La regla de oro del judaísmo

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No le hagas a otro aquello que tú detestas.

El Talmud cuenta la historia de una persona no judía que le pidió a Shamai que lo convirtiera rápidamente al judaísmo. Él quería que le enseñaran toda la Torá mientras permanecía parado sobre un pie. Shamai no tuvo paciencia para ese pedido tan ridículo e irrespetuoso y lo sacó corriendo de la sala de estudio.

Sin inmutarse, esta persona fue a visitar al colega de Shamai, Hilel, y formuló el mismo pedido. Hilel le dijo: “No le hagas a otro aquello que no te gusta que te hagan. Esa es toda la Torá, el resto es comentario. Ahora ve y estúdialo”.

Parece un poco audaz por parte de Hilel resumir toda la Torá en una sola frase. Incluso si pudiera hacerlo, ¿qué tiene de particular este principio para definir a todo el judaísmo? ¿No sería más lógico empezar con algo así como “Yo soy Hashem tu Dios”, el primero de los Diez Mandamientos, o con “Shemá Israel” y la idea de un único Dios?

Es necesario ser un genio para llegar a descomponer algo en sus componentes más básicos tal como lo hizo Hilel. Hilel le instruyó a este no judío el componente más esencial que conforma la base de todo el judaísmo. Él señaló el ingrediente más esencial del judaísmo antes de llegar a entender la miríada de responsabilidades y mitzvot que forman parte del hecho de ser judíos.

Todo el judaísmo depende de la capacidad de ver a la otra persona de una forma tan real como nos vemos a nosotros mismos. No podemos llegar a entender la palabra de Dios sin llegar antes a comprender que la persona que está a mi lado es tan real como yo mismo; que otra persona que transita esta vida tiene las mismas experiencias de amor, dolor, sufrimiento y alegría que yo experimento con tanta seriedad e intensidad debido a los altibajos de la vida.

A pesar de que pueda parecer algo muy simple, en verdad se trata de una tarea muy difícil que debemos tratar de cumplir cada día.

Esta idea que describió Hilel quedó expresada en el comienzo mismo de la creación con Adam y Javá. Luego de crear a Adam y declarar: “No es bueno que el hombre esté solo”, Dios le creó a Adam una compañera. Pero antes de dormir profundamente a Adam para crear a Javá a partir de su costado, Dios llevó ante Adam a todos los animales para que les diera nombres. Sólo después de este ejercicio de zoología, Dios finalmente le otorgó a Adam su esposa.

¿Por qué la interrupción? ¿Por qué Adam debía dar nombre a todo el reino animal antes de conocer a Javá? Un requisito previo a esa primera relación en la historia de la humanidad era la necesidad de que Adam dominara el arte de relacionarse con algo externo a su ser. Él necesitaba comprender que no era el centro del universo. Si él pensaba que era el centro del universo, la relación con su futura esposa estaba condenada al fracaso. Adam necesitaba aprender a relacionarse con algo, con cualquier cosa, incluso con un animal, antes de estar preparado para tener una relación seria con otra persona.

Si bien esta lección puede parecer algo obvio, a menudo la gente no puede ajustarse a su nueva realidad de colocar a otro en el mismo nivel o incluso en un nivel superior a sí mismo. No es fácil efectuar el esfuerzo necesario y continuo de ejercitar la mente y el corazón para ver más allá de uno mismo y valorar a los demás como seres reales, con necesidades, temores y preocupaciones similares a las nuestras.

Todas las instrucciones de la Torá para vivir se apoyan en la capacidad de tratar al otro con tanta seriedad como desearías que te traten a ti; de ver a otro ser humano como un ser humano completo creado a imagen Divina tal como estás seguro que tú mismo fuiste creado.

Una vez que esto queda claro, el resto de la Torá es simplemente el comentario y los detalles respecto a cómo llevarlo a cabo.

Ahora ve y estúdialo.
 

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