La vida es sagrada: eutanasia y judaísmo

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La Torá no considera que la autonomía personal sea ilimitada. No somos libres para hacer con nuestro cuerpo lo que queramos.

En Penzing, el 14vo distrito de Viena, se encuentra el impresionante Hospital Steinhof. Construido en 1907, el hospital cuenta con 60 pabellones, así como una iglesia y un teatro, todo construido en el estilo Art Nouveau que era popular en esa época. El Hospital y Centro de Atención Otto Wagner, como se lo conoce en la actualidad, también alberga el recuerdo de la historia de la medicina nazi en Viena. Porque en los pabellones de este suntuoso “centro de atención” fueron asesinadas más de 7.500 personas entre 1938 y 1945, bajo la campaña nazi de asesinatos sistemáticos inofensivamente llamado “programa de eutanasia”.1

En la opinión de Alfred Erich Hoche, psiquiatra alemán partidario de la eugenesia, el estado mismo era un organismo cuya salud necesitaba ser resguardada de aquellas “partes que no poseían valor o eran dañinas”. Por lo tanto, era importante eliminar a aquellos miembros de la sociedad cuya contribución devaluaba la reserva genética, tales como las personas con enfermedades mentales o incapacidades físicas de por vida. Hoche describió sus vidas como “vidas que no merecen la vida”, y propuso eliminarlas a través de la eutanasia, todo esto basado en un análisis costo/beneficio de su valor para la sociedad.2

Hoche describió sus vidas como “vidas que no merecen la vida”, y propuso eliminarlas a través de la eutanasia.

Los nazis extendieron las ideas de Hoche a la destrucción de todos los “enemigos de la raza [aria]”. En 1939, los oficiales de salud pública comenzaron a registrar a las personas que eran seleccionadas para un “asesinato misericordioso”: quienes sufrían enfermedades incurables, los que tenían discapacidades físicas o mentales o síndrome de Down; los que no tenían sangre alemana; los criminales insanos y todos los que habían estado hospitalizados durante más de cinco años.3 Durante 1940-1941, los nazis deportaron desde Steinhof a 3.200 personas para ser asesinadas en las cámaras de gases y cremadas en el Castillo Hartheim en Linz, apenas a dos horas y media de distancia.

Desde 1940 a 1945, los médicos nazis también operaron el Am Spiegelgrund, una “guardia infantil” en Steinhof. A los padres que tenían hijos con discapacidades o enfermedades se los alentaba a llevarlos para que recibieran tratamiento en una de las clínicas pediátricas del Reich. Invariablemente estos niños eran asesinados por lo médicos y enfermeras con inyecciones letales, o los dejaban morir de hambre y abandono. Más de 800 niños murieron sólo en Steinhof.

Niños con síndrome de Down en el sanatorio Heilanstalt Schönbrunn, cerca del campo de concentración de Dachau. 16 de febrero de 1934. (Friedrich Franz Bauer/Archivos Federales de Alemania, a través de Wikimedia Commons)

Estas atrocidades eventualmente provocaron una protesta incluso entre la población alemana que había elegido democráticamente a los nazis. El programa, luego llamado Aktion (Operación) T4, terminó oficialmente en 1941, pero la práctica de la eutanasia involuntaria de niños continuó sin cesar bajo diversos programas nazis. Eventualmente, el alcance de estas iniciativas se expandió de forma horripilante: entre Steinhof y los otros sitios dedicados a la erradicación de los enfermos e inválidos, las campañas de eutanasia cobraron las vidas de más de 200.000 personas.

