Cábala 14 – Amor y Temor

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Las sefirot de “acción” engendran amor y miedo de nuestra parte, las dos “alas” que necesitamos para elevarnos a los cielos.

Las sefirot de “acción” engendran amor y temor de nuestra parte, las dos “alas” que necesitamos para elevarnos a los cielos.

Mientras que Dios se revela a nosotros a través de las sefirot de jésed (bondad) y gevurá (fuerza), nosotros reaccionamos con las emociones de amor y miedo. Así como hemos mostrado que bondad y fuerza son las dos “acciones” fundamentales de Dios, el amor y el temor son las “reacciones” fundamentales a las acciones de Dios.

Dado que las sefirotde jésed y gevurá son las primeras sefirot de acción, es decir, actividades percibidas visualmente, ellas provocan una reacción de nuestra parte. Amar a Dios (ahavá) y temer a Dios (yirá) son dos emociones que la Torá enumera como básicas en el trabajo a Dios, y son dos mandamientos importantes en si mismos.

Para tener una muy buena idea de la interacción entre amor y temor, y de cuán extrañamente son el reflejo de jésed y gevurá, veamos la descripción de Maimónides de estas dos emociones. Maimónides fue un gigante elevado en el campo de la ley y la filosofía judía, aunque no se supo si se envolvió a sí mismo en el estudio de la cábala. En su trabajo “Mishné Torá”, él describe la obligación de amar y temer a Dios de la siguiente manera:

Es nuestro deber amar y temer a Dios elevado y grandioso, pues está escrito: “Tú amarás a Dios, tu Señor”. Y “Tú temerás a Dios, tu Señor”.

¿Cuál es la manera apropiada de amar y temer a Dios? Cuando una persona contempla las creaciones y las obras maravillosas de Dios, y ve en ellas Su sabiduría que es infinita e incomparable, la persona de inmediato lo ama [a Dios], lo alaba y lo glorifica, y es abrumada por un tremendo deseo de conocer al gran Dios. Como el Rey David dijo: “Mi alma está sedienta de Dios, el Dios viviente”.

Y cuando la persona reflexiona sobre la esencia de estos mismos asuntos, de inmediato se siente impulsado a retroceder, teme y comprende que es una pequeña y humilde criatura, parándose delante del Intelecto Perfecto. Como el Rey David dijo: “Cuando contemplo Tus cielos, obra de Tus manos, [yo pregunto], ¿qué es el hombre para que Tú lo recuerdes? (Rambam, Iesodei HaTorá 2:1,2).

Vemos en Maimónides que el amor y el temor son reacciones exactamente paralelas a jésed y gevurá. El amor es el deseo de expandirse, de ensancharse. El temor, por otra parte, es un modo de contracción, la implosión de la propia personalidad al darse cuenta de la abrumadora grandeza de Dios.

El Zohar declara que el amor y el temor son dos “alas” sin las que la Torá no se eleva hacia los cielos. Esto significa que hay dos componentes emocionales en nuestro trabajo espiritual. Cuando una persona hace un acto desmotivado e insípido, no tiene éxito. Cuando una persona hace un acto con sentimiento y entendimiento, cobra vida. De la misma manera en que una persona motivada parece físicamente viva y animada, así también una mitzvá hecha con amor y temor cobra vida.

Trabajando en Tándem

¿Pero cómo pueden el amor y el temor actuar conjuntamente si son opuestos? El hecho de que el Zohar los compara a “alas” demuestra que ellos actúan en tándem. Mientras una persona puede saltar en una pata, es difícil visualizar un ave volando sólo con un ala.

El hombre debe encontrarse a sí mismo en la mitzvá, y también debe encontrar a Dios en la mitzvá.

La respuesta es que cada mitzvá es un lazo entre el hombre y Dios. De esta manera, la actitud frente a una mitzvá debe relacionarse con estos dos puntos. El hombre debe encontrarse a si mismo en la mitzvá, y también debe encontrar a Dios en la mitzvá. Amor es la manera en que el hombre se encuentra a si mismo, y temor es el modo en que el hombre encuentra a Dios en la mitzvá.

Cuando yo quiero casarme con una persona que amo, es porque tengo una sensación de ser completado por esa persona. Cuando expreso amor por las mitzvot, estoy demostrando satisfacción por cumplir las mitzvot. Yo he encontrado un elemento en la mitzvá que me habla; que aporta a mi persona. Mi instinto interno de elevación personal se agarra con fuerzas de la mitzvá y yo busco enriquecerme con ese contenido.

Ahora veamos al temor/asombro. Un hombre joven está saliendo con una joven mujer y es atraído por su inteligencia y personalidad, y comienza a sentir amor por ella. Pero durante el segundo encuentro, ella es más expresiva y él se siente abrumado y asombrado por su agudeza. Este asombro es una apreciación de las cualidades de ella por sobre los deseos y las necesidades de él. Este asombro se relaciona con las cualidades de ella que están más allá de las cualidades que él descubrió en ella la primera vez, y le revelan a él un nivel más alto de calidad. Porque eso es asombro, la conciencia de algo mucho más grande que yo mismo.

Cuando el miedo/asombro comienza, la persona se da cuenta de la naturaleza divina de la mitzvá que está realizando, y es abrumado por ello. Este “agobio” no disuade a la persona de realizar la mitzvá, sino que la hace sentir mayor apreciación por su contenido. De esta manera, el amor expresa la apreciación de la persona por la mitzvá, el miedo le da un grado de conciencia aun más alto de la mitzvá, y entonces, nuevamente el amor ansía por su apreciación, etc.

Honrando a los Padres

Hay otra mitzvá en donde el temor y el amor se combinan de una manera muy similar, y es en la mitzvá de honrar a los padres. Como fue ordenado: “Honra a tu padre y a tu madre”, y también: “A tu madre y a tu padre temerás”. El Talmud explica que “honrar” a nuestros padres incluye actividades como salir en defensa de ellos, ayudarlos a comer y vestirse, etc., todas actividades positivas.

“Temer” a nuestros padres, por otro lado, incluye no sentarse en sus lugares designados, no llamarlos por el primer nombre, no contradecirlos descaradamente. Todas esas son actividades negativas, actos de restricción.

Por un lado, ver el bien que hemos recibido de nuestros padres, incluyendo nuestra propia existencia, significa que estamos reconociendo que la fuente de benevolencia en nuestra existencia proviene de ellos. Pero esta misma conciencia nos fuerza a estar atemorizados por su presencia. En la medida en que nosotros debemos nuestra propia existencia a ellos, nuestro sentido de uno mismo es disminuido, porque lo que nosotros tenemos no es realmente nuestro.

Así, amor y temor son el reflejo de jésed y gevurá. El jésed de Dios nos da lo que tenemos, y nosotros Lo amamos por ello. Por el otro lado, la gevurá de Dios exige responsabilidad y verdad, así, entendemos que lo que poseemos no es realmente nuestro, y somos más concientes de la omnipresencia de Dios y de nuestra insignificancia.

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