¿Por qué ocurren cosas malas?

14 min de lectura

Una perspectiva judía sobre una de las preguntas más difíciles de la vida.

En la tarde del lunes 5 de mayo de 1975 me senté a hacer una tarea para el colegio en el escritorio de nuestro estudio, al lado de la cocina. Yo tenía trece años.

Mi padre tenía 45 años en ese momento, y hasta su primer ataque al corazón ocho meses antes, había sido un fumador compulsivo. Después de su ataque al corazón, que ocurrió una semana después de mi Bar Mitzvá, dejó de fumar. Pero su corazón estaba muy dañado, y los doctores le habían dicho que no se involucrara en ninguna actividad extenuante. Él siempre había amado trabajar en nuestro jardín, pero ahora tenía prohibido cortar el césped; desde ese momento en adelante iba a ser mi trabajo.

Pero esa tarde mi padre decidió cortar él mismo el césped. Yo me ofrecí a hacerlo, pero me dijo que el primer corte de la temporada era difícil. Él lo haría esa vez, y yo me encargaría durante el resto del año. Estaba tratando de ayudarme, pero nunca anticipó lo que estaba a punto de ocurrir.

Cuando comencé mi tarea mi padre acababa de cenar y todavía estaba sentado en la cocina con una bebida fría. Se veía muy cansado. Después de escribir unas pocas líneas, y sin ningún motivo específico, levanté la vista y miré hacia la cocina, justo a tiempo para ver a mi padre caer de su silla y estrellarse contra el piso. Su cuerpo estaba convulsionando.

Corrí en su dirección mientras le gritaba, pero él estaba inconsciente. Llamé a mi madre, y ella vino corriendo a la cocina, agarró el teléfono y llamó a emergencias. Luego esperamos. En uno o dos minutos, autos de policía con las sirenas encendidas llegaron abruptamente al callejón sin salida en el que vivíamos y frenaron frente a nuestra casa. Los policías entraron corriendo y nos dijeron que trajéramos una almohada, la cual pusieron bajo la cabeza de mi padre, y una colcha, que pusieron sobre él. Los segundos se convirtieron en minutos y luego más minutos y luego más minutos. Los policías se estaban inquietando porque la ambulancia no llegaba.

Mi padre dejó de convulsionar. Un policía comenzó a gritar en su equipo de radio pidiendo una ambulancia. Lo recuerdo perfectamente, diciendo: "Esto no es una broma, es serio". Finalmente la ambulancia llegó y mi padre fue sacado en una camilla. A esas alturas ya todo el vecindario estaba en la puerta de mi casa, y alguien me dijo que vaya a buscar a mi hermanita, que estaba andando en bicicleta con unas amigas.

La ambulancia llevó a mi padre al hospital más cercano, a menos de un kilómetro de distancia, pero fue un esfuerzo en vano. Cuando llegaron, él ya estaba muerto.

A la tierna edad de 13 años me convertí en el chico al que todos acudían cuando era un tema relacionado con la muerte.

Al poco rato paró otra patrulla de policía en frente de nuestra casa. Mi hermana y yo estábamos esperando afuera, en la entrada, junto al resto del vecindario. Mi madre bajó del auto y nos hizo señas para que nos acerquemos, su expresión confirmaba lo que yo ya sabía en el momento en que la ambulancia había partido. Salí corriendo para el otro lado y, con una mezcla de lágrimas y furia, comencé a dar vueltas alrededor de la casa. Supongo que quería irme de allí, pero no tenía adónde ir.

A la tierna edad de 13 años había visto con impotencia a mi padre morir. Mi hermana tenía 12; mi madre era una viuda a los 39. Respeté shivá por mi padre una semana, y mis amigos vinieron y hablamos de todo excepto de que mi padre acababa de morir. Por muchos años yo fui la única persona que conocía con sólo un padre; era la década de los 70, y la mayoría de la gente tenía dos. Sólo conocía a dos niñas cuyos padres estaban divorciados.

