El Poder de Hacer una Diferencia

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Creando un legado y dejando tu propia marca.

Los padres básicamente quieren dos cosas de sus hijos: quieren que sean felices, y quieren que sean buenos. Toda la riqueza del mundo no vale mucho si una persona no es feliz. Lo mismo pasa con ser una persona buena, decente y moral – ¿de qué sirve todo el dinero del mundo si una persona no es un ser humano decente? Para los padres, los niños buenos y felices son “el pastel”; la riqueza es solamente “la cereza”. Pero más allá de la riqueza, hay un postre aún más dulce para los padres.

Imagina los sentimientos de un padre que pudiera decir: “Mi hija es una mujer tan refinada, una persona tan buena, amable… y gracias a su trabajo, los niños en África ya no mueren por desnutrición, o, gracias a ella, ahora hay una cura para el cáncer, o, gracias a ella, mil niños pobres por año van a colonias de verano, o, gracias a ella, hay paz en Somalia, o, gracias a ella, hay paz entre Israel y los árabes.

¿No es obvio que, en el medidor de najas de los padres, estos logros le dan a un padre un nivel de placer completamente diferente? ¿Qué tienen estos logros que los hacen tan maravillosos?

La respuesta es que más allá de ser bueno (lo cual es un logro enorme e invaluable, un logro que no puede ser nunca subestimado), esa gente ha agregado al bienestar general del mundo. Han ido más allá de sí mismos y han hecho también una diferencia para los demás.

¿Cómo puede uno marcar una diferencia y dejar un legado en el mundo? Aquí hay algunas estrategias y herramientas:

La palabra hebrea para poder es memshalá. Los israelíes utilizan la palabra memshalá para referirse al “gobierno” o al “asiento del poder”. “Poder”, sin embargo, es una palabra con doble sentido. Tiene toda clase de connotaciones negativas, connotaciones que fueron inmortalizadas en 1887 por las palabras del Lord inglés John Acton cuando escribió en una carta al obispo Mandel Creughton que “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto definitivamente corrompe”.

Echemos otra mirada a los políticos, y esta vez, démosles un razonable beneficio de la duda. La gente entra en la política porque quiere hacer una contribución a su comunidad, a su ciudad, o a su país. Tienen buenas intenciones, son gente idealista que quiere hacer una diferencia. Desafortunadamente, no siempre siguen siendo así. ¿Qué es lo que pasa en el camino con los políticos que les hace desechar los valores y los principios con los que comenzaron? ¿Por qué las mismas personas que comienzan carreras con “el bien de los demás” en mente, terminan a menudo siendo ridiculizadas por estar preocupadas sólo por sí mismas? todos sabemos que si hay alguien con quien nuestra sociedad es cínica, son los políticos.

Déjenme decirlo de otra manera. Si el deseo de integridad, el deseo de ser una buena persona, es tan fuerte que triunfa sobre el deseo del amor, ¿qué es lo que podría triunfar sobre la integridad? Si analizamos la jerarquía de golpes en un partido de béisbol, la respuesta es clara: El poder es un home-run, y hay algo seductor en los home-runs. El placer del poder es tan intenso que puede hacer que la gente más refinada resigne a todo lo que los ha convertido en gente buena en primera instancia. Cuando Lord Acton dijo que el poder corrompe, estaba haciendo un comentario sobre el encanto seductor que tiene el poder.

¿Eso significa que la gente buena debería mantenerse alejada de la política? Eso no sería bueno, ¿no? Después de todo, el gobierno tiene el potencial para ejercer una influencia positiva en la sociedad y para mejorar las vidas de la gente, por lo que sería una pena que la gente buena fuera desalentada a involucrarse.

El poder corrompe porque es una emoción de mala calidad. Ilustremos esto con un ejemplo: Una mujer desea un collar de diamantes; puede gastar miles de dólares en uno verdadero, o, si no puede pagar el verdadero, puede gastar sólo un par de cientos de dólares y comprar una imitación bastante bonita. Lo malo de este tipo de joyería es que no es real. Lo bueno es que al menos obtienes algo de placer por tener un collar de diamantes. El poder, al menos el poder corrompedor y destructivo en el que estamos acostumbrados a pensar, es una experiencia falsa. Es una ilusión de algo más profundo, más real. El poder real es la creatividad. La creatividad genuina y auténtica es la habilidad para construir, para crear algo que proyecta y promueve la bondad en el mundo. El poder genuino entonces, es el poder de crear y construir. Es un bateador poderoso bateando un home-run.