Durante mucho tiempo después del Holocausto, la gente rechazó la eutanasia como una forma de asesinato. El Dr. Jack Kevorkian, despectivamente conocido como el “Dr. Muerte”, dedicó toda su carrera a la promoción y a la práctica de la eutanasia. Incluso en 1999 Kevorkian fue juzgado y condenado por asesinato en segundo grado tras dar una inyección letal a un paciente.4

En los seis estados de Norteamérica en donde el suicidio asistido es legal, un requerimiento básico es que el paciente sufra una enfermedad terminal. Esto no era necesario para Kevorkian y sus partidarios. Para el Dr. Muerte el único criterio era el sufrimiento (no necesariamente físico) y el deseo autónomo de morir.5 En Bélgica y en Holanda, donde el suicidio asistido es completamente legal en la actualidad, la gente puede elegir morir por problemas no terminales e incluso tratables tales como ceguera o depresión.

Los defensores de la eutanasia creen que el suicidio asistido de alguna manera afirma la vida, incluso cuando promueve la muerte.

En una época, se referían a la eutanasia como “asesinato misericordioso”. Pero la opinión pública respecto a la eutanasia ha cambiado. Ahora, para evitar las connotaciones negativas asociadas con el asesinato, le llaman “ayuda médica para morir” y “muerte con dignidad”. Considera las siguientes palabras de un médico que apoya la práctica de la eutanasia:

“Yo soy un médico y considero que la ley de la naturaleza es la ley de la razón. De allí creció en mi corazón el amor por el hombre, y esto está ante mi conciencia… Soy profundamente consciente cuando digo “sí” a la eutanasia, lo hice con mi más profunda convicción (y sigo convencido) de que era correcto. La muerte implica alivio. La muerte es vida, tanto como el nacimiento. Nunca tuvo la intención de ser un asesinato”.

Por lo general se presenta a la eutanasia como una expresión de compasión hacia la persona que sufre, cuya enfermedad o discapacidad le quita su dignidad y calidad de vida, y sobre todo su autonomía personal. Los defensores de la eutanasia creen que el suicidio asistido de alguna manera afirma la vida, incluso cuando promueve la muerte.

Los defensores del suicidio asistido que sienten que la “muerte con dignidad” es un acto de compasión, pueden estremecerse al descubrir que las palabras antes citadas pertenecen a Karl Brandt, un oficial de la SS y médico personal de Hitler. Él fue el administrador del programa de eutanasia Aktion T4, y alumno de Alfred Hoche. Son las palabras que pronunció en su testimonio en los Juicios de Núremberg en 1947.6

Karl Brandt

La sabiduría convencional actual dice que cuando alguien siente que su vida no tiene valor, tiene el derecho de morir. Este no es el cientificismo claramente malvado y grotesco de la eugenesia y la eutanasia involuntaria. Es una idea siempre en expansión de la autonomía personal. Sin embargo, en ambos casos alguien decide que una vida es dispensable. En contra de las ideas contemporáneas de autonomía personal, la Torá ni siquiera le permite a la persona poner fin a su propia vida, mucho menos decidir sobre la vida de otro. La base filosófica de la autonomía personal es que el cuerpo le pertenece a la persona. El judaísmo apoya la idea del libre albedrío a un gran nivel; el individuo es libre de decidir cuándo y cómo utilizar sus recursos, y es responsable tanto de mantener su salud como de evitar daños a su cuerpo. Sin embargo, la Torá no considera que la autonomía personal sea ilimitada. No somos libres para hacer con nuestros cuerpos lo que se nos ocurra. Por el contrario, “todas las almas son Mías”7dice Hashem. Dios tiene la máxima propiedad sobre nuestros cuerpos.

Los administradores de los hospitales y las compañías de seguros cada vez más basan sus decisiones respecto a quitar soporte vital a quienes consideran “futilidad médica” en base a un análisis utilitario de costo/beneficio no demasiado diferente al de Hoche. El campo de la ética médica está habitado en parte por personas que ignoran la cualidad humana de pacientes que no pueden expresar sus preferencias, tales como un feto, el recién nacido, la persona en estado de coma o los enfermos de Alzhéimer. Sus vidas se consideran dispensables en pos de un bien mayor. Ellos ocupan camas en los hospitales, consumen recursos; pueden donar sus órganos a otras personas que los necesitan. Sin embargo, los judíos creen que Dios es nuestro Sanador,8 y por lo tanto no existe algo así como “futilidad médica”. Siempre hay esperanza, incluso hasta el último suspiro.

