Yo no fui

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Asumiendo responsabilidad por los demás.

Una vez leí una caricatura en la cual un individuo se lamentaba porque se sentía solo y deploraba que en este mundo cada uno se preocupa únicamente de sí mismo. Siendo las cosas de ese modo, no le quedaba opción sino dedicarse también él solamente a sí...

Nuestro mundo está lleno de “culpas”, especialmente por todo lo que le va mal a cada uno. Llámese la globalización o el riesgo país, siempre hay un agente externo que es el causante de todo lo que nos aflige. ¿Qué podemos hacer nosotros sino velar por nuestra propia suerte y seguridad?

“¿Los demás?”, pregunta Ud., “¡pues que se cuiden cada cual a sí mismo...!”.

Y ahora un poco más en serio. ¿Cuál es el límite de la responsabilidad de una persona por otra?

Una de las tantas fuentes que hablan del tema está en Parshat Shoftim (Dvarim 21:1-9). Allí la Torá considera la situación en la que se encuentra el cadáver de alguien asesinado por un desconocido a la vera del camino; no se sabe quién fue el homicida. (Esta ley es más conocida como “eglá arufá”, la ternera desnucada). Quizás nunca se lo sepa. ¿Qué se hace en esta situación?

En primer lugar se entierra al difunto en el mismo lugar en que fue encontrado: “Met mitzvá koné mekomó”. Un muerto (abatido) hallado “adquiere” su lugar (1). Le pertenece y nadie se lo puede quitar.

Dice la Torá (explicado por la Mishná en Sotá Cap. 9) que el Sanhedrín Central de Yerushalaim debe enviar a algunos de los Jueces más veteranos y prominentes para que vayan personalmente a medir el trecho entre el lugar en el cual se encontró la víctima y la ciudad más cercana. (Se debe tomar en cuenta que los caminos y los medios de locomoción no eran lo que son en la actualidad). Aún si fuese obvio a simple vista que una de las ciudades que existen en las inmediaciones del área del homicidio es más cercana a las demás, aun así los integrantes del Sanhedrín deben personalmente tomarse el trabajo de medir hacia las distintas direcciones para establecer que cierta localidad es efectivamente la más cercana. Asimismo, deben calcular la cantidad de habitantes que reside en cada ciudad, pues de haber varias cercanas, elegirán para el protocolo que sigue la más poblada entre ellas.

Sigamos leyendo: Una vez establecida la ciudad “responsable” (de ocuparse de la situación), los Ancianos de aquel poblado deben seguidamente llevar a cabo una ceremonia un poco insólita. Primero debían tomar una ternera con la cual no se había efectuado jamás una tarea y conducirla a un sitio árido cuya tierra jamás ha sido labrada. Una vez llegados a aquel lugar, había que matar la ternera y luego debían lavarse las manos en el arroyo y recitar la siguiente declaración: “Nuestras manos no han vertido esta sangre y nuestros ojos no vieron. (¡Dios!:) Perdona al pueblo de Israel... por el homicidio que acaba de ocurrir”.

Esa área de tierra en que se llevó a cabo esta ceremonia quedaría destinada para la eternidad a quedar yermo y baldío. Nunca más se podría labrarlo.

Surge la pregunta: ¿A qué se debe tanto tumulto? ¿Por qué molestar a los Ancianos de Yerushalaim tal vez a viajar lejos y venir hasta los confines del país para llevar a cabo la medición? Además: ¿por qué no entierran a la víctima en un cementerio de la zona, en lugar de que su tumba esté allí, a la vista de todos los transeúntes, posiblemente en medio de un campo de trigo o en una huerta de tomates? ¿Por qué elegían la ciudad más asentada? ¿Por qué debía quedar estéril el lugar de la ceremonia para siempre?

Estamos tan acostumbrados a escuchar sobre tragedias y sobre homicidios que ni siquiera sentimos algo especial cuando escuchamos o leemos los medios informativos.

Seguramente la Torá nos quiere enseñar algo acerca del valor de la vida y la tragedia del crimen. Nosotros lamentablemente estamos tan acostumbrados a escuchar sobre tragedias y sobre homicidios que ni siquiera sentimos algo especial cuando escuchamos o leemos los medios informativos. Salvo que se trate (Dios libre) de alguien que conocemos, que sea una persona famosa que llama más la atención (por ser famosa) o que las circunstancias del crimen sean especialmente espeluznantes (gracias a la morbosidad de los medios que nos lo informan con todo el lujo de detalles), las víctimas solamente se van sumando a las anteriores para establecer las nuevas estadísticas de criminalidad e inseguridad. Las noticias de cada día cubren con un manto de olvido las noticias del día anterior. La lectura cotidiana de las páginas policiales fijan en nosotros aquella disposición de letargo, atontamiento e insensibilidad.

La Torá quiere evitar esa sensación de indolencia. Si sucedió una vez, ya es demasiado. Que sirva de lección para el futuro y no vuelva a ocurrir. Que todos los vecinos y no tan vecinos se conmocionen con la presencia de las autoridades e investiduras más altas de la nación.

Si sucedió una vez, ya es demasiado. Que sirva de lección para el futuro y no vuelva a ocurrir.

Que el lugar de los hechos quede marcado para siempre, como así también el lugar en el cual se llevó a cabo el rito de descargo con la prohibición expresa de la Torá de que esa tierra sea sembrada.

Que todos reflexionen en cada oportunidad que pasan por uno de aquellos lugares acerca de los móviles que llevan a la frialdad e indiferencia por la vida humana.

Que la tierra estéril e infructuosa y la ternera que permanecieron cercenadas para siempre hagan recapacitar a cada uno acerca de la vida que quedó truncada y no será más y del potencial de espiritualidad suprimido para siempre (2).

Los Sabios del Talmud están extrañados por el texto que deben recitar los Ancianos en el rito. ¿Qué significan las palabras “nuestras manos no han vertido esta sangre”? ¿Acaso alguien sospechó de los Ancianos que ellos hubieran matado a alguien? Y el Talmud responde: No. Nadie conjeturó que los Ancianos fuesen asesinos. Las palabras de descargo que recitan y la responsabilidad a la que hacen alusión se refieren a que “no vieron a esta persona (la víctima) dejándola ir de su ciudad sin proveerle alimento y acompañarlo” (3).

Según la Torá el “no vimos” también pesa. ¿Por qué no lo viste? ¿A dónde estabas mirando en aquel momento? ¿Por qué mirabas hacia otro lado...? Hablamos entonces de una responsabilidad por la apatía, la indolencia y la pereza (4).

Extracto del libro Banim Atem, de Rav Daniel Oppenheimer


Notas:

(1) Talmud Bavli, Bavá Kamá 81a

(2) Es importante agregar aquí la opinión del Ramba”m —que no quita al resto de lo que estamos estudiando— quien razona que mediante el alboroto que se crea al realizar la ceremonia a ojos de tanta gente, surgirá la información que dé con la identidad del asesino.

(3) Sobre esto dice el Mahara”l que, si bien no existe obligación de acompañar al huésped hasta su lugar de destino y es suficiente escoltarlo unos pasos, este pequeño gesto demuestra que la gente se preocupa por él, y esta preocupación hubiese sido un mérito adicional para protegerlo en el camino.

(4) Adaptado en parte del libro Be’Ayin Iehudit tomo II, de R. Iojanán Salomon.

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