El mundo de Peter Pan

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La mayor parte de la humanidad pasa su existencia en un mundo de fantasía.

No creceré; no, yo no creceré. Nunca usaré corbata; no, yo nunca usaré corbata. No, yo no creceré, nunca creceré, nunca creceré. Yo no. —Peter Pan

Uno de los resultados de que Dios haya colocado nuestra sagrada neshamá dentro de un cuerpo físico es que somos incapaces de ver ciertas realidades. Puede ser que nos demos cuenta de ellas, pero no podemos sentirlas. Una de ellas es nuestra mortalidad. Tenemos muchas dificultades para vernos a nosotros mismos morir. No es que no queramos pensar en la muerte, o que pensar en ella nos haga sentir incómodos. Es algo mucho más básico: simplemente no tenemos la intención de morir. En nuestro modo de pensar, eso no va a suceder. Por supuesto, sabemos que va a ocurrir, pero no entra en nuestro pensamiento. Intelectualmente lo sabemos, pero emocionalmente permanece en un lugar remoto, y en verdad no vivimos la vida como si esta fuera a terminar.

Por ejemplo: como regla general, la gente madura es responsable. Ahorra dinero para cuando se retire. Compra un seguro de vida… por si las dudas. Establece anualidades para los nietos… quienes no han nacido aún. Todo en su vida está planeado. Todo está arreglado. Sin embargo, hay un pequeño detalle que pasan por alto: ¿qué sucede después de que muere?

Si morir es una posibilidad tan seria, ¿no debemos pasar más tiempo pensando en ella? Planeas tu carrera. Cuidadosamente escoges el vecindario donde debe vivir tu familia. Fuiste muy selectivo al escoger escuelas para tus hijos. Cuando estuviste enfermo, no dijiste: “Veremos qué sucede”. Cada parte de tu vida fue programada; no dejaste nada a la deriva. Sólo en esta pequeña área olvidaste pensar: en el propósito de la vida y en lo que me sucede a mí cuando esta termina.

La razón por la que no pensamos en eso es que no vemos que alguna vez vayamos a morir. Por supuesto que a cierto nivel lo sabemos. Después de todo, ¿cuántas personas conoces que hayan estrechado la mano de George Washington? ¿Cuánta gente puede decir que conoció a Abraham Lincoln? Hasta puedo ser capaz de citar la tasa anual de mortalidad de mi edad por región, pero eso se queda en teoría. En el ámbito emocional, en mi modo real de funcionar, eso nunca va a suceder. Y simplemente continuamos sin ninguna preocupación en el mundo.

La dura realidad

Esta ceguera tiene un costo real. Antes de que una persona pueda pensar acerca de vivir con un propósito, debe entender la vida. Y hasta que la muerte se vuelve real para ella, su vida permanece siendo una aventura de Disney sin fin: la aventura de Peter Pan, en donde la situación actual durará eternamente, y nunca sucederá nada malo. La mayor parte de la humanidad pasa su existencia en un mundo de fantasía. Y como Peter Pan, dentro de su corazón, cada persona siente: “Yo no voy a hacerme viejo. Yo no. Yo siempre seré joven y sano, y por supuesto, nunca moriré”. Y entonces, como niños, pasan su tiempo jugando con muchas cosas. Juguetes grandes, juguetes pequeños, baratijas y adornos, castillos y lagos, puentes y barcos, medallas de honor e insignias de prestigio, y por supuesto dinero, dinero y un poco más de dinero. Ah, tan exquisito y verde y arrugadito. ¡Ah, qué feliz me hace!

Y mientras que es cierto que en este mundo de ensueño la vida es barata y sin sentido, ¡seguro que es divertida! Sólo obtienes una oportunidad en esta cosa llamada vida, así que te conviene disfrutarla ahora. ¡A celebrar! Y el carnaval continúa y continúa y continúa. Hasta que enfermas o envejeces o te aburres, y ahí todo se detiene abruptamente. La fiesta termina. Y entonces comienzan las preguntas. Muchas preguntas. Preguntas reales. Por supuesto, durante tu vida de fantasía estuviste demasiado ocupado como para hacer preguntas. Pero ahora, las preguntas aparecen. Preguntas acerca de Dios, del sufrimiento. Preguntas que necesitan respuestas. Preguntas que no tienen respuesta porque están basadas en un mundo de mentiras que malinterpreta la razón básica detrás de la existencia.

Sorprendentemente, hasta ese momento no existieron preguntas, ni siquiera te diste cuenta de que la celebración algún día terminaría.

Comprendiendo el plan maestro

Este fenómeno no es solamente una peculiaridad del comportamiento humano. Es crítico para el plan maestro de la Creación. Si yo pensara en mi muerte de una forma real, eso cambiaría de manera radical mi vida. Estaría forzado a lidiar con esos asuntos que actualmente ignoro: ¿Por qué me creó Dios? ¿Qué se supone que debo lograr en mi vida? Estas preguntas parecerían tan enormes delante de mí, que hubiera tenido que buscar las respuestas. Esas respuestas me obligarían a cambiar.

No habría sido capaz de vivir en el adormecimiento en que vivo ahora. No hubiera gastado mi tiempo en actividades frívolas. Mi neshamá gritaría: —¡Haz algo! ¡Logra! ¿Cómo puedes desperdiciar tu vida de esa manera?.

Hasta los apetitos y deseos del cuerpo no me jalarían, ya que hubiera reconocido que al seguirlos me dañaría a mí mismo. Vería las tentaciones como veo cualquier daño físico. Así como es obvio que no importa qué tan sediento me sienta nunca bebería cloro, tampoco ninguna cantidad de pasión me seduciría para hacer cosas que reconozco como autodestructivas. E ignoraría las tontas exigencias del cuerpo.

En resumen, viviría una existencia enfocada y directa, y funcionaría en un nivel elevado logrando grandes cosas. Pero no hubiera sido por elección. Habría sido forzado a hacerlo. Y eso no es libre albedrío. Para permitir un libre albedrío práctico, ambos lados deben ser igualmente viables. Vivir una vida de propósito tiene que ser tan fácil como perderse en el camino. Pensar tiene que ser tan fácil como irse a “dormir”, involucrándose tanto en el proceso de vivir que nunca lidiaría con los asuntos más básicos.

Debido a eso, no importa qué tan obvio es para los demás, su final estará oculto de él. Ya sea que tenga un CI de 180 o la inteligencia de un mosquito, será difícil para él ver su muerte. Y esa es la distinción crítica: difícil, pero no imposible. El hombre no es forzado a tener éxito, pero el éxito se encuentra a su alcance. Él puede escoger uno de los dos caminos. Está dentro de su capacidad simplemente flotar, sin pensar nunca en por qué existe, o puede vivir con significado y propósito construyéndose una vida llena de sentido.

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