Nunca es demasiado tarde para crecer

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No podemos culpar a la vejez por ser gruñones, insensibles o egocéntricos. Todavía podemos cambiar.

No es que sea necesario, pero siempre es agradable ver las ideas de la Torá reafirmadas por estudios científicos. En este sentido, doy la bienvenida a los resultados de la investigación del Centro de Longevidad de la Universidad de California, que concluyó que: “Nunca es demasiado tarde para cambiar nuestras personalidades y vivir vidas más felices”.

Tendemos a pensar que el músculo del “crecimiento personal” también envejece, quizás al punto de atrofiarse. Si observamos a nuestro alrededor, a menudo vemos personas mayores que no sólo no han crecido, sino que de hecho sufrieron una regresión. No me refiero a quienes sufren de demencia, Alzheimer u otros problemas cognitivos fuera de su control. Hablo de sus personalidades.

Con frecuencia parece que las personas retornan a su ser más básico, menos controlado. Que sienten que la edad les da permiso para decir lo que piensan, para expresar enojo, frustración y críticas sin importarles a quien hieren en el camino. Puede que sean ancianos, pero no parecen ser más sabios, más cariñosos ni considerados.

No recibimos un “pase libre” por ser mayores. A medida que envejecemos, no tenemos permitido sentarnos en los laureles y asumir que se acabó el tiempo de trabajar en nuestros rasgos de personalidad. Incluso es posible que a medida que nuestro trabajo en este mundo se vuelve más lento, nuestro trabajo interno se intensifique. Pero sin ninguna duda, no contamos con la excusa de que no es posible hacerlo. No podemos culpar a la vejez por no trabajar sobre nuestro carácter, por ser bruscos y gruñones o insensibles y crueles, por ser melancólicos y pesimistas o hirientes y egocéntricos.

Como afirmó el Dr. Agronin, un psiquiatra geriátrico en el Centro Judío de Salud de Miami: “Creo que un mensaje claro que la población de adultos mayores necesita escuchar es el poder de su resiliencia. Todos notamos que nuestros cuerpos son menos resilientes físicamente y, en consecuencia, somos más vulnerables a las enfermedades y las lesiones. Sin embargo, ante la adversidad, también tenemos el beneficio de aprender mecanismos de supervivencia y esto puede ayudarnos a volvernos psicológicamente más resilientes”. 

En otras palabras: nunca es demasiado tarde para crecer espiritualmente.

El Dr. Agronin continúa diciendo: “Esta resiliencia es una herramienta poderosa en la etapa de la madurez, que le permite a nuestra mente guiarnos a través de los cambios importantes, incluyendo a nuestras personalidades”.

En otras palabras, seguimos siendo responsables de crecer y cambiar. Nuestro verdadero trabajo aún no ha terminado y no hay excusas.

Este mensaje abruma tanto como fortalece. Y aunque aparentemente sería más cómodo haber terminado con ese esfuerzo, en verdad no queremos aceptar que estamos atascados, que para nosotros ya no hay más oportunidades de crecimiento en este mundo. De cierta forma, eso sería como aceptar una especie de muerte prematura.

Entonces, demos la bienvenida a estos descubrimientos que validan e iluminan la perspectiva de la Torá respecto a que hay esperanzas, crecimiento y cambio hasta nuestros momentos finales. No recibimos un “pase libre” por ser mayores. No podemos tratar a los demás descuidadamente o, todavía peor, con crueldad. No podemos simplemente ignorar nuestra mala conducta con la excusa de: “así soy yo”. No importa cuán viejos seamos. No importa cuán débiles estemos.

Todos tenemos la responsabilidad de ser felices, de enfrentar la vida con alegría y de tratar a los demás con consideración. El hecho de que esto nunca termina no es una mala noticia; es una noticia emocionante. ¡Y una motivación para seguir viviendo!
 

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