Después de eso me convertí en la persona a la que recurrir para hablar de la muerte. Cuando una amiga perdió a su hermano en la secundaria fui y la visité durante la shivá. Ella se levantó de un salto, literalmente me agarró de la mano y me llevó a otro cuarto. "Te estaba esperando. Eres la única persona con la que puedo hablar que entenderá", me dijo. Era un dudoso honor, y lo hubiese rechazado alegremente.

¿Por qué pasan estas tragedias? ¿Qué hice para merecer ver a mi padre morir? ¿Qué hizo mi madre para merecer ser una joven viuda? ¿O mi pequeña hermana para merecer enterrar a su padre antes de poder celebrar su Bat Mitzvá con él?

La respuesta corta es que no hice nada para merecer tal tragedia, y tampoco lo hicieron ni mi madre ni mi hermana, porque la palabra "merecer" ni siquiera aplica a la ecuación. Como explicaré, muchas cosas le pasan a las personas durante la vida que no tienen nada que ver con merecerlas o no.

Pero primero, unos cuantos puntos más.

Artículo Relacionado: Luchando con el Sufrimiento.

La Pregunta Dice Mucho

Si la pregunta del sufrimiento nos molesta, nuestra incomodidad revela mucho sobre nuestra visión de Dios. Ya sea consciente o inconscientemente, reconocemos que:

  1. Dios es bueno y justo.
  2. Dirige el mundo.
  3. Todo lo que hace tiene significado.
  4. Fuimos creados para tener placer.

1) Dios es bueno y justo. Primero que todo, ¿por qué el hecho de que exista el sufrimiento es un tema que nos molesta? ¡Quizás hay sufrimiento en el mundo porque Dios está enojado y tiene mala disposición! ¡O porque no ha sido tranquilizado como corresponde! La única razón por la que nos molesta que exista el sufrimiento es porque creemos en un Dios bueno y justo. Si no lo hiciéramos, no tendríamos expectativas ni preguntas sobre el sufrimiento. Preguntar "¿por qué?" revela que estamos cuestionando la justicia que hay en Él y que no podemos aceptar injusticia. En el universo de un judío, no puede haber un Dios que sea malvado o cruel.

Si no creyéramos en Dios, no haríamos la pregunta sobre el sufrimiento.

2) Dios dirige el mundo. La pregunta del sufrimiento revela que reconocemos que Dios está dirigiendo activamente el mundo. Si no creyéramos en Dios, no haríamos la pregunta; no habría nadie a quien plantearle la pregunta. Y si creyéramos en un Dios que creó el mundo y luego lo dejó, o que no es omnipotente, tampoco haríamos la pregunta, porque, o Dios no está involucrado, o no puede hacer nada al respecto. En cualquiera de los dos casos, cuestionar a Dios sobre el sufrimiento sería como decir que el meteorólogo es responsable del clima. Si cuestionamos la existencia del sufrimiento, es sólo porque entendemos que hay un Dios a quien podemos cuestionar – un Dios que es responsable de lo que ocurre.

3) Todo lo que Él hace tiene significado. Cuando preguntamos "¿Por qué?" implica que estamos buscando una respuesta que brinde una razón para las cosas. Cuando sufrimos personalmente, este aspecto de la pregunta toma un significado aún mayor. Preguntar "¿por qué yo?" confirma que una persona cree que debe haber una razón para lo que está atravesando. Entiende que lo que está pasando no es casualidad, sino que está siendo dirigido.

4) Fuimos creados para tener placer. Cuando cuestionamos el sufrimiento, claramente estamos declarando: "Esto no debería ser así". La pregunta confirma que entendemos que la vida es buena y que Dios nos creó para darnos placer; y el sufrimiento parece ser contrario a ese entendimiento. Rara vez preguntamos "¿Por qué yo?" cuando las cosas andan bien. Es casi como si esperáramos que la vida sea buena.

