uno que ama hacer lo correcto, y otro que prefiere ser egoísta. Debes esforzarte por desarrollar una conciencia respecto a la lucha que ocurre en tu interior. Por ejemplo:

  • Quieres utilizar tu tiempo de manera efectiva, pero tienes ganas de no hacer nada.

  • Quieres comer sano, pero tienes ganas de comer una torta de chocolate.

  • Quieres sabiduría, pero tienes ganas de ver televisión.

Lo que “quieres” es algo permanente. Está enraizado en la realidad. Lo que “tienes ganas” es algo momentáneo, que le da poca importancia a las consecuencias futuras. Es un escape.

Este es en realidad el conflicto entre cuerpo y alma. Tu alma eterna quiere hacer lo correcto: amar a la humanidad, buscar justicia, ser altruista, sensible, honorable y responsable. Tu alma lucha por alcanzar su potencial.

Por otro lado, tu cuerpo, que está destinado a la tumba, busca satisfacciones momentáneas. Se siente atraído por la comida, la comodidad y la lujuria.

Tú sabes que no es correcto rehusarse a sacar la basura, y tu corazón realmente quiere ser bueno. Pero tu otro corazón, el corazón del deseo, prefiere quedarse adentro, calentito, leyendo un libro con comodidad.

Incluso mientras lees esto, tu alma te está diciendo: “Presta atención, ¡esto te ayudará a ser grandioso!”. Pero tu cuerpo la contradice: “Todo este trabajo duro es demasiado difícil. ¡Estoy bien como estoy!”.

Ante cada decisión, los dos corazones se enfrentan y crean un dilema. Para triunfar en la batalla debes enfocarte en tu deseo innato de ser bueno. Hazlo parte de tu modo de pensar y verás un efecto apreciable a lo largo de tu día. Tomarás decisiones de forma más madura y efectiva.

Distingue entre los dos corazones

Establecer qué corazón te está hablando en determinado momento puede ser muy confuso.

Pregúntale a alguien: “Qué es más importante para ti ¿la felicidad o el dinero?”.

“Preferiría ser feliz. Dame sustento, ropa y un techo, y entonces me dedicaré a la búsqueda de la felicidad. Después de todo, ¿qué clase de tonto querría ser un millonario miserable?”.

“Ok, dame una semana de tu tiempo y te garantizo que puedo mostrarte cómo ser feliz”.

“Bueno... es una oferta interesante… quizás algún día la considere”.

“Ok, hagamos un trato: si tu nivel de felicidad aumenta después de un mes, te daré un bono de $10.000 dólares”.

¡Observa como el tipo corre hacia ti!

¿Por qué? ¿Qué es más importante para él, la felicidad o el dinero?

Obviamente la felicidad es más importante. Pero ese es sólo el entendimiento intelectual del alma. Por otro lado, ¡el cuerpo se distrae con un manojo de billetes!

El deseo corporal confunde nuestro pensamiento. El materialismo puede verse tan atractivo que podemos ser engañados y comenzar a pensar que eso es lo que queremos realmente.

A menos que hagas el esfuerzo para diferenciar entre lo que quieres y lo que deseas, y para clarificar qué aspecto está influenciando tus acciones, entonces probablemente perderás oportunidades valiosas para alcanzar tus metas.

Hazte dos preguntas para aclarar el conflicto: ¿Qué quiero hacer versus qué tengo ganas de hacer? Lo que quieres hacer es generalmente lo correcto, mientras que lo que tienes ganas de hacer suele ser la opción más cómoda.

El reloj despertador suena por la mañana. Quieres salir de la cama y comenzar con tu día. Pero tienes ganas de reprogramar la alarma para diez minutos más y seguir durmiendo. Es un tira y afloja. ¡Salir de la cama se transforma en un dilema moral!

El ganar o perder va a depender de qué voz sea más fuerte en el momento de la decisión: la voz de lo que quieres o la voz de lo que tienes ganas.

Una vez que estás al tanto del conflicto y recuerdas que estás luchando, serás capaz de escuchar más cuidadosamente la voz del buen corazón y de desechar la voz del corazón egoísta.

Definiendo “bueno”

Una definición apropiada de “bueno” es el comienzo para todo lo que haces en la vida. Obviamente no puedes inventar tu propia definición de “bueno”.

Debes investigar en fuentes confiables y luego analizar cuál describe de mejor manera la condición humana y la realidad.

En Gaza, la definición de “bueno” podría ser alguien que está dispuesto a atarse una bomba al cuerpo para detonarla en algún lugar concurrido de Israel.

