¿Por qué algunos judíos se refieren a Dios como “Hashem”?

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Hashem significa literalmente "El Nombre". ¿Por qué algunos judíos se refieren a Dios de esta forma en lugar de utilizar su nombre?

Si pasas tiempo alrededor de judíos observantes, probablemente sabes que Hashem, que significa literalmente “El Nombre”, es una forma común de referirse a Dios. ¿Por qué la gente utiliza este apelativo?

Es verdad, por un lado está prohibido pronunciar el nombre real de Dios de cuatro letras (Yud-Hei-Vav-Hei). Pero una razón más profunda por la cual decimos “Hashem” es porque esa es la esencia de nuestra relación con Dios. Esta es la explicación:

Nadie anda por ahí llamándose a sí mismo por su propio nombre. Yo no digo: “Jon va a desayunar y luego va a ir a trabajar”. En cambio, yo diría: “Voy a desayunar y luego iré a trabajar”. La única gente que habla de sí misma en tercera persona (y se sale con la suya) son los atletas, políticos y demás egocéntricos. Hasta en español le llamamos “tercera persona”, ni primera, ni siquiera segunda, tercera. Eso sugiere un distanciamiento de una relación íntima.

Un nombre existe esencialmente solamente para el beneficio de los demás. La gente no se identifica a sí misma por sus nombres. Es como una manija, que no es parte de la esencia misma del objeto, sino que existe para que la gente pueda agarrarlo. Una taza tiene una manija, no para contener el café (que es el propósito real de la taza), sino para que puedas tener una relación con la taza que te permita beber su café.

Los seres humanos no son diferentes. Nosotros no tenemos una gran relación entre nuestra identidad y nuestro nombre, pero los demás sí la tienen. Un indicativo de esto es que podemos conocer a alguien que tiene nuestro mismo nombre, y separar claramente entre ellos y nosotros. Yo tengo un muy buen amigo llamado Jon. De hecho, cuando pienso en el nombre Jon no pienso en mí. ¡Pienso en él!

Mundo finito

¿Entonces por qué decimos “Hashem”? Si los nombres están allí para ayudar a quienes los dicen y no a la persona o al objeto siendo llamado, ¿por qué no llamamos a Dios por su nombre verdadero? ¿Por qué el apelativo distante de “El Nombre”?

El nombre con el que eliges llamar a alguien indica la relación que tienes con él. Saber que Dios es infinito debería humillarnos y recordarnos de las infinitas limitaciones que tenemos como humanos. El nombre de Dios de cuatro letras (YKVK) que está escrito en nuestras plegarias nunca es pronunciado fonéticamente porque ese nombre representa el aspecto infinito de Dios que está más allá de la comprensión humana. Ese nombre es en realidad una combinación de tres palabras hebreas: hayá, hové e ihiyé, pasado, presente y futuro. La idea no es solamente que Dios fue y siempre será, sino que trasciende el tiempo. En otras palabras, Dios existe en el pasado, en el presente y en el futuro simultáneamente.

Atorados en un mundo finito, esto no es algo que podemos comprender completamente, pero el concepto de que Dios es infinito es algo tan poderoso y humillante, que el hecho de decir simplemente “Hashem” (El Nombre) nos ayuda de dos maneras: una, evoca sobrecogimiento al recordarnos la infinitud de Dios, reflejada por el nombre de cuatro letras; y dos, nos distancia de este concepto representado por las cuatro letras para recordarnos nuestras propias limitaciones.

Recordar nuestras limitaciones es algo grandioso. Nos lleva a confiar en lo que no tiene limitaciones, o sea Dios. La dependencia saludable es una gran forma de construir una relación que, después de todo, es la esencia de nuestro trabajo aquí en la tierra, forjar una relación con el Creador.

Intimidad a través de los nombres

Imagina una ciudad en el medio de una guerra. El polvo volando por el aire. Los misiles por encima. Todo en caos. El olor de los químicos permeando la densa niebla y los civiles corriendo por las calles en pánico y confusión, una pesadilla hecha realidad. Un doctor corre por las calles manchadas con sangre en búsqueda de gente a la que ayudar, heridas que él pueda curar lo suficiente como para que la gente vuelva a pararse y siga corriendo, para que puedan seguir viviendo. Se inclina hacia un hombre sangrando por una pieza de una granada, cuando de repente escucha a alguien gritar: “Doctor”.

A una corta distancia ve a una mujer llamando. Está herida y necesita atención inmediata. Pero apenas llega a ella, escucha otra voz: “¡David!” Mira y ve a su vecino en el piso con una herida seria. A menos de dos pasos en la dirección del vecino, una pequeña voz perfora el aire y clama: “Papá”. El doctor se paraliza por un momento antes de buscar a su hijo en medio de los escombros.

Para la mayoría de la gente, el hombre en la historia era una persona anónima corriendo por las calles, hasta que alguien lo vio realizando una tarea médica. Entonces se convirtió en “Doctor”. Sin embargo, para su vecino era “David”, un nombre que sugiere un cierto apego que lo forzó a interesarse un poquito más. Y cuando escuchó que la palabra “Papá”, quedó paralizado.

Este es el poder de un nombre. Define la relación que tenemos con la persona y nos fuerza a tratarlos de una determinada manera.

“Hashem” es la forma del pueblo judío de decir "Papá". Papá no es el nombre legal de la persona, no es su nombre hebreo, no es su título comercial. Es una abreviatura; es una forma de decir que nosotros, como judíos, tenemos un apodo para Ti, Dios; es un apodo que sugiere tanto intimidad como respeto, como el apelativo “Papá”; es una manera de decirle a tu padre que lo amas, pero que todavía entiendes que es el padre, que él está al mando.

Lo mismo pasa con Hashem: Te amamos y nos sentimos cerca de Ti. Y al mismo tiempo reconocemos nuestra distancia y reconocemos Quién está realmente al mando.

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