Cuando se sacrifica la vida de un individuo por un bien mayor, se ha asumido que su vida es una “futilidad médica”. La autonomía personal presupone un derecho a morir; la ética médica utilitaria similar al pensamiento de Hoche, concluye que ciertas personas no tienen derecho a vivir. Esta combinación de valores que justifican “la asistencia médica para morir” contradice los valores de la Torá. El judaísmo coloca el valor de la vida del individuo por encima de nociones utilitarias de un bien mayor e ideas humanísticas sobre justicia distributiva.

Dios entregó las siete leyes de Nóaj a toda la humanidad. La más fundamental de estas leyes es la prohibición contra el asesinato. El versículo dice: “Quien derrama la sangre de un hombre, por el hombre será derramada su sangre; porque a imagen de Dios Él hizo al hombre”.9 Un versículo antes se aclara que el asesinato está prohibido tanto cuando se comete directamente, a través de una tercera parte o indirectamente, exponiendo a la víctima a un riesgo letal.10 Estos ejemplos corresponden fácilmente a actos tales como administrar dosis fatales, dar a un médico poder para hacer eutanasia a un paciente o quitar el soporte vital. Estos no son actos compasivos, son ejemplos de asesinato. Dios no autoriza a nadie a hacerlo.

La Torá considera que la vida es significativa y que vale la pena vivirla bajo todas las circunstancias. No se valida por la salud o la sanidad, por la calidad de vida o incluso por la voluntad de vivir. Para Dios, la vida de cada persona es sagrada. Dios creó al hombre a Su imagen. Se alude a los atributos de Dios a través de las formas de nuestro cuerpo y se reflejan también en nuestros actos.11 Cada ser humano tiene el potencial de causar que brille la presencia de Dios al emular Sus atributos, y de esta manera crear un mundo mejor. El valor que el judaísmo da a la vida es mucho más duradero que el del humanista secular, porque une la santidad de la vida humana a Dios mismo.

Los valores de la Torá están en colisión con los del mundo que nos rodea. Esto crea tensión para cualquiera involucrado en el cuidado de nuestros miembros más vulnerables que deben interactuar con el sistema médico, con su ética inestable y la economía de los sistemas de salud. Cada vez se presiona más a la gente a firmar órdenes de no resucitación, se apoya a quienes desean poner fin a sus propias vidas, las personas son intimidadas por las autoridades médicas para que se las autorice a desconectar a sus seres queridos. Conocer nuestros derechos y responsabilidades como judíos y como ciudadanos, nos permite preservar la vida y la salud incluso cuando aquellos que recibieron el poder para hacerlo se han dado por vencidos.


Notas:

1. http://gedenkstaettesteinhof.at/en/exibition/steinhof-vienna

2. Ver Binding K, Hoche A. Permitting the Destruction of Unworthy Life: Its Extent and Form, 1920 En Issues in Law and Medicine. Vol. 8. Leipzip: Verlag von Felix Meiner; 1992. pp. 231–265.

3. https://www.ushmm.org/wlc/en/article.php?ModuleId=10005200

4. Schneider, Keith (June 3, 2011). "Dr. Jack Kevorkian Dies at 83; A Doctor Who Helped End Lives". The New York Times.

5. http://edition.cnn.com/2010/HEALTH/06/14/kevorkian.gupta/index.html

6. Transcripción de los Juicios de Núremberg, 19 de Julio de 1947

7. Iejezkel 18:4

8. Éxodo 15:26

9. Génesis 9:6

10. Ibíd., versículo 5

11. Rambán, Ibíd., 1:26  

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