Una definición constante que tiene el mundo occidental sobre “bueno” es el éxito financiero. La gente cae en depresión si no son exitosos. “¿Qué está mal conmigo? ¡No puedo conseguir un trabajo gerencial! Debo estar mal. ¡Necesito un terapeuta!”.

Este sentimiento es el que causa que consumamos de la manera en que lo hacemos. Nuestra colección de música, vacaciones y autos lujosos son un tercio comodidad y dos tercios estatus. Queremos mostrar que calzamos con la definición que tiene la sociedad de “bueno”. (Educadamente, obviamente, de forma que la gente no piense que somos unos bárbaros).

Pregúntate a ti mismo: ¿Estoy definiendo “bueno” en base al segmento de la sociedad de la comida rápida / alta tecnología / Hollywood? ¿O estoy definiendo “bueno” en base a aquello que tiene un significado profundo y que hace una contribución valiosa a la humanidad?

Si no nos mantenemos atentos podemos ser ricos y famosos, pero de todas formas podemos estar atrapados en las drogas y sumidos en la depresión. ¿Por qué la típica imagen de una estrella de cine es la de alguien que está lleno de disputas legales, que no puede mantener un matrimonio funcionando y que gasta cientos de horas en el psicoanalista?

La definición básica de “bueno” está errada.

Para el judaísmo, la definición de bueno está en la Torá. La Torá detalla cómo debe actuar una persona buena con sus amigos, con su familia y con la sociedad como un todo. Bondad es generosidad, justicia, verdad y lealtad a Dios.

Por lo tanto, debes tener cuidado y buscar la definición correcta. De otra forma, podrías terminar descubriendo que has perdido 20 años con una mala definición.

Apégate a tu definición

Una vez que encuentres una definición correcta, debes apegarte a ella. El resto de la gente siempre tratará de cambiar tu definición de “bueno”, especialmente cuando ésta los hace sentir incómodos respecto a su propio comportamiento. Vas a necesitar mucha convicción para mantenerte apegado a tu definición incluso si el resto se burla de ti.

¿Por qué alguien jugaría a la ruleta rusa? Por miedo a que se burlen de él, a que lo llamen cobarde. ¿Pero quién es el verdadero cobarde? ¡El que no tiene el coraje para pararse firme frente a quienes se burlan de él! Al final, en vez de vivir como un cobarde, muere como un cobarde. Es la mayor ironía: la percepción vence a la realidad.

No dejes de lado lo que ya sabes.

Ser bueno es más importante que la vida misma

Imagina que eres un exitoso cirujano. Eres famoso, rico, tienes una hermosa esposa e hijos maravillosos. Eres presidente de tu sinagoga, y fuiste recientemente nominado para recibir un doctorado de una prestigiosa universidad. ¡La vida es grandiosa!

Ahora, vas viajando por el lejano oriente con amigos. Una noche, mientras tus amigos están en el cine, la policía secreta va a tu dormitorio y dice: “Tus compañeros de viaje han sido clasificados como peligrosos espías. ¡Dinos dónde están o te mataremos!”.

¿Qué harías?

Obviamente, traicionar a tus amigos es algo terrible. Por otro lado, tú no quieres morir, y nadie se enteraría de que delataste a tus amigos. Aún puedes ser un exitoso cirujano, tener tu hermosa familia, ser rico y famoso, ¡e incluso podrías volver a casa a tiempo para tu graduación de la universidad!

¿Qué harías?

Ahora, compliquemos un poco más el asunto. ¿Qué harías si la policía secreta te pidiera que mates a 1.000 niños? “Mata a 1.000 niños y podrás volver a tu hermosa vida”. ¿Crees que podrías hacer eso?

No.

Este escenario revela algo muy profundo sobre todo ser humano: Ser bueno es tan importante que incluso estaríamos dispuestos a morir por ello. (E incluso si fueses capaz de matar a los 1.000 niños, probablemente después de eso volverías a casa y te pegarías un tiro).

Si estás dispuesto a sacrificar tu vida por ser “bueno”, entonces probablemente no hay una meta más alta en la vida que esa.

Entonces, ¡ve allá afuera y vive por ello! Aprovecha aquella fuerza que hay en tu interior. Haz de la bondad tu meta de vida. Debes estar dispuesto a darlo todo. No le estás haciendo un favor a nadie con ser bueno, sino que simplemente estás haciendo lo que tu “yo” interno quiere. Cuando haces lo correcto, siempre saldrás ganando.

