Blindaje Emocional

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Una guía judía para sentirse seguro ante cualquier circunstancia.

Hace algunos meses participé en una clase acerca de las fuerzas internas del hombre. El Rabino que daba la clase planteó una idea que me hizo reflexionar.

Dijo: En la actualidad, la principal dificultad de la mayoría de la gente es que no saben manejar las situaciones normales de la vida.

Es decir, las dificultades que afectan a la mayoría de la gente (al menos en la sociedad occidental) no necesariamente se generan por grandes tragedias, sino por los asuntos cotidianos de la vida. Mantener un ritmo de vida sano en lo relativo a la salud, el trabajo, las relaciones personales, la espiritualidad, etc., pareciera una tarea difícil para la mayoría de las personas, y, como resultado, mucha gente vive con una gran carga de frustración. Además, vivimos en una era de desarrollo muy acelerado, en la cual se le ha transmitido a la juventud la creencia de que, para sentirse realizado y satisfecho de su vida, uno debe lograr cosas extraordinarias. La sociedad y sus medios de comunicación, apoyados por la buena intención de los propios padres y los maestros han fomentado esta idea de “super éxito” que a la larga ha intensificado el peso emocional con el que la gente carga —en vista de tal situación, inevitablemente salta a mi mente el famoso dicho de Ben Zomá en Pirke Avot (4:1) ¿Quien es considerado rico? El que está satisfecho con su porción, y lo cito por su gran relevancia práctica, pese a que a estas alturas no deseo llevar el tema hacía allá—.

Analfabetismo Emocional

El Dr. Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional” cita varios estudios que reflejan una creciente presencia de sentimientos negativos en la población, así como una pronunciada tendencia al aislamiento, la depresión, la ira, la falta de disciplina, nerviosismo, ansiedad, impulsividad y agresividad sobre todo entre niños y adolescentes. Ahora, ¿a qué se debe tan lamentable panorama? Según el Dr. Goleman, esta realidad es el resultado de un “analfabetismo emocional” generalizado. Ello significa, en otras palabras, que la mayoría de la gente no ha sido educada emocionalmente, no conoce el poder de su mundo emocional, y, por lo tanto, no lo usa a su favor. Como resultado, uno abandona su mundo interior y acaba siendo víctima de un caos mental perturbador que se traduce en apatía y en una atmosfera de tensión, angustia y amargura (por triste que sea, basta con revisar las ventas de antidepresivos o tan solo ver las caras de la gente por la calle). ¿No es triste que tanta gente desperdicie tanto tiempo y energía luchando consigo mismo?

El volante del Ferrari

En mis clases siempre digo que la forma en que conducimos nuestro mundo emocional es similar a conducir un Ferrari siempre en primera velocidad. Pese a que el auto fácilmente alcanza 60 km/h en primera, la gran mayoría de su potencia estaría desperdiciada. En el manejo de nuestras emociones pasa algo similar. Ignoramos la potencia que tenemos disponible y los mecanismos que pueden activarse para liberarla. Tristemente muchos se resignan a la mediocridad y renuncian (de forma silenciosa) a su libertad para elegir y dirigir su mundo interior. Una persona es libre de decidir su actitud frente a cualquier situación. No obstante, la mayoría de la gente ignora que es libre de tomar la decisión de abandonar el papel del pasajero y tomar el volante de su Ferrari para manejarlo a toda máquina.

¿Teoría a prueba de balas?

A estas alturas, uno se pregunta: ¿acaso todo esto es sólo una bonita teoría? ¿O quizás es posible transformar las ideas en acciones concretas? ¿podemos medir resultados tangibles en nuestra educación emocional? ¿Cómo podemos aprender el lenguaje de nuestro propio mundo emocional y “alfabetizarnos”?

El objetivo de estos artículos es abordar estas preguntas y aclararlas desde un enfoque judío. Voy a mencionar al menos tres elementos que, según el judaísmo, se necesitan para poder vivir en equilibrio y armonía, sin ser víctima de miedos exagerados, preocupaciones obsesivas o cualquier otra clase de fuerza dañina. Se trata de un sistema de blindaje emocional basado en la más clara emuná y compuesto por pasos prácticos que literalmente cualquier persona puede llevar a cabo para construirse un mundo emocional seguro y “a prueba de balas”.

El primer paso: desintoxicación

El primer paso del que se habla en la literatura judía es asumir la responsabilidad del tema. La cualidad de responsable significa estar consciente de sus obligaciones. Una persona que desea educarse emocionalmente debe asumir la responsabilidad de su mundo emocional, de su actitud, de su conversación interna, de su interpretación de los hechos, de sus decisiones y, en general, de su vida. Ello implica desintoxicarse de todos los pensamientos que provengan de la lastima de si mismo. Muchas veces uno adopta inconscientemente una posición de víctima para obtener atención, cariño y compasión de los demás. Aunque dichos lazos afectuosos sean indispensables para uno, la victimización es un medio ineficiente y vergonzoso. Sobre todo, para quien sabe que el ser humano es la criatura predilecta de Dios, por el hecho de haber sido creado —y notificado acerca de ello— como un reflejo de Su infinita sabiduría (Avot 3:14). Por lo tanto, la primera sugerencia que una persona debería poner en practica para lograr su libertad emocional es lo que yo llamo “botar la silla de la víctima”. En nuestro mundo interior existe una especie de “silla” en la que uno decide sentarse para justificar sus acciones o inacciones, para buscar culpables y para elaborar muy creativas excusas. Esa posición la llamo “la silla de la víctima”. Sentarse en esa silla es claramente una actitud irresponsable, pues uno pretende desconocer o ignorar su obligación de actuar, de superar un obstáculo. A veces no nos damos cuenta de lo infantil que uno suena cuando se sienta en esa silla.

Imagínense que un piloto de avión se distrae medio del despegue, y los pasajeros entran en pánico… y después de unos minutos el piloto les anuncia por el altavoz: Estimados pasajeros, les habla su capitán. Quiero disculparme por la mala movida del avión al momento del despegue. Sé que puse en riesgo la vida de todos. Pero es que me distraje viendo el paisaje. Cualquier persona normal pensaría ¿Qué clase de excusa es esa? ¡acaso no estás consiente de tu responsabilidad! Estemos de acuerdo que una situación así sería una irresponsabilidad del piloto, en otras palabras, un desconocimiento de su obligación.

Cuando digo que la responsabilidad implica botar la silla de la víctima significa botarla para siempre. Ello implica un compromiso interno irreversible. Significa deshacerse de esa posición por completo por más que se vea tentado por alguna dificultad personal, familiar, económica, social etc. Significa comprometerse a abandonar las excusas y adueñarse del volante de nuestra actitud. Como dice el Rav Avigdor Miler en La alegría del conocimiento verdadero, tú eres una criatura elevada, especial y poderosa, conocer tu poder es conocer tu responsabilidad, aunque a veces no estés de humor para aceptarlo.

Asumir la responsabilidad de nuestra actitud es el primer paso en la educación emocional. En otros artículos estaré hablando sobre los siguientes pasos prácticos que uno debe seguir para construirse un mundo emocional firme y a prueba de balas según las enseñanzas del judaísmo.

¡Hasta entonces!

Publicado originalmente en el Blog de Alex Corcias


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