El archienemigo de la felicidad

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Tener más nunca es suficiente.

Yo solía pensar que el objetivo principal de las empresas era hacer feliz a la gente. Crear nuevos productos para que los consumidores tuvieran una mejor calidad de vida. Modernizar las tecnologías existentes para ofrecerles a los usuarios una experiencia más satisfactoria.

Yo pensaba que el objetivo era la felicidad, pero la verdad es justamente lo opuesto: gastan miles de millones de dólares para averiguar cómo hacernos infelices. Y a menos que entendamos la motivación secreta que hay detrás del deseo de los especialistas de la mercadotecnia para hacernos sentir descontentos con lo que tenemos, terminaremos siendo víctimas de un ciclo interminable de infelicidad.

Me di cuenta de esto hace poco, cuando escuché a un amigo quejándose de su suerte. Poco tiempo atrás —aunque en términos de innovación tecnológica pareciera haber sido en otra época—, él se compró el nuevo iPod. Estaba eufórico. Pero el sentimiento no duró por mucho tiempo. Fue un duro golpe descubrir que ahora había un modelo más nuevo y mejor en el mercado. Su anteriormente amado iPod era ahora una antigua reliquia. ¿Cómo podría ser feliz con él?

Dado que nuevo siempre es mejor, hay una muy breve ventana de tiempo para que alguien se sienta satisfecho con lo que tiene. Para asegurarse que la satisfacción de los consumidores se acabe con rapidez, hay una industria billonaria cuyo objetivo es exclusivamente la propagación de la infelicidad: la publicidad. Su objetivo, como lo admite su gurú, B. Earl Puckett, queda resumido en su breve credo: “Es nuestro trabajo que las personas se sientan infelices con lo que tienen”.

El juego de crear infelicidad es una industria multifacética. Y quizás la mejor forma de apreciarla es en el mundo de la moda.

Las grandes empresas le lavan la cabeza a los consumidores para hacerles creer que necesitan más.

Oscar Wilde dijo en una ocasión: “La moda es una forma de fealdad tan intolerable que tenemos que cambiarla cada seis meses”. ¿Por qué las modas cambian con tanta rapidez? Una semana, si no tienes un cierto tipo de zapatillas eres un marginado social. A la semana siguiente, si no cambiaste a otra marca eres un bicho raro. ¿Por qué debes tener siempre algo diferente?

Porque las grandes empresas necesitan consumidores, y por lo tanto, convencen a los consumidores y nos hacen creer que necesitamos algo más; algo más nuevo, mejor, algo que finalmente nos hará felices cuando lo obtengamos.

Pero obviamente cuando lo compramos, el ciclo vuelve a comenzar.

¿Por qué seguimos siendo parte de esto? ¿Por qué caemos en un ciclo que, dado que siempre habrá algo más nuevo que aún no tenemos, nos garantiza que siempre seremos infelices?

Porque hemos caído en la creencia de que la felicidad viene de tener más, en lugar de seguir la brillante idea de los sabios talmúdicos que expresa: “¿Quién es rico? El que está contento con su porción”.

Más nunca es la respuesta. Más no tiene límites. Más nos seduce con la promesa tácita de hacernos felices cuando su premisa básica es que no puedes ser feliz con lo que ya tienes. Si el objetivo es tener más, ¿cuándo puedes decir que lo has logrado? Más allá de lo que tengas en la vida, siempre habrá más para tener; la filosofía de que serás feliz con algo que no tienes implica que, siempre que haya cosas que aún no poseas, es imposible que seas feliz.

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¿Cuál es tu número?

En la antigua película Key Largo, Edward G. Robinson, en el rol que lo definió, actúa como un gánster cuya vida está llena de violencia y engaño. En la película tiene como rehén a una familia. Alguien la pregunta qué es lo que lo hace vivir este tipo de vida y, a pesar de intentar responder, Robinson no logra hacerlo. Entonces, uno de los rehenes, personificado por Humphrey Bogart, sugiere una respuesta: “Sé lo que quieres. Quieres más”. La cara de Robinson se ilumina y dice: “¡Sí! ¡Es eso! Eso es lo que quiero, quiero más”.

Avanza más de medio siglo y ve como este tema vuelve a aparecer, esta vez en la película Wall Street 2: El dinero nunca duerme, de Oliver Stone, la cual captura lo que motiva a quienes están dispuestos a destruir a sus amigos y familias en su búsqueda por obtener riqueza ilimitada. En un encuentro entre el joven Jake (Shia LaBeouf) y el megalómano Bretton James (Josh Brolin), Jake le pregunta a Bretton, quien ya había causado el suicidio de un competidor y la destrucción de otra firma con rumores falsos: “Entonces, ¿cuál es tu número?”.

Cuando ve que Bretton no entendió la pregunta, Jake le explica que todo el mundo tiene un número muy exagerado de lo que representa el éxito máximo, la posibilidad de salirse de la carrera sabiendo que él es el ganador. “Entonces, ¿cuál es tu número?”, repite Jake. Bretton piensa y, después de unos momentos de silencio, responde con una palabra: “Más”.

El deseo de tener más es nuestro ídolo contemporáneo, y al adorarlo nos ponemos en riesgo a nosotros mismos.

Lamentablemente también hemos traspasado a nuestras vidas privadas esta idea de que sólo algo más nuevo y diferente nos traerá alegría.

Podemos reemplazar nuestra insaciable demanda de más con la consciencia de que tenemos más que suficiente.

Muchos estudios han demostrado que el secreto para un matrimonio feliz es la capacidad de sentirse satisfecho con la pareja a pesar de su falta de perfección. El amor verdadero no viene de encontrar a la persona perfecta, sino que viene de aprender a ver a una persona imperfecta como perfecta. Mi padre le decía a la gente que él tenía la esposa más hermosa, la mejor cocinera del mundo, la mejor madre para sus hijos. ¿Creía realmente que mi madre era la mujer más sobresaliente del mundo? Sí, lo creía, porque eligió ignorar sus defectos y enfatizar sus virtudes. No le interesaba tener más; sabía que la mujer con la que se había casado era un regalo de Dios.

La tasa actual de divorcio es una prueba de las consecuencias de idolatrar a más. “¿Por qué debería estar satisfecho con esta persona si puede que haya alguien más nuevo o mejor? Podría tener más que lo que tengo ahora”.

Creer que más lleva automáticamente a la alegría nos condena a una persecución infinita, mientras ignoramos los aspectos de la vida que realmente le dan significado y alegría.

Pero podemos dejar de ser los creadores de nuestra infelicidad si reemplazamos nuestra demanda insaciable de más por la consciencia de que tenemos más que suficiente.

Kurt Vonnegut y el novelista Joseph Heller estaban en una ocasión conversando en una fiesta que era brindada por un millonario director de un fondo de inversiones. Vonnegut señaló que su rico anfitrión había ganado más dinero en un día que la suma de todas las ganancias que había tenido Heller gracias a su celebrada novela Trampa-22.

Heller respondió: “Sí, pero yo tengo algo que él nunca tendrá: suficiente”.

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