Entonces, la pregunta del sufrimiento revela que creemos en un Dios bueno y justo que dirige el mundo, creemos que lo que nos pasa tiene significado y que la vida debe ser buena y placentera. Sabiendo esto, el hecho de que pasen cosas malas parece una contradicción, y por lo tanto preguntamos: "¿Cómo puede un Dios bueno dejar que pase esto?".

Artículo Relacionado: Vida Después de la Muerte.

Reglas Básicas

Hay cuatro puntos esenciales que debemos entender para poder captar cualquier significado que haya tras el sufrimiento. Sin esos cuatro puntos, nunca podrá tener sentido. Éstos son:

  1. Todo es un regalo.
  2. Lo "justo" no existe.
  3. Si la vida tiene sentido, entonces el dolor también lo tiene.
  4. Hay vida después de la muerte.

1) Todo es un regalo

Si vemos nuestras vidas y los miles de regalos que poseemos, veremos rápidamente que no merecemos ninguno de ellos. ¿Por qué una persona merece el regalo de la vista o de la audición? ¿Por qué una persona merece el regalo de un sistema digestivo, nervioso o reproductor que funcione correctamente? ¿O piernas, dientes, niños, alimentos, cerebro, una casa para vivir o cualquiera de las miles de cosas que damos por sentadas?

En nuestro interior sabemos que no nos ganamos ninguno de los regalos que poseemos; todo lo que tenemos es un regalo. Sin embargo, vamos por la vida esperando que todo salga tal como queremos, o al menos que no salga mal. Y cuando hay contratiempos o tragedias, de repente queremos saber: "¿Por qué a mí?".

Pero una vez que entendemos que no merecemos realmente nada, y que estamos constantemente recibiendo regalos de amor, podemos ver al sufrimiento bajo una luz diferente.

Desafortunadamente tengo una experiencia de la vida real que puede ayudar a entender esto. Mi prima Ana tenía tres niños saludables. Un día, hace 30 años, su hija de 2 años estaba en el patio jugando con sus hermanos y otros niños, y se alejó del grupo. Nadie se dio cuenta que no estaba, y cuando eventualmente la encontraron, estaba boca abajo en la pileta del vecino, la cual estaba llena de agua. Su cerebro había estado privado de oxígeno el tiempo suficiente para dejarla con un retraso mental severo. Murió a los 22 años, todavía usando pañales.

Años después, una pariente se me acercó para hablar del tema. "¡Dime lo que hizo Ana para merecer esto!". "Ana es una persona tan buena".

Yo respondí: "Si puedes decirme lo que hizo Ana para merecer dos niños saludables, entonces te diré lo que hizo para merecer esto".

Esta respuesta no significaba que yo no tuviese el corazón destrozado por lo que había pasado. Por supuesto que lo tenía. Pero quería demostrarle a mi pariente que no hay respuesta, porque no hay pregunta. No “merecemos” lo malo y no "merecemos" lo bueno. Todo es un regalo – nuestros ojos, nuestras orejas, nuestros hijos, nuestra comida, y también las enfermedades, la muerte, los desastres y las tragedias.

Pero todavía necesitamos entender cómo.

2) La vida no es justa

¿Qué tan a menudo escuchamos la expresión "la vida no es justa" o "no hay justicia en este mundo"? Son 100% verdad. La vida es absolutamente injusta. ¿En dónde está la justicia cuando unas personas nacen ricas y otras pobres; unas hermosas y otras no; unas que ven y otras ciegas; unas con audición y otras sordas; unas saludables y otras enfermas; unas inteligentes y otras simples; unas mentalmente sanas y otras mentalmente enfermas; algunas carismáticas y otras dolorosamente tímidas?

En verdad: la vida no es justa.

En realidad, el concepto de "justo" es tan ajeno al pensamiento judío que no existe una palabra en el lenguaje hebreo para "justo". El hebreo moderno adoptó la palabra directamente del inglés (fair). Si quieres quejarte en hebreo, dices: "Ze lo fer".

