Vivir felices

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Todos están buscando la ciudad de la felicidad y no saben que se encuentra en el estado de la mente.

Increíblemente, la Torá nos ordena ser felices: “Se alegrarán con todo el bien que Dios les ha dado”. Es decir, estamos obligados a sentir alegría con lo que nos es dado por Dios (Deuteronomio 26:11). Pero, ¿por qué necesitamos una orden para alegrarnos, dado que automáticamente debiéramos ser felices cuando tenemos cosas buenas?

Veamos. La naturaleza del hombre es querer más de lo que posee en el presente, así como dicen nuestros Sabios: “El que tiene cien, quiere doscientos” (Kohelet Rabá 1, 34).

Nuestros momentos de felicidad están mezclados con tristeza por aquello que nos falta. La Torá, por tanto, nos ordena alegrarnos con lo que tenemos. Así, debemos esforzarnos por sentir alegría plena. Debemos saber que la felicidad depende de nosotros mismos, así como dicen por ahí: “La felicidad está en una maleta. ¡Tú decides si abrirla o no!”.

Cuentan que un hombre siempre llevaba algo para comer al trabajo. Un día, llegó la hora de comer y sacó su comida. Al abrir el recipiente en que la llevaba, dijo:

—¡Ufff! ¡Lo de siempre! ¡El mismo sándwich con atún de todos los días!

El compañero que se sentó junto a él le aconsejó que dijera a su esposa que diera más variedad a la comida que le preparaba y le cambiara más seguido el “menú”.

Y el hombre contestó a su compañero:

—Mi esposa no me prepara la comida. Yo mismo me la preparo…

Aprendemos de esta historia que la felicidad depende de nosotros mismos. Podemos hacer lo que no nos gusta todos los días, pero, aunque tengamos la oportunidad de cambiar nuestro “sándwich”, no lo hacemos.

Así como dijo en una ocasión Rav Pésaj Krohn: “Todos están buscando la ciudad de la felicidad y no saben que se encuentra en el estado de la mente”.

En cierta ocasión, durante un curso para matrimonios, preguntaron a una mujer:

—¿Tu esposo te hace verdaderamente feliz?

El esposo alzó ligeramente el cuello en señal de seguridad. Esperaba que su esposa dijera que sí, pues ella jamás se había quejado durante todo su matrimonio. Sin embargo, la esposa respondió rotundamente:

—No. No me hace feliz… Yo soy feliz. Que yo sea feliz no depende de él, sino de mí.

Y continuó diciendo:

—Yo soy la única persona de quien depende mi felicidad. Yo determino ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida. Si mi felicidad dependiera de alguna otra persona, cosa o circunstancia sobre la faz de la tierra, yo estaría en serios problemas.

Todo lo que existe en esta vida cambia continuamente: el ser humano, las riquezas, el cuerpo, los amigos, el clima, el jefe, los placeres… y así podríamos elaborar una lista interminable. Por eso cada día decido ser feliz… A lo demás lo llamo “experiencias”: olvido las pasajeras y vivo las que son eternas, como amar, perdonar, ayudar, compartir, comprender, aceptar, consolar…

La gente dice: “Hoy no puedo ser feliz porque estoy enfermo, porque no tengo dinero, porque hace mucho calor, porque alguien me insultó, porque alguien ha dejado de amarme, porque alguien no me valoró”. Y yo digo: SÉ FELIZ, aunque haga calor, aunque estés enfermo, aunque no tengas dinero, aunque alguien te haya insultado, aunque alguien no te ame o no te valore. La felicidad depende de la decisión que tú tomes cada día.

El gran comentarista Rashí, comenta, en relación con la vida de Sará, que todos sus años fueron igual de buenos.

Sin embargo, esta afirmación resulta incomprensible. Nuestra matriarca vivió su esterilidad hasta los noventa años de edad, ¿no había perdido ya las esperanzas de tener hijos? Fue secuestrada dos veces, por el faraón y por Abimélej. Dejó todo para seguir a su marido a una tierra desconocida, sólo para llegar ahí y encontrarse con una hambruna que los obligó a ir a Egipto, etc.

En fin, nosotros tal vez no cataloguemos esa vida como fácil. Pero Rashí expresa que todos esos años “fueron igual de buenos”. ¿Cómo comprenderemos tal aseveración?

La Torá quiere enseñarnos que “mucha gente busca la ciudad de la alegría, pero olvida que se encuentra en el estado de la mente”. En otras palabras, cada individuo tiene el poder de encarar la vida de buena gana o no. Está en sus manos ver las cosas positivamente o no. Tiene el libre albedrío de escoger cómo sentirse. No es algo que se le escape… a pesar de las dificultades y los altibajos de la vida.

La Torá nos dice dónde está escondido el secreto de la felicidad. Si aplicamos este secreto en nuestras vidas, seremos las personas más felices en el mundo.

En la Torá leemos, donde Dios dice al Pueblo de Israel: Reé Anoji Noten Lifnejem Hayom Berajá Uklalá, “Miren, Yo aquí presente, entrego a ustedes hoy la bendición y la maldición”. (1)

Nuestros Sabios explican este versículo de la siguiente manera: Cuando la Torá menciona la palabra “miren”, viene a decirnos que debemos observar con detalle. Es decir, debemos observar todo lo que recibimos de Dios y depende de nosotros si queremos verlo como bendición o como maldición. (2)

En nosotros está la decisión de cómo ver la vida, si como maldición o como bendición. Dos personas pueden recibir lo mismo y una verlo como bendición y la otra como maldición. Sólo depende de la perspectiva de cada uno de nosotros.

Rav Jaim Zonenfeld, el famoso rabino de Jerusalem llegó a Israel por primera vez en 1873, fue con un amigo al Kótel y, cuando iba caminando por la ciudad, un árabe le arrojó una cáscara de naranja a la cabeza. El rabino dijo al árabe:

—¡Muchas gracias…!

El árabe, por supuesto, con cara sorprendida le preguntó:

—¿Qué dijiste?

Y el rabino le repitió:

—¡Muchas gracias!

El árabe no entendió y preguntó al Rav de qué estaba agradeciendo.

El rabino le contestó así:

—¡Si ya tuviste el descaro de aventarme a mí (siendo yo un gran rabino) una cáscara de naranja, de haber tenido una piedra en tu mano seguramente me la habrías arrojado! ¡Por esto te agradezco, por lanzarme una cáscara y no una piedra!

El rabino conocía este secreto: ver todo para bien. Él tenía la posibilidad de ver esta misma escena como bendición o como maldición. Pero Rav Zonenfeld decidió verla como bendición y no amargarse la vida después de que le arrojaran una cáscara de naranja.

Recuerda, la felicidad está en una maleta. ¡Tú decides si abrirla o no!


Notas:

1. Deuteronomio 11:26
2. Or Hahar, Reé, pág. 93.

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