Todo ser humano quiere ser grandioso

En realidad, nuestro deseo de ser buenos no es más que la punta del iceberg. La verdad es que todos nosotros queremos ir más allá del simple hecho de ser buenos, queremos ser “grandiosos”.

Nadie quiere ser una persona promedio. Intenta decir: “Quiero ser mediocre”. ¡Ni siquiera puedes pronunciar esas palabras! Eso es porque queremos ser grandiosos, y no nos conformamos sólo con ser buenos.

¿Te gustaría descubrir la cura para el cáncer o eliminar la amenaza nuclear? ¡Obvio! A todos nos gustaría liberar al mundo de sus problemas y unir a la humanidad en paz y armonía. Ese es el concepto judío de Mesías. Él unirá al mundo nuevamente.

Una vez le pregunte a una clase: “Díganme honestamente. En sus anhelos más profundos, ¿quién desea ser el Mesías?”.

Todos levantaron la mano.

Este es un profundo secreto espiritual: El alma, la chispa de divinidad que hay en cada uno de nosotros, desea unirse con la fuente de toda la vida, Dios todopoderoso. Y es por eso que todo ser humano, en el fondo de su ser, no estaría satisfecho ni siquiera siendo el Mesías. Nuestras almas desean ser como Dios mismo.

De hecho, una de las mitzvot de la Torá es ser como Dios, emular sus caminos.

Cada uno de nosotros tiene el potencial de hacer una contribución significativa a la sociedad. Nuestros sabios nos enseñan que cada persona debería decir: “Todo el mundo fue creado sólo para mí”. Esto no significa que puedas saquear la propiedad de otros, sino que significa que todo individuo es responsable por el mundo. Actúa consecuentemente, tú estás aquí para enderezarlo.

Entonces, ¿por qué no aspiramos a eso?

No es porque no queramos cambiar el mundo, sino que el problema es que el esfuerzo parece ser demasiado grande. Es muchísimo trabajo. Pero eso es lo que realmente buscamos. Por lo tanto, ¡ve por ello! En el proceso, no sólo te convertirás en alguien bueno, ¡sino que te convertirás en alguien grandioso!

¿Qué puedo hacer yo al respecto?

Pregúntale a cualquier persona joven:

“¿Cuáles son las probabilidades de que haya una guerra nuclear en los próximos 20 años?”.

Obtendrás una amplia gama de respuestas. Algunos dirán 90%, y otros dirán 20%.

¡De cualquier forma eso es horroroso!

Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto?

¿Yo? ¿Qué podría hacer yo al respecto? La Naciones Unidas, el presidente de Estados Unidos, etc., ¡ellos están a cargo! Yo soy tan sólo una persona”.

Pero yo te pregunto: Si supieras que Dios te está apoyando, ¿que harías?

¡Todo!

Bueno, te tengo buenas noticias: Dios te está apoyando. Dios dice: “Si tú lo intentas, yo te ayudaré. Quiero que endereces el mundo”. Esa es la misión nacional judía de “tikún olam”, de reparar el mundo. Si eludimos nuestra responsabilidad, tendremos que rendir cuentas por ello.

No existe rendirse. Tú quieres ser grandioso, tú puedes ser grandioso, y tú tienes que ser grandioso. Así que ve y hazlo. Aprovecha tu poderoso deseo de alcanzar grandeza. Te está guiando por la vida, te guste o no.

Haz el esfuerzo apropiado, y Dios seguramente te ayudará a lograrlo.

¿Por qué un buen corazón es un camino a la sabiduría?

  • Recuerda diariamente que quieres ser bueno. En general nos distraemos con la rutina y olvidamos la importancia de esto.

  • Debes estar consciente de tu conflicto interno entre lo que realmente "quieres" y los deseos que se cruzan en el camino.

  • Una vez que entiendas el conflicto interno, será mucho más fácil decidir conscientemente.

  • Date cuenta que al hacer el bien te estás haciendo un favor a ti mismo. Tú quieres respetarte a ti mismo más que nada en el mundo.

  • Asegúrate de perseguir lo que objetivamente consideras bueno, y no lo que la sociedad te dice.

  • Si quieres ser bueno, entonces debes adquirir sabiduría. La sabiduría te permite reconocer el "bien" para tomar decisiones correctas.

  • Ante cada decisión pregúntate lo siguiente: ¿Qué quiere mi alma? ¿Qué desea mi cuerpo?

  • Nunca digas: Ya soy suficientemente bueno. Eso no es verdad.

  • Si vale la pena morir por hacer el bien, entonces también vale la pena vivir para hacer el bien.

  • Hay una mitzvá de emular a Dios. Eso es lo que todos nosotros deseamos.

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