Citando un cliché, ‘la vida es un viaje’; no hay una línea objetiva de llegada hacia la que todos estamos corriendo. Todos morimos en momentos y formas diferentes, pero lo que importa no es el final, sino lo que hacemos cuando estamos aquí con lo que se nos da. Tan sólo ve y camina por un cementerio: Todos allí tienen el mismo valor, están en el mismo estado de salud, son dueños de la misma cantidad de propiedades y son tan atractivos uno como el otro.

Cada uno de nosotros es creado con su camino único en la vida. Dios desea el mismo resultado para todos, pero los itinerarios son personalizados, dado que las mismas personas son diferentes entre sí. Entonces, Dios ha equipado a cada uno de nosotros con herramientas a medida que necesitaremos para nuestros propios viajes. No importa lo que tiene tu vecino, porque lo que tiene es bueno para él pero no para ti, y viceversa.

Tienes todo lo que necesitas. Y todo lo que necesitarás, lo vas a recibir. Saber que Dios creó a cada uno de nosotros con nuestro camino personal para recorrer, y con las herramientas y habilidades que necesitamos, elimina toda base para quejarnos sobre las iniquidades de la vida.

Saber esto también elimina la necesidad de preocuparse por “no ser menos que el vecino”. La gente a menudo crea su propia infelicidad enfocándose en lo que no tiene. Una persona que aprecia lo que tiene no será infeliz cuando su vecino aparezca con un Mercedes nuevo.

3) Si la vida tiene significado, entonces el dolor también lo tiene

Si la vida misma tiene un significado, entonces forzosamente todos sus aspectos tienen que tenerlo, incluyendo el dolor y las dificultades. Por ende, el dolor de la vida es parte del regalo de la vida misma. Una persona cuya vida está enfocada en el crecimiento personal y en la existencia eterna entenderá que el dolor es parte del paquete, y este conocimiento permite que la persona sea capaz de lidiar con él. Por otro lado, creer que el dolor no tiene ningún sentido puede ser más doloroso que el dolor mismo. El significado le permite a la persona tolerar el sufrimiento y fortalecerse. La carencia del mismo evita que una persona disfrute incluso del confort.

¿Cuántas veces algo parecía trágico cuando estaba ocurriendo pero luego, en retrospectiva, era en realidad una bendición? ¿Cuántas veces leemos sobre tragedias que han producido resultados asombrosos o sobre gente que logra cosas maravillosas después de que su perspectiva de vida fue cambiada por completo?

4) Hay vida después de la muerte

Muchos judíos creen que el concepto de la vida después de la muerte, el Cielo y el Infierno, son conceptos puramente cristianos. Esto es un error. A pesar de que el entendimiento judío del Cielo y el Infierno es radicalmente diferente de las perspectivas cristianas o musulmanas, la creencia en la vida después de la muerte es en realidad uno de los fundamentos del judaísmo.

La existencia de la vida después de la muerte le da sentido a esta vida.

La existencia de la vida después de la muerte le da sentido a esta vida. Dado que el mundo está lleno de iniquidad y de injusticia, sólo nos quedan dos opciones: o hay otro lugar en donde se hace justicia, o el mundo en que vivimos es simplemente cruel y arbitrario, y las personas son ganadoras, o perdedoras.

Creer en lo segundo significaría que las víctimas de un asesinato solamente tuvieron mala suerte (estuvieron en el lugar y momento equivocados) y que los tiranos realmente se salen con la suya en sus fechorías. La pequeña viejita a la que estafan y le roban los ahorros de su vida es sólo una pobre idiota, y el estafador nunca enfrentará a la justicia si no es atrapado.

Sólo una vida después de la muerte, en donde se hace un recuento final, le da a las idas y vueltas de esta vida un propósito más elevado.

¿Por qué sufrir?

El Talmud nos da las directrices para evaluar nuestro sufrimiento. Si nos encontramos en una situación dificultosa, cualquiera sea su grado, tenemos que realizar tres pasos:

1. Primero, debemos revisar nuestras acciones. Quizás estamos siendo amonestados, para nuestro propio bien; para que mejoremos, o para que abandonemos rasgos o comportamientos negativos. De nuevo, esto no es un castigo, sino que son los empujoncitos de nuestro amoroso “entrenador” que quiere que triunfemos.