Imagina si pudieras traer la paz al medio oriente. ¡Qué increíble sentimiento de logro!, qué enorme diferencia haría eso para tanta gente y para el mundo entero. ¡Qué sensación de poder creativo que podría generar! Eso es lo que hace el poder cuando está unido a la integridad, a la moralidad, y a lo que es bueno y correcto. Entonces el poder para dejar un legado en el mundo está basado en los principios de integridad. No es que dejar una marca en el mundo sea mejor que la integridad; en cambio, incorpora la integridad y la hace evidente.

Pero el poder sólo por el poder – eso es destrucción. Y es mucho más fácil destruir que construir. Siempre es más fácil crear una experiencia artificial, ya sean joyas falsas, una pieza de arte falsificada o dinero falso, que obtener el objeto verdadero.

La perspectiva judía sobre el poder consiste en construir y crear con integridad.

La perspectiva judía de memshalá, poder, trata sobre construir. Consiste en utilizar las habilidades propias para construir y crear en servicio de la moral y la integridad. Eso es el poder real, y es una sensación de significado altamente placentera –un home-run real, no uno virtual.

Es interesante notar que en el judaísmo, la esencia del reinado no es dominar o legislar, sino ser un proveedor para la nación. Es por eso que nos referimos a Dios como el “Rey de Reyes” – porque Él es el máximo proveedor de vida. Históricamente, desde el tiempo en el que el pueblo judío realmente tenía un rey, y durante toda la historia a partir de ahí, un rey era casi exclusivamente un gran explotador – el polo opuesto de la idea judía. En general, los reyes han tomado los recursos de los demás para servirse a sí mismos. La idea fue desafiada seriamente sólo a partir de la Revolución Francesa, hace unos 200 años.

El judaísmo afirma que todos tienen el poder verdadero de memshalá – la habilidad de marcar una diferencia. Piensa en una persona que haya tenido una influencia positiva y duradera en tu vida, alguien de quien podrías decir: “Gracias a él o a ella, mi vida es muy diferente a lo que era antes, y de un modo muy positivo”. ¿Por qué no tomarse un momento para escribirle una carta a esa persona o para llamarla? La apreciación les dará a ambos un sentimiento de satisfacción. Esa persona ha utilizado su poder de manera creativa para marcar una diferencia en tu vida.

La Torá nos da una idea de cómo Dios deseó que el hombre marcara una diferencia. El Talmud pregunta por qué Adam, el primer ser humano, fue creado solo. En el momento de su creación no tenía esposa, ni familia, ni vecinos – era el único ser humano. La respuesta del Talmud es que Adam fue creado solo para que mirara al mundo como un individuo y dijera: “El mundo fue creado sólo para mí” (Sanedrín 38a). ¿Qué es lo que significan estas palabras? El entendimiento de un niño de “El mundo fue creado para mí” es que todo es mío y puedo hacer lo que quiera con ello. De hecho, los niños creen a menudo que porque un juguete es suyo tienen el derecho de descuidarlo y destruirlo como les plazca. Después de todo, dicen: “Lo compraste para mí. Es mío, y puedo hacer lo que quiera con él”. O sienten que no necesitan compartirlo con sus hermanos o vecinos porque “¡Es mío!”. Un adulto, en cambio, sabe que cuando algo es suyo significa que él es responsable por eso.

El entendimiento judío es que Adam fue creado solo para que pudiera sentir que el mundo era suyo, no para destruirlo, sino para cuidarlo y protegerlo. A Adam se le dio una doble responsabilidad en el Jardín del Edén: cuidarlo y protegerlo: “leovdá uleshomrá – trabajarlo y guardarlo” (Génesis 2:15). Esto significa que, simbólicamente, todos somos “Adam”. Todo ser humano es responsable por el bienestar del mundo. Esta es una afirmación increíble sobre el potencial y el poder del ser humano – el potencial y el poder creativo.

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