Equilibrio y educación

3 min de lectura

Cómo identificar la esencia de un niño

Un llamado a la puerta

Hace algunos días, ocurrió en mi casa una situación que para mí fue muy aleccionadora. Eran las siete y media de la tarde, los niños estaban bañados y nos sentábamos a cenar con ellos antes de irse a dormir. En medio de la cena, tocaron la puerta a de la casa. Yo me dirigí hacia la puerta para ver quien tocaba. Abrí y encontré a un hombre de unos 75 años que vestía atuendos de judío religioso. Su rostro transmitía cansancio y yo sentí compasión. Mi hijo de siete años había venido conmigo por curiosidad para ver de qué se trataba. Después de abrirle la puerta, escuché sus palabras: "Hemos sufrido gastos médicos muy altos y pronto debemos ayudar a uno de nuestros hijos a casarse… ¿podría ayudarme?". Este tipo de escenas, lamentablemente, son frecuentes. En este caso, me di cuenta de que no se trataba de un indigente, sino de un hombre honorable, que estaba agotado y ciertamente desesperado. Se despertó en mí un intenso sentimiento de compasión por aquel hombre. Creo que su corazón me habló y yo sentí su dolor. Le pedí un momento, fui a buscar una alcancía especial que guardamos para estas ocasiones y saqué una cantidad considerablemente mayor a la que suelo dar (atención más adelante a la reacción de mi esposa). Le entregué el dinero y lo saludé con afecto. El hombre me agradeció cálidamente y se fue. Al volver a la mesa, todos preguntan: "¿Quién era?" y yo les conté sobre aquel hombre, su difícil situación y sobre mi reacción.

A continuación quiero compartir las distintas reacciones de mi familia y mi dilema:

La reacción de mi esposa:

Cuando ella escuchó mi descripción de aquel hombre y de su situación me preguntó "¿Cuánto le diste?" y yo le dije el monto (ojo, no se trata de una suma tan significativa, pero ciertamente era cuatro o cinco veces lo que suelo dar a necesitados que tocan la puerta). Pensé que quizás mi esposa reclamaría sobre aquella decisión "¿por qué tanto?" pero para mi grata sorpresa su reacción fue completamente diferente. Me preguntó "¿por qué no le diste más?". Aprovecho esta anécdota para realzar el espíritu bondadoso y compasivo de mi querida esposa y de lo importante que es escucharla. De su reacción aprendo que muchas veces uno siente que su poder de dar es grande, pero que podría ser aún mayor.

Un dialogo entre mi hija de ocho años y mi hijo de siete:

Tras la reacción de su madre, mi hija preguntó con notable inocencia: "¿Pero papi, si le das más dinero a los pobres, te vas a quedar tú sin dinero? ¿Para qué trabajas?". Aquí se pone la cosa interesante, pues inmediatamente intervino un personaje sabio y ocurrente. Mi hijo de siete años le dijo a su hermana: "No importa cuánto dinero des a los pobres, porque si tú das entonces Hashem te va a dar más… ese dinero no se gasta". A estas alturas, yo estaba deleitado, por un lado, y dudoso por otro. Deleitado por la bella expresión de mis hijos que con trasparente naturalidad expresaron sus respectivas posturas. Dudoso, porque a fin de cuentas, ellos expresaban posturas contrarias y ambos me observaban como pidiendo una respuesta conciliadora que les mostrara el camino más adecuado.

Y yo, ¿qué hago?

Como padre, considero que es importante encarar la situación tomando en cuenta las razones que motiva a cada uno de mis hijos a pensar como lo hace, antes de explicar los lineamientos halajicos de este problema. A estas alturas mi duda se enfocaba en lo siguiente, ¿Qué es preferible? ¿Dar todo y poner en riesgo la estabilidad de tus finanzas? o quizás ¿limitar tu ayuda a otros, pese a que lo necesiten? Y, que pasa con ¿la confianza ciega en la bendición de Dios? ¿Hasta qué punto es lo necesario? ¿Cómo se debe actuar? Reconozco que me sentí algo intimidado por este desafío. Pude comprender que ambas posturas tenían un aspecto valido que alegar, por tanto, me sentí abrumado por la responsabilidad de ser el juez de esta situación.

Continuará...

En un próximo articulo para elaborar mejor mi análisis y mi reacción como padre. Mientras tanto, quiero preguntarte, querido lector ¿qué piensas? ¿Cuál es la mejor forma de comportarse con el uso del dinero (o de otro recurso)? ¿dar hoy el máximo o limitarlo? ¿Cómo esto se compagina con la fe? ¿Cómo debería uno enfrentar estas situaciones con los hijos?


Dedicado por Alan (Moshé) Azulay para el crecimiento espiritual y personal de su querida esposa Pola bat Rajel. En memoria de Esther bat Sarah z"l.

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