2. Segundo, si hacemos una auto-evaluación y no nos parece que esa es la causa, tenemos que evaluar nuestro uso del tiempo, para ver si lo hemos desperdiciado en lugar de aplicarlo al estudio de Torá. Esta es la forma más sincera para tener una relación con Dios y Él desea que estudiemos Torá más que ninguna otra cosa.

3. Y finalmente, si esa tampoco es la causa, entonces el Talmud le atribuye la situación a un sufrimiento que es bueno para nosotros – aunque no podamos entenderlo en esta vida.

Después de hacer todo lo que podemos, hay muchas veces en que la razón detrás de nuestro sufrimiento sigue siendo un misterio.

Dios tiene una relación real con nosotros, más allá de si la reconocemos o de si ésta es reciproca, y siempre está reajustando nuestro mundo en respuesta a nuestras decisiones de libre albedrío. Su objetivo es siempre el mismo – sólo cambian las formas y los métodos. Reacciona ante cada una de nuestras elecciones y decisiones, y mueve el tablero para prepararnos el mejor escenario, en base a nuestras decisiones.

Dios hace esto para guiarnos y ayudarnos. Todo es para nuestro bien.

En ocasiones Dios es activo e interviene y frustra nuestros planes. Otras veces es pasivo y permite que nuestras decisiones continúen su curso. Esto aplica tanto a los planes buenos como a los malos.

A veces la única razón para el sufrimiento es que nos acerquemos a Él. A veces nuestro sufrimiento está diseñado para actuar como un despertador que hace que nos enfoquemos en lo que es realmente importante y evite así que desperdiciemos nuestras vidas en tonterías. Puede ser una llamada de atención para un individuo, una nación o el mundo entero.

A veces nuestro sufrimiento puede tener el objetivo de eliminar rasgos negativos de nuestra personalidad. A veces tiene el objetivo de evitar un mal mayor, o de traer un bien superior. A veces su único objetivo es materializar nuestro potencial. A veces toda la situación está relacionada con el Mundo Venidero y no con este. En estos casos, en que no podemos obtener todas las respuestas, el sufrimiento parecerá injusto.

Es posible que los justos sufran en este mundo porque sus mitzvot son los aspectos más fundamentales de su ser. Son seres con una inclinación espiritual, y sería un desperdicio recompensarlos en este mundo temporal, el cual no significa mucho para ellos. No están interesados en la fama ni en autos costosos o grandes casas.

Por el otro lado, la gente malvada que hace algo de bien y por lo tanto debe recibir su pago, sí puede ser recompensada en este mundo, ya que sus buenas acciones son la parte superficial de sus vidas y no tienen gran importancia para ellos. Estas personas no serían capaces de apreciar una recompensa espiritual.

Podemos entender las reglas, pero ni siquiera podemos comenzar a imaginar la profundidad de los cálculos que hay en las interacciones de Dios con nosotros.

Las decisiones de Dios siempre incluirán la variable de cómo sus acciones afectarán a todo lo demás en la ecuación cósmica. Dios tiene planes tanto para la humanidad como para los individuos, y esto es tenido en cuenta en cada decisión. Pero por razones que permanecen ocultas, no se nos permite saber por qué sufrimos ni siquiera mientras experimentamos el dolor. Quizás el hecho de saber por qué un niño nace con síndrome de Down, o por qué muere un marido dejando una viuda y huérfanos, o por qué una persona desarrolla esclerosis múltiple, afectaría negativamente nuestro libre albedrío.

Podemos entender las reglas, pero ni siquiera podemos comenzar a imaginar la profundidad de los cálculos que hay en las interacciones de Dios con nosotros, balanceando nuestras eternas necesidades, las necesidades de nuestra sociedad y las de la humanidad en su totalidad. Dado que hay una infinidad de factores que están más allá de nuestro limitado entendimiento, el sufrimiento a veces puede parecer arbitrario o injusto. Pero no lo es.

Tenemos que aceptar que todo es para nuestro bien y que algún día entenderemos las razones de todo lo que nos pasó en nuestra vida aquí en la Tierra.

Volviendo al Principio

Nuestras vidas son como un tapete. Si uno mira la parte posterior – que es un lío feo e incomprensible de hilos de diferentes largos, colores y espesores, que aparentan haber sido puesto juntos al azar – es difícil entenderlo y es imposible formar ninguna clase de figura. Pero si das vuelta el tapete, de repente todo se hace claro. El desordenado revés tiene todo el sentido cuando vemos el frente.

Después de irnos de este mundo y entrar al Mundo de la Verdad, todos iremos ante Dios con nuestras preguntas. Y finalmente tendremos las respuestas. Veremos con claridad las razones de cada una de las cosas que nos ocurrieron en la vida, desde las más triviales a las más sublimes. No es sólo que ya no tendremos preguntas, sino que estaremos agradecidos por todo lo que nos ocurrió. Y más allá de lo incómodas que hayan sido nuestras vidas mientras atravesamos este mundo, sigue siendo mejor haber pasado por todo eso que no haber sido creados en absoluto, porque más allá de nuestro sufrimiento, hay una placentera eternidad que nos está esperando.

Este encuentro futuro puede ser ilustrado con la siguiente historia, la cual no puedo verificar personalmente, pero que de todas formas vale la pena contar. Ocurrió en el baño de hombres del aeropuerto Heathrow, Londres, el 21 de diciembre de 1988. Un hombre que tenía una reserva en el vuelo 103 de Pan Am a Nueva York quedó encerrado en el baño y perdió su vuelo. Este era el avión que fue hecho explotar en el aire sobre Escocia por agentes del dictador libio Muammar Gaddafi.

Puedo imaginar cómo este hombre se iba enfureciendo a medida que se daba cuenta que perdería el vuelo, y cómo probablemente gritaba pidiendo por ayuda con todos sus pulmones. Puedo imaginarlo sentado esperando a que lo liberara algún hombre de mantenimiento, sabiendo que su vuelo estaba siendo abordado en ese mismo momento. Puedo imaginarlo pateando la puerta con todas sus fuerzas y maldiciendo a los ingleses: "ni siquiera pueden hacer una puerta que funcione". Imagina cómo se debe haber sentido cuando fue liberado y se enteró que su vuelo ya había sido cerrado, y que tendría que esperar por siguiente. Imagina su frustración mientras estuvo sentado por horas, esperando el vuelo siguiente, preguntándose todo el tiempo por el destino de su equipaje que había sido registrado en aquel vuelo. ¿Cómo les explicaría esto a sus amigos y familiares?

Imagina cómo debe haber cambiado su ánimo cuando la TV en la sala de espera transmitió un boletín de noticias sobre el atentado terrorista en el vuelo, el cual había matado a todas las personas a bordo. De repente, su dura experiencia en el baño cobró un significado completamente distinto. No sólo se le había pasado el enojo, sino que ahora incluso estaba agradecido por haber quedado varado allí. Puede que incluso haya dicho: "Gracias Dios por atascar la puerta". La misma serie de eventos es vista ahora completamente diferente que hasta hace unos momentos.

Su experiencia no fue lo que cambió, sino su entendimiento de ella. La misma experiencia vista ahora con un lente diferente produce una reacción muy distinta, y en retrospectiva, lo que parecía ser algo malo resultó ser algo bueno.

Cuando eventualmente nos paremos ante Dios y veamos una repetición de nuestra vida, esta será nuestra reacción ante todo lo que nos ha pasado, tanto lo bueno como lo malo. Veremos las cosas por lo que realmente son: Actos de amor que fueron hechos por nuestro bien. Y estaremos agradecidos por todo – todo – lo que vivimos durante nuestra corta estadía en este mundo.

Extraído del libro “The Non-Orthodox Jew's Guide to Orthodox Jews” (libro en